Hoy, hacemos la tercera entrega, de la exhibición de los 29 poetas que están en la verja perimetral del Teatro Cibao, uno de los grandes acontecimientos culturales de este año, para conmemorar el Día Nacional de la Poesía, el 21 de octubre de cada año, fecha donde se festeja el natalicio de nuestra gran poetisa Salomé Ureña de Henríquez (1850-1898).

Mateo Morrison.

Dicha recordación ha sido uno de los más importes y significativos de los últimos años en el país. Sin embargo, solo dos se han llevado el protagonismo cultural, este año: La Semana Internacional de la Poesía, fundado por el poeta y gestor cultural Mateo Morrison, que cuenta con un comité organizador, en esta ocasión contó con 9 poetas internacionales: Antonio Ramírez (Puerto Rico), Jesús J: Barquet (Cuba), José María Paz Gago (España), Malena Luján (Uruguay), María Auxiadora Álvarez (Venezuela), Marlene Zertuche (México), Nicole Cage (Martica-Francia), Subhro Bandopadhyay (India), Rosalina Benjamín (RD-diáspora). Además, de más de una decena de poetas dominicanos, de distintas partes del país.

Este evento surgió, después que se inaugurará en la gestión de José Rafael Lantigua, el Festival Internacional de la Poesía, organizado y dirigido por el Ministerio de Cultura, institución que en las administraciones posteriores dejaron de realizarlo. En este evento venían los aedas más importantes de más de quince países, donde vinieron varios premios Cervantes y Reina Sofía de Poesía. Es decir, debemos agradecerle al Premio Nacional de Literatura, Mateo Morrison por retomarlo en bien del desarrollo de la lira, durante la Semana Internacional de la Poesía.

José Rafael Lantigua.

Sin embargo, —que yo recuerde — nunca se había realizado una exposición de este tipo, en el país. Albricias, desde la hondura de la poesía y la gestión cultural, para su ideóloga Arelis Albino, del Taller Literario Virgilio Díaz Grullón, Universidad Autónoma de Santo Domingo, recinto Santiago. Igual para cada uno, de lo que de una forma o de otra, hemos colaborado con este gran y único evento de la poesía dominicana. En esta oportunidad, presentamos algunos poetas de la muestra expuesta, de distintos lugares, ya otros habían sido publicados en la primera publicación. Dicho esto, debemos subrayar también, que son vates de distintas ciudades y pueblos, que cabalga con su propia montura poética, siendo responsable de sus virtudes y debilidades.

Pedro Antonio Valdez es uno de los escritores de provincia, que más ha trascendido y ganado preseas literarias a nivel nacional e internacional, igual que José Acosta. Es un literato dedicado y admirado. Escribe todo tipo de textos creativos, tiene renombre en cuento y novela, pero también ha ganado premios en poesía. Como dice en el poema: «Todos tenemos mágicas las manos», sin embargo, mucho nos sabemos usarlas para la escritura, aunque él sí. Este texto es un homenaje a las manos, porque con ellas podemos hacer hasta lo imposible, pero […] «si allí no las tenemos». Nada alcanzaremos. La poesía de Valdez es muy rebelde, por eso el lector debe familiarizarse con ella, para poder encontrar su gallardía poética.

Pedro Antonio Valdez

Pedro Antonio Valdez,

Sortilegio de las manos

 

Todos tenemos mágicas las manos.

La mano con sus dedos milagrosamente completos,

matemáticamente entera;

exactamente por dos multiplicada,

como si tuviéramos una sola mano

y al fin del otro brazo un espejo.

 

Manos que poseen el poder de retener cualquier cosa,

a menos que esa cosa se resista con todas sus fuerzas.

 

Manos mágicas que prodigan la alegría

por el solo hecho de colgarnos de los brazos,

y que nos vuelven hondamente tristes

si allí no las tenemos.

 

Tomás Modesto Galán es un aeda que vive fuera del país, aunque se mantiene en contacto con nuestra literatura, desde la distancia y la nostalgia. Un ejemplo de ello, es el poema que le escribe al mayor cantor y esteta de la poesía de nuestra lengua: Franklin Mieses Burgos, el más sobresaliente de todos. El gran maestro de la Poesía Sorprendida, aunque en una ocasión escribió:

Esta canción estaba tirada por el suelo, /como una hoja muerta, sin palabras;/ la hallaron unos hombres que luego me la dieron/porque tuvieron miedo de aprender a cantarla. (Esta canción estaba tirada por el suelo). En Canción del sembrador de voces, halló la grandeza no solo de la poesía, sino su propia eternidad: «En cambio ella no sabe que yo estoy construyendo/ con esas simples voces salidas de mis labios, /la estatua de mí mismo sobre el tiempo». Modesto hurga en la rosa de la poesía, entonces trepa y exalta, en el don de la creación poética de Franklin Mieses Burgos, para que «[…] no mueras colmada de silencio».

Tomás Modesto Galán

Tomás Modesto Galán.

Cuando la rosa vive

 Preámbulo:
Diálogo poético para honrar el poema, Cuando la rosa muere, del poeta de la Poesía Sorprendida, Franklin Mieses Burgos. In memoriam para mi maestra y colega, Yolanda Fernández, quien me llevó a conocer al poeta de la calle Espaillat, cuando era casi un adolescente.

Solo deseo que como rosa sorprendida
de las furias libertarias
de esta era apocalíptica,
no mueras colmada de silencio.
No celebres sola el hueco próspero.

 

No importa si nada llena tu candor.
Por favor, amiga, déjame verte crecer
fuera de los jardines contaminados.
Aún puedes ofrecer tu dulce olor al viento.

 

Vive para que los jardineros virtuosos
no tengan que morir sin tu presencia.
Ya era justo que escribieras un poema
para cuando la rosa viva eternamente.

 

Resiste para que puedas denunciar
la miseria del monopolio de la soledad.
Solo tú puedes deshacer esta distancia.
Llena de amor esta ansia insoportable.

 

Cuando la rosa se levanta para vivir,
ignorando el Eros del pudor radiactivo;
cuando la rosa emerge del desierto
de otro incendio en la arboleda,
dime, ¿por qué sangra aquella tierra

bombardeada por la urgente caída?

 

Aquellos ojos de visión deliberada
apenas arriban para oír las notas
que anuncian una primavera infortunada.
Por fortuna, tú no estás para proveerle
respiración artificial a la locura de la época.

 

Ahora el amor no obedece más promesas
que la extraña soledad de la ternura.
Sin embargo, ya no es tan romántico
inventar un desandar por la maleza.
Llena está del frío celo de las bombas.
La redención de una orquídea
tampoco se deja cortejar por el temor
a la vigilia.

 

Para sabotear tu ausencia, amor,
hay una oreja de Van Gogh alerta
para escuchar tus viejos secretos.

 

Cuando resucita el laboratorio de la rosa
de su austera pesadilla en el campo
de batalla del payaso de la risa, ¡Ay capital!
Un féretro la espera en un velorio mágico.
Entonces, la ridiculez recita su sospecha.
La rebeldía de la muerte es tan piadosa,
que solo ella espera interrogar la indiferencia.

Juan Elías Rodríguez Morel se otorga de la risa para desdibujarse en los recuerdos y destellos, del amor y el erotismo de una dama que comienza con la ingenua sonrisa de un niño a tomarse una taza de café, que luego se convierte en adulto, para «despojas de la última pieza que resta de tu ropa interior». Es un texto que está hecho en prosa poética, donde el autor se sirve de lo sensual en medio de una taza de café «con tus dedos, el borde de tus labios, […]». Casi en la parte final, exclama: «[…] me miras y sonríes, brillan tus ojos, en ese momento siento como penetra la cucharilla hasta el fondo de la taza, la mueves cuál valeriana, con esa gracia maligna que caracteriza los eternos instantes que distraen las horas fugaces».

Juan Elías Rodríguez Morel

Juan Elías Rodríguez Morel.

Una sonrisa en la tarde

Sonríes como niño… Daría lo fue fuera por saber qué piensas… Si supieras… pienso, jugueteo en los pasillos de mis desusados recuerdos, destellos en ese preciso momento claudico ante tu desnudez. En la madrugada entre caricias de almohadas de nuevo me convocas… amor, amor despierta, mientras te despojas de la última pieza que resta de tu ropa interior.

Dibujas con tus dedos el borde de tus labios, y me enciendes, cautivo busco en tus piernas, calor de la fragua, sudor, pasión que, junto al movimiento sistemático en la forja de tus deseos más instintivos, no hay metal que resista. La constancia del vaivén define un tiempo que no tiene forma de retroceder ante el eminente desfallecer de mis titánicos deseos.

Entonas una canción de amor… la tarareo mientras descanso en el seno de tus pechos.  Me despiertas…  ¡Café! ¿Tres? ¡Cierto! Cruzas las piernas permitiendo que el corto vestido de popelín que llevas puesto se funda con tu escote, justo en la cintura, ahora es una simple blonda, me miras y sonríes, brillan tus ojos, en ese momento siento como penetra la cucharilla hasta el fondo de la taza, la mueves cual valeriana, con esa gracia maligna que caracteriza los eternos instantes que distraen las horas fugaces.  Me cautivas, pues nunca sabré porque sonríes cuando me invitas en las tardes una taza de café.

Andrés Acevedo es un poeta consagrado de la literatura infantil —sin quizás—, es el mejor de las últimas décadas de nuestra poesía nacional. Se apodera de un ambiente muy metafórico y simbólico, para a hacer pensar al infante de una manera poética y natural. ¿Quién dijo que el bosque? Ha sido uno de los poemas más conocidos y celebrados, siendo publicado en varias antologías. Se diferencia de todos los demás, porque no descuida la creatividad ni se sumerge en un plano didáctico, como hacen la mayoría, sino poético: donde el niño desarrollo su competencia, su sensibilidad y su imaginación creativas.

Andrés Acevedo

Andrés Acevedo.

¿Quién dijo que el bosque?

¿Quién dijo que el bosque

no juega, no canta

todos los albores

cuando se levanta?

 

¿Quién dijo que el bosque

no guarda en su alma

rítmicos perfumes

miles de fragancia?

 

¿Quién dijo que el bosque

no sufre…no llora

cuando parte un ave

hacia la aurora?

 

¿Quién dijo que el bosque

no sueña, no danza

con las brisas suaves

de las nubes blancas?

 

¿Quién dijo que el bosque

no juega, no canta?

Niño, dime, ¿quién?

Niño, dime, ¡anda!

 

(Texto del libro: «Arcoiris Derretido», 1997)