No, no, la persona que camina lento en el video no salió de un aquelarre ni es una versión criolla y miserable de la malvada profesora Dolores Umbridge, la sonriente y sinuosa enemiga s de Harry Porter.
Tampoco es un fantasma, ni un ser creado por IA, de esos que deleitan a los usuarios de Tik Tok.
No, es una mujer de carne y hueso con evidentes trastornos mentales que recorre los fines de semana la avenida Anacaona desde los predios del Hotel Embajador hasta la avenida Luperón. Más o menos siete u ocho kilómetros de punta a punta.
Siempre camina por la acera colindante con el Parque Mirador Sur. Su andar es pausado como quien disfruta del paseo sin ansiedad y con todo el tiempo para gastarlo a discreción.
La he visto varias veces. Hasta que un sábado por la mañana la curiosidad me llevó a sentarme a su lado en una de sus “paradas técnicas” de su pesada carga: un sucio y maloliente saco de henequén repleto de fundas de basura.
Ataviada de varios “vestidos” , unos encima de otros. Una cebolla humana con varias capas sin que las altas temperaturas de este verano que aún no empieza le afecten el ánimo para caminar sin prisa. Nadie la espera.
Su cabeza la corona una larga enredadera a manera de drelas. Su cuello lo rodea con una bufanda pestilente de papel periódico. En su mano derecha sostiene un palo de escoba incrustado de clavos oxidados.
En una de sus “paradas técnicas” se sentó en el muro de piedras que divide el parque con la avenida. A pesar de que conocía la existencia del palo de escoba, me atreví a sentarme a su lado.
La escuché recordarle a Fellito que les cuidara los caballos en su finca de Puerto Plata. Su voz era fuerte e impositiva sin ser estridente. “Fellito, cuídame los caballos” luego la voz se apagó y emitía sonidos que no logré descifrar. Reanudó su caminata y mi presencia le daba igual. El fantasma ahora era yo. no ella. Sus ojos de cuervo y su rostro demacrado por el hambre y el abandono.
Gozando con Producciones Corporán
El hombre de la foto, con la botella en la mano, imitaba al fenecido productor de radio y televisión, Rafael Corporán.
Siempre se colocaba frente a la estatua de Juan Pablo Duarte en el parque que lleva su nombre, en el Casco Histórico de Santo Domingo.
Con la botella , a manera de micrófono, imitaba a Corporán. “Dime Dominguín, qué le llevamos a Doña Mercedes de Villas Agrícolas, dime Dominguín ¿Espaguetis? Llévale también su salsa de tomate Linda y una funda de Pan Pepín, ayyyyyyyyyy Pan Pepín”
La imitación era casi perfecta del dúo Corporán – Dominguín de aquellos domingos por la radio cuando no existían redes sociales y todavía la radio calaba en los sectores populares. Corporán con su populismo mediático y su asistencia social en extremo.
Ambas figuras de esta crónica reflejan la nula asistencia sanitaria para los enfermos mentales. La mayoría de las veces son abandonados por sus familias o no tienen a nadie.
A nadie les importa. Un reciente estudio titulado “Impacto de la Salud Mental en el Sistema de Salud Dominicano” de la empresa Powering Healthcare with Connected Intelligence (IQVIA) registra que en el país un 20% de la población padece algún trastorno mental.
El dato dice mucho. Cientos, yo me atrevería a decir, miles de personas afectadas caminan y algunas veces agreden a los “sanos y normales” sin que ninguna autoridad los atienda, los acoja en un espacio destinado para tales fines. Sin atención médica, sin alimentos ni resguardo seguro, la caminante de la Anacaona y “Corporán” forman parte de la tragedia nacional de los insanos mentales vulnerables y desahuciados.
Sí, toda una tragedia nacional, pero todos volteamos la cara hacia otro lado. Todos, lo plural incluye al Estado, por supuesto.