(Ilustraciones del Dr. Odalís G. Pérez)
Por más que podamos filosofar dentro de los saberes del cibermundo, hay una realidad latente que lacera a países subdesarrollados y dependientes, con es el caso de la República Dominicana. Es crítica realidad se expresa en el precario acceso a internet y la cantidad de la población que tiene computadora.
De un total de 8,562,541 habitantes, sólo 116,757 tiene cuentas de internet registradas, por lo que un 1.36% de la población tiene cuentas de internet registradas, con una brecha digital neta de 98.6%, lo cual es un dato de suma preocupación y lo que es más grave aún, es el vacío que existe en las provincias del país, dónde todas tienen más de un 95% de brecha digital neta.
Esos datos que presento ahí, están registrados en el estudio titulado "La República Dominicana en la sociedad de la información", págs. 17/22, del Ing. Hiddekel Morrison. Editora de Revista, S.A. República Dominicana, 2009.
Inicio con esas palabras, porque ante la realidad latente y comprobable, por más filosofar que metamos, la verdad queda ahí acusándonos, señalándonos, como sujetos cómplices de nuestros propios males sociales.
Antes de teorizar sobre "Filosofía para tiempos transidos y cibernéticos" (Nota preliminar de Víctor Gómez Pin), de la autoría del Dr. Andrés Merejo, usted, amigo lector, ha comprobado que he recurrido a la lectura de varias fuentes teóricas que me han permitido sostener mi discurso sobre ese saber.
No está de más hacer entender que, desde los años 80, estoy indagando sobre el tema, aunque debo confesar que en estos días pude comprobar que, en verdad, la presencia del sujeto, como razón de vida y libertad, es insustituible.
La realidad tangible me lo ha hecho comprobar y, aunque me contradiga, admito mi realidad: Lo presencial, no puede ser sustituido por lo virtual. Lo humano está por encima de lo cibernético.
El mundo cibernético ha obligado a nuevas relaciones entre los sujetos en sociedad. En las sociedades arcaicas la interacción estaba establecida con la naturaleza; en la época industrial clásica o tradicional, ese vínculo pasó a darse con los "artefactos", maquinas, aparatos y objetos industriales.
En la globalización, la interacción entre sujetos queda establecida en un juego entre los mismos individuos, y es el egoísmo, el interés, el consumo, y la ganancia, lo que se asume como marco de referencia, como lo establece el filósofo e investigador Miguel Pimentel, en su libro "Filosofía de los Globalizados". Págs. 69/71. Dirección de publicaciones de la UASD. Santo Domingo, República Dominicana. Editora Universitaria. 2013.
Para Merejo, "lo virtual implica toda una filosofía que se desprende del campo de la cibernética y entra en el marco de lo filosófico cibernético innovador (…)". Ver pág. 22 texto citado.
Para Merejo, "el concepto de lo virtual tiene su historicidad en la filosofía, pues han sido los filósofos quienes más han reflexionado sobre este concepto, hasta el día de hoy". Ver pág. 22/23.
Dentro de las complejidades de lo cibernético, mirar es más complejo y profundo que ver, y, desde esa percepción, lo mirado nos convoca a a mirarnos, al mirarnos, dentro de lo cibernético, cabe esta pregunta: ¿Qué y a quién miramos en el mundo cibernético transido?
Hay un punto de estudio humano tratado por Merejo aquí en esta obra. Se trata de la cibernética, un espacio donde lo humano no puede dejarse sustituir por la virtualidad. La ética es un punto humano, para los humanos.
Aquí, lo transido es un filosofar de lo ciberpensado, por lo que, hablar de una epistemología en la era del cibermundo es una acrobacia verbal que amerita de una discusión lógica, racional, más allá de lo cibernético.
En todo caso, lo Humanístico ha de ser el centro de lo pensado y de lo vivido, por encima del pensamiento transido.
Si nuestro filosofar no está situado en las coordenadas de fortalecer lo humanístico, no puede servirnos de nada que no sea la especulación.
Pasando a leer unas notas del filósofo Víctor Gómez Pin (Barcelona, España,1944), me encuentro con esta reflexión: "(…) El libro que tiene el lector entre las manos, parece atravesado por la certeza de una inminencia del dolor ("abordar el rostro del dolor forma parte de esta época") y a la vez un deseo de mantener serena a fin de explorar las causas (sociales quizás en primer lugar pero también físicas) de esta suerte de fractura, preguntándose por el peso de las variables que introduce el mundo de la conectividad o cibernética (vocabulario de años atrás) y de Deep Learning". Ver pág. 14, obra citada.
En esta "Filosofía para tiempos transidos y cibernéticos", se teje un filosofar de lo cibermirado, con la racionalidad del sujeto globalizado que se niega a abandonar su naturaleza humana, por encima de lo cibernético.
La razón ha de explayarse, en esta urgencia de vivir la realidad del hoy, más allá de la ciberbasura que hoy nos acorrala. Hagamos del mundo globalizado y cibernético, el espacio de lo humano.