Continuamos con los poetas exhibidos en la verja frontal del Teatro Cibao, de Santiago de los Caballeros. El domingo pasado, seleccionamos algunos de ellos, comenzamos con José Enrique García, uno de los poetas más destacados de la poesía dominicana de la década de los años ochenta.
En el breve poema publicado, observamos a un poeta del pensamiento filosófico y de la nada. En la parte final dice:
«Nosotros/ hacemos el espacio y la nada». Es el poeta que mejor ha teorizado sobre la poesía. En su sorprendente y extenso poemario «El fabulador», encontramos un texto único en la literatura dominicana que revela la capacidad creativa del autor. A pesar de pasar varias décadas viendo y sufriendo la mezquindad y bajeza de nuestras instituciones, que todavía no le han otorgado el Premio Nacional de Literatura, que tan merecidamente se ha ganado, igual que en otros casos.
José Acosta es el otro poeta que publicamos, también de la Ciudad Corazón, uno de los escritores más connotados y premiados de nuestro país. Ha ganado más de ocho veces en distintos géneros el Premio Anual de Literatura Dominicana, además de otros premios internacionales. Desde mi perspectiva, son los dos autores más significativos y trascendentes de las letras nacionales en las últimas décadas. En dicha publicación, incluimos también a tres poetisas importantes que, han hecho de su cotidianidad, una poética de la reflexión a partir de su entorno y condición, con una aceptada estética creativa: Carmen Pérez Valerio, Daniela Cruz Gil y Arelis Albino.
En esta segunda entrega, seguimos promoviendo esa exposición para que el público que sigue este diario pueda disfrutar de las creaciones poéticas de otros autores que se exhiben aquí, gracias a la iniciativa de Arelis Albino, del Taller Literario Virgilio Díaz Grullón de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, recinto Santiago, en compañía de Martín Almengó. Es una especie de auto-antología textual y visual, ya que la selección fue realizada por los propios poetas. Aunque la estoy publicando según mi criterio y gusto, como suele suceder en casos como este, hay de todo un poco: buenos, regulares y malos. Sin embargo, cada lector puede hacer su propia evaluación desde su impresión personal, sin tener en cuenta la nuestra. Cada lector, al ser autónomo, es dueño de su lectura y tiene la libertad del texto, independientemente de su autor.
Dicho lo anterior, iniciamos con dos grandes y exquisitas poetas mocanas: Carmen Comprés y Sally Rodríguez. Una y otra han vivido en Santiago, aunque la primera desde hace décadas reside aquí, sus últimos libros han sido escritos por estos predios. Sally es muy querida y reconocida en la poesía dominicana, teniendo un grupo de fans de los aedas más recientes, aunque su poesía debería ser más valorada en el país, sobre todo, por los escritores de la urbe capitalina. Comprés es otro de esos casos, con una poética de alto vuelo, con una consistencia metafórica y simbólica que nos regresa a la buena poesía. Comprobemos pues:
Poemas de Carmen Sofía Comprés
No sé en qué tiempo
No sé en qué tiempo
ni cuántos pasaron sobre estas hojas
No sé quién dejó huellas
de manos blancas en el estanque
No sé por qué ronda
este aroma de miel sobre el rocío
Y sé que estoy sentada
en esta sombra de hojas
que miran mi rostro
Sin pasado en los ojos
Sin noches en las manos.
Me levanto
Será que estoy adentro
en el alba.
Hay un casto demonio
Hay un casto demonio
entre mi huerto
En el remoto confín
asida de la mano aguardo
Nadie beba jamás
de este cáliz
Que se construye
de formas sin presencias.
Umbrales
Un diluviar de cegadora luz
despierta el gozo de las simas
fragua el vuelo de un almo cantor
tiento las cumbres hundirme
ungida de un fuego oculto
sabedora
de pisar umbrales de la noche
que deshace profundidades y abismos
en vivo regocijo
de claras estancias
pasan las horas
también la lluvia.
Sally Rodríguez
Cruzar la tarde
Cae la tarde
a lo lejos algún beso
arde y muere
El viento de la nada
me arrastra
hacía ninguna parte
hay líneas que he cruzado
sin regreso
al fondo de mí misma
puedo ver
la ceniza
la soga iluminada
y el agua tiernamente lloviendo
inútilmente
Marilyn Pichardo
Renacer
Como la oruga que se convierte en mariposa,
como el pájaro que deja el nido
y se dispone a volar,
así somos,
somos procesos que conforman un todo,
un conjunto cambiante de la nada,
un renacer constante.
Silvana Almonte
Piel de lágrimas
El atardecer de los abrazos
es un bostezo herido
aferrado al tiempo.
Muerdo los ojos del dolor,
vomito la aprobación
en un mar de levadura
y quemo el rocío de mis poros
madrugada en lenguas de carpinteros,
sudor de gnomo
y pluma de besos.
Evelyn Taveras
A la orilla del sueño
Tengo un dolor terrible en mi ala derecha,
apurados los días, largo el desvelo.
Rota la luz del sol de la tarde.
Hay en los grises
Un beso tempestuoso a la orilla del sueño.
Este martes atrapado entre las piernas
y el fuego
y el beso
y este grito endulzando mi garganta.
Ven, toma el alfabeto y palabra esta
piel al borde sinfín de tu boca.
Arlyn Deriree Abreu
Hoy amanecí con el viento en las manos
y ese mismo viento llegó al pecho
para luego convertirse en agua-pero
ya existía la sed- y esta agua más
que calmar la sed la inundaba de polvo,
y la ansiedad crecía y era llenada
con más ansiedad, con más sed.
El agua en vaivenes ahogaba,
síntomas del arma letal del silencio.
Rita Evelin Diaz Blanco
Plenitud
Un Soplo reunido
va diciendo que allí
en la colina alta
la arcilla fue mi bosque en llamas.
Va murmurando que ahora
mi desierto desolado
es un pájaro en el firmamento
un cedro de plenitud ciego
acampando en la ladera
como hierbas que engendran semillas
debajo del cielo.
Tu Soplo reunido
me ha librado de caer en la fosa
y quebrarme los huesos.
De la carroña y de la espada
me aparta tu voz.
Ya no soy más una costilla
o un instante brevísimo de tiempo.
esperar y amar.
Rosa Santos
Masticar el silencio
Canto a la infinita belleza
de las cosas pequeñas,
a un rayo de luz cuando se hace visible
a la telaraña que lo filtra
a la mano y la perfección de su engranaje
con dedos, uñas nudillos y falanges.
Al zumbido de la abeja
a la miel y la flor del tabaco
a la risa de los niños
a los pétalos, al rocío
al rio y su murmullo infinito
al ulular del viento.
Canto al olor del romero
a los sabores,
a los infinitos detalles
que me queman la voz
y mastican el silencio.
Máxima Hernández Zorrilla
Deudas interminables
Me debes un collar de besos con los pies descalzos
dos perlas de abrazos sobre tu costado
una cadena de mimos al nacer el alba
un diamante violeta en tu mirada al llegar el ocaso.
Me debes una estrella fugaz que amaine esta interminable herida.
Te debo un unicornio anaranjado que dome tu collar de besos
tus perlas de abrazos
y con tu cadena de mimos
atar el diamante que brinda tu mirar hasta cubrir la herida
que nace en cada alba
y muere en cada ocaso.
Nos debemos constelaciones
de silencios un universo de fugas.
Y más…
Evelyn Ramos
Tentación
Qué ganas de pecar, de abrirme sin fronteras,
donde tus ojos inmensos no me juzguen
estas ansias bravas.
Perdón, amor, esta lujuria
insólita la tengo metida con garra
en los flujos rápidos de toda mi sangre.
Reza, reza fuerte, átame con tu rosario afilado,
porque mi cerebro quiere,
tiembla por pecar a plenitud con otro cuerpo
Elsa Brito
Mi impresión de maestra
Hoy fui una maestra.
He enseñado con la idea, con el pensamiento
y la palabra.
He abierto mis manos en actitud
de acogida y de grandeza.
He desnudado mi espíritu como una montaña
Ante una nube solitaria.
He descubierto el misterio velado
de la historia muerta.
Mistral, Sarmiento, Salomé, fueron poemas,
pero como trizas sus nombres se quebraron
y los injerté en proyección de fuerza y vida
haciendo de su ejemplo
algo más que su lírica poética:
un encuentro osado ante la vida
una maestra que encontró en su tiempo
la fuerza del poema,
para cantar las ruinas de un ayer-presente
y una cátedra dormida en cuna
de paisaje chileno, que hablaba de los niños
y el goce inestimable del pequeño servicio
De pronto mi pensamiento vigoroso y fuerte
Se estrelló con la lira.
Coqueteó con requiebros la expresión de las letras
y encontré en la mirada del alumno inquietante
que abordaba la espera
de algo más fascinante.
Mi mirada fue espejo
que no empañó la noche,
ni retorció el misterio.
Le aseguré el goce de una paz muy profunda
que se siente en la esfera
del que no se envuelve en sus propios delirios,
ni en sus risas de muerte.
Le hablé de la vida con sus tintes de rosas
y sus manchas de sangre.
Le expliqué que aprender
era más que colgar en la mente
la idea peregrina,
que aprender era entonces,
que la paz no se aniquila,
que es regalo perenne,
que la alcanzan aquellos
que se educan sirviendo
y que aceptan la vida con su signo de espera,
de dolor y sonrisa.
Mi cátedra, de pronto, recobró dimensión de horizonte
y abierta al mensaje de cascadas divinas,
le hice ver que educar, es saber darlo todo.