Desde este 22 de mayo la Iglesia Católica española y latinoamericana está de luto porque ha perdido a uno de sus mejores teólogos. Víctor Codina (1931-2023), jesuita catalán, español, vinculado durante décadas a Bolivia en particular, y a América Latina en general, destacó desde muy joven, junto con su hermano Gabriel (+), también jesuita, como un hombre de gran personalidad, enorme bondad, inteligencia, sensibilidad eclesial y social, con un marcado don para la escritura. Gabriel y él ganaban todos los concursos literarios de los jóvenes jesuitas de Sant Cugat del Vallès (Barcelona). Estudió también en Innsbruck, donde fue discípulo de Karl Rahner y compañero de los mártires de la UCA Ignacio Ellacuría y Segundo Montes, y posteriormente en Roma. Como teólogo se especializó en eclesiología, disciplina en la que destacó como uno de los grandes referentes de habla española posteriores al Concilio Vaticano II.
Siendo responsable de la formación de los jóvenes jesuitas catalanes, los sacó de los grandes pasillos de la residencia de Sant Cugat y se los llevó a los barrios pobres y populares de la periferia de Barcelona, algo que despertó reacciones encontradas en la entonces Provincia Tarraconense de la Compañía de Jesús. Él mismo se fue a vivir a barrios obreros en L’Hospitalet de Llobregat y en Terrassa, convivió con curas obreros y quiso hacer su teología desde esa realidad de marginación, lo que le llevó a destacar en la Teología Política europea y posteriormente en la Teología de la Liberación latinoamericana. Cuando vio que la inmersión de jesuitas catalanes en los barrios pobres era un hecho consolidado, en los años ochenta hizo las maletas y se fue a Bolivia, donde se le necesitaba más. Allí fue un excelente profesor de teología y se convertiría en una voz serena y al mismo tiempo radical de la renovada Iglesia latinoamericana durante más de treinta años.
Percibió que en Occidente la teología católica destacaba en la cristología, en la eclesiología y en lo social, pero cojeaba en lo espiritual, lo que le llevó en los años noventa a estudiar las iglesias orientales de Europa y de Oriente Próximo, de las que aprendió su magnífica tradición espiritual. Entre sus muchos libros e incontables artículos destacan: Renacer a la solidaridad (1982), Los caminos del Oriente cristiano (1998), Para comprender la Iglesia desde América Latina (2008), Una Iglesia nazarena (2010), No extingáis el Espíritu (2010), Creo en el Espíritu Santo (2013), El Espíritu del Señor actúa desde abajo (2015), Sueños de un viejo teólogo (2017), El cielo, esperanza y compromiso (2018), e Ignacio, ayer y hoy (2020), aunque la lista de sus obras es mucho más larga. Víctor Codina ha sido un don para la Iglesia universal, en particular para los países de habla española, que recorrió infatigablemente sin dejar nunca su compromiso con los más pobres.
El autor: Dr. José Sols Lucia. Universidad Iberoamericana Ciudad de México
La revista Cristianismo y Justicia también dio a conocer la información.
Este es el mensaje de la revista:
NOS HA DEJADO VÍCTOR CODINA
Este lunes 22 de mayo ha fallecido en Barcelona Víctor Codina, jesuita y doctor en Teología, miembro del equipo de Cristianisme i Justícia y uno de los colaboradores más activos de este centro de estudios.
Nació en Barcelona en 1931, entró en la Compañía de Jesús en 1948 y se ordenó sacerdote en 1961. Estudió Filosofía y Teología en Sant Cugat, Innsbruck y Roma. Desde 1982 y durante 35 años residió en Bolivia, donde alternó su trabajo como profesor de Teología en la Universidad Católica Boliviana de Cochabamba con el acompañamiento pastoral en barrios populares. En 2018 regresó y se instaló en Barcelona. Estos últimos años se ha dedicado sobre todo a participar de forma intensa en las actividades de Cristianisme i Justícia a través de cursos, actas y publicaciones.
Es autor de numerosos libros y artículos. Entre sus últimos libros cabe destacar Sueños de un viejo teólogo, de 2017 o Ignacio ayer y hoy, de 2020, entre otros muchos. Con Cristianisme i Justícia ha publicado varios cuadernos, como ¿Ser cristiano en Europa? (2020), Espinal, un catalán mártir de justicia (1984), Acoger o rechazar el clamor del explotado (1988), o Sentirse iglesia en el invierno eclesial (2006). Además cabe destacar los artículos publicados en el blog del centro, el último el pasado 17 de mayo.
Víctor Codina ha sido un teólogo muy reconocido, con extraordinaria capacidad para leer los signos de los tiempos, buscando una teología que dé respuesta a los interrogantes de hoy y con un lenguaje comprensible. La solidez y el reconocimiento por su obra le viene sobre todo de su experiencia y trayectoria vital, que no se ha limitado a la actividad académica, sino que se ha impregnado del contacto con la realidad, sobre todo a través de la presencia entre las comunidades eclesiales de base, implicándose en barrios populares y luchas sociales. “Los teólogos necesitamos un contacto mucho más directo con el pueblo, y sobre todo con los pobres, entender que son un auténtico lugar teológico”, afirmaba con contundencia.
Ha sido testigo e incluso ha participado directamente en algunos de los eventos más destacados para la historia de la Iglesia de los últimos 90 años. Durante la celebración del Concilio Vaticano II, Codina preparaba su doctorado en Teología en Roma. Seguía de cerca su desarrollo e incluso pudo asistir a una sesión conciliar. Después, en América Latina, donde llega en 1982, encuentra una Iglesia latinoamericana que ha optado de forma clara por el seguimiento de Jesús y la opción por los pobres.
Años después y con toda la experiencia acumulada, recogía en el cuaderno Hace 50 años hubo un concilio (2012) sus impresiones sobre ese evento y su posterior aplicación. Reconocía que “la problemática del Vaticano II ha quedado de alguna forma desplazada o incluso superada" y mientras el Vaticano II se centró en la Iglesia, ahora "hay que concentrarse en lo esencial, volver a Jesús y al Evangelio e iniciar una experiencia espiritual de Dios y de profecía frente al mundo de los pobres y excluidos que son la mayor parte de la humanidad, y frente a la tierra, que está seriamente amenazada”.
Una amenaza de la que también se ha ocupado en su reflexión teológica, a partir de su conocimiento de los pueblos de la Amazonia. Precisamente en octubre de 2019 participa en el Sínodo de la Amazonia convocado por el Papa Francisco. "El horizonte del sínodo no es puramente eclesial, sino ecológico, e interpela a todo el mundo", explicaba tras esta experiencia. "Es una denuncia profética contra quienes están destruyendo la tierra y oprimen a los pueblos amazónicos, el horizonte del sínodo es la salvación del planeta".
Comprometido y esperanzado en una iglesia sin exclusiones de ningún tipo, con igualdad de derechos y obligaciones, donde la mujer ocupe el lugar y el rol que Dios le ha otorgado, en 2017 se animó a publicar Sueños de un viejo teólogo, donde reflexiona sobre temas candentes de la Iglesia y de la teología. Los temas que le ocuparon a lo largo de su trayectoria y que, con la libertad y la serenidad que dan los años y la jubilación, decidió abordar en clave utópica.
“Cuando uno es grande, por no decir viejo, mira las cosas con cierta distancia y se centra en lo esencial. Esto hace también que uno tenga más libertad para decir lo que piensa y, por tanto, para soñar”, aseguraba al publicar este libro. Su intención era que estos sueños ayuden a vivir en la vida cristiana con mayor libertad y profundidad, y sobre todo que los jóvenes puedan pensar que otra Iglesia es posible.
Se mostró esperanzado con el papa Francisco, de quien fue maestro durante una de las etapas de su formación. Acogió favorablemente su liderazgo y sus documentos, como las encíclicas Laudato Si o Fratelli Tutti. "Francisco aparece en esta encíclica como una gran figura, un estadista y una voz profética para la humanidad de hoy", dijo.
El último libro que publicó, Ignacio, ayer y hoy (2020), vuelve a su vocación como jesuita y nos habla de la propuesta espiritual de Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Lo hace relacionando el espacio y el tiempo en el que se desarrollaron la vida de Ignacio con la realidad actual.
Desde Cristianisme i Justícia le recordaremos participando activamente hasta el último momento en los seminarios del área teológica y del área espiritual. Fiel al café de media mañana del equipo de trabajo, siempre discreto, humilde y entrañable, atento y cercano. Nos ha dejado una gran huella intelectual pero sobre todo humana que nos sigue animando en esta labor de promover la fe y la justicia, labor a la que él dedicó toda su vida. Descanse en paz.