“Fanny Owen” de la portuguesa Agustina Bessa Luís (1922-2019) plantea una compleja y truculenta historia de amor, que nos traslada a mediados del siglo XIX, por la región en la que transcurre el río Duero, hasta su desembocadura en la ciudad de Oporto. Publicada en 1979, la novela nos instala en un ambiente de mayorazgos, de señores bizarros que seducen a una costurera, pero se casan con alguna prima, mientras dilapidan la fortuna administrando mal sus tierras. La historia está presente en la vida de las familias ligadas a la Corte, escenario de amores románticos y de pasiones extremas. De ese medio surge una personalidad “ruinosa y bizarra”, la del joven José Augusto, que ensaya versos y, en la ciudad de Oporto, se junta con una bohemia byroniana donde conoce a Camilo Castelo Branco. Se trata del célebre autor de, entre otras novelas románticas, de “Amor de perdición” (1861) intensa narración, cargada de emoción y sentimientos, que persigue la imagen de la mujer contra el tiempo inexorable, como símbolo del amor más fuerte que la vida. Bessa Luís, en su asedio a la turbulenta vida del escritor Camilo Castelo Branco, quien acabaría suicidándose, intenta desentrañar las claves de su fatídico destino.
“Fanny Owen” es, por tanto, un homenaje a uno de los más grandes autores de la literatura europea, una brutal e inteligente parodia del Romanticismo portugués, que Bessa Luís desmonta en un juego intelectual donde dos hombres se disputan el amor de una mujer. No se trata de un duelo, sino en una tensa relación discursiva en la que desmenuzan sus sentimientos sin piedad. De la misma manera, dos hermanas luchan por conseguir al mismo hombre. José Augusto pretende a María, pero desea a la enigmática Fanny, en un juego de máscaras, donde se ponen en contacto unos y otros, sin ninguna certeza de quiénes son en realidad.
Bessa Luís traza los perfiles femeninos de Fanny, que muestra una vocación de escritora y sostiene una idea elevada del amor. Un amor que ni sacia ni se sacia y que posiblemente lleva la herida abierta del abandono del padre. Es el polo opuesto de María, su hermana, que se ajusta siempre a las conveniencias, y solo desea casarse. De otro lado, José Augusto y Camilo entablan una relación con Fanny, quien escribe cartas al segundo desvelándole sus sentimientos hacia el primero. Esta intimidad activa una compleja dinámica de pasiones cruzadas y de palabras que comprometen. En su acceso a la mujer deseada, las ideas sobre el amor son un obstáculo que se levanta entre los dos amigos y competidores, que se admiran y desprecian.
Fuera de las exigencias de su medio, ambos amigos conciben el amor como algo terrorífico de lo que huyen. Esa disociación entre el ideal y la carne, llevada hasta las últimas consecuencias, será la causa de la infelicidad de José Augusto, quien acabará casándose con Fanny sin poder nunca desentrañar sus secretos. Tras la muerte de Fanny, su angustia lo lleva a diseccionarla para, en un ritual macabro, conservar su corazón en un bote de alcohol y mantener el misterio de su cuerpo en una urna.
En Camilo, en cambio, se impone la imagen del poeta Byron, o la lectura de novelas como del Werther. Llega a comparar a Fanny con el personaje Carlota, virgen prudente y casta, obligada a amar la imagen de sí misma en los demás. Y es que Fanny no podía ser compartida con nada, ni siquiera con el amor. En cuanto a la propia Fanny, esta fracasó en su deseo atar al hombre amado, de robarlo de sí mismo de sacarlo de sus sufrimientos, a cambio de un amor sin fin. Con lo fácil que hubiera sido para el difunto José Augusto casarse con una pariente rica y joven, que podría haberle dado hijos y ayudarle a pagar las hipotecas. Es la conclusión a la que llega, antes de dejarse morir entre la incertidumbre y la desesperación.