El título de esta entrega recuerda la obra del historiador español Ángel López Cantos, en la que sostiene que las fiestas coloniales, en términos colectivos, tenían una orientación política que se nutría de la memoria histórica, y se identificaba a través de símbolos, creencias y ritos. En aquellas fiestas, lo sagrado con lo institucional, lo religioso con lo pagano, lo solemne con lo lúdico y la jerarquía con los roles sociales, eran una combinación inseparable, fueran solemnes (oficiales), o repentinas (convocadas por particulares). La falta de uno de estos elementos restaba brillo a las celebraciones. Igual efecto provocaba la ausencia del estruendo logrado con la pólvora y el ruido ensordecedor del repique de campanas. El ambiente lúdico provocado era un mecanismo de control de la vida colonial, cuya orientación cultural, a decir de Joseph Nye, permite definirlo como una expresión blanda del poder político.

Entre los motivos para las celebraciones figuraban los impuestos por la corona española, como el natalicio, juramentación, bodas y otros sucesos importantes vividos por la familia real. A estos seguían las actividades propias del santoral católico, las beatificaciones y glorificaciones, autos de fe y las fiestas sacramentales de Corpus Christi; sin que faltara, como hoy, el tedeum y su orientación política. Previo a las celebraciones, se daban reuniones de coordinación entre las autoridades civiles y religiosas; pregoneros del cabildo recordaban a los munícipes la limpieza de las calles, limitar el tránsito de gallinas y otras especies en las calles y plaza; colocar velas y antorchas y, a los más pobres, iluminar con fogatas. Llegada la fecha, la fiesta iniciaba con el disparo de salvas, desfiles por las calles a pie y a caballo y con oficios religiosos. Durante noches y días, y hasta semanas, un ambiente delirante envolvía a toda la sociedad colonial, quedando a un lado todos los obstáculos. En nombre del rey, todo era juego, música, bailes y cantos, orientados, sin que las élites ni sus sometidos lo percibieran, a la consolidación del esquema de dominación que padecían.