El exceso de positividad al que está expuesto el sujeto de la sociedad neoliberal da paso a lo igual, es lo que plantea el filósofo Byung-Chul Han en el libro “La expulsión de lo distinto”.

Un exceso de positividad que va provocando “rasgos destructivos” producto de la hiperconectividad a los medios digitales, las redes sociales y el exceso de información. En donde cada vez más el sujeto es menos consciente de los daños colaterales que esto implica.

Estos rasgos destructivos provocados por la hiperconectividad van desencadenando y consolidado en el sujeto alteración patológica, estado de depresión y dolencia física que se agigantan en la sociedad actual.

Un inconsciente que lo lleva a la destrucción, la cual no viene de afuera sino “que proviene del interior” de sí mismo, apunta el autor. Ese, que lo sumerge cada vez más hacia el aislamiento, la enajenación, la soledad y falta de empatía hacia el otro.

Y en esa autodestrucción, el sujeto termina siendo su propio verdugo y maltratado, carcelero y prisionero, amo y esclavo, torturador y torturado. Todo esto da paso a lo igual, lo cual termina siendo nocivo y autodestructivo para la salud física y emocional del individuo.

Para Han lo igual “no tiene contrincante”, porque es vacío, violento, lejano, infierno, deformador, comparativo; lo igual no tiene eco.

Lo igual conduce al sujeto a que las cosas pierden sentido de existencia y al mismo tiempo carezcan de paz. Al carecer de paz, no se reconcilie con nada, ni siquiera consigo mismo.

Lo igual en la sociedad neoliberal ha logrado que el sujeto cada vez más sea “inmune a todo”, carezca de asombro y en muchas ocasiones hasta de alma.

Lo inmune crea un “yo” que representa una carga, la cual no es libre, sino que se va debilitando su SER. La esencia del sujeto queda rendida a los intereses de quienes controlan el mundo, porque nunca termina de saciarse, va siempre hacia “una búsqueda interminable” por sus deseos y por lo de otro.

El “yo” se empeña en desvanecer el ¿por qué?, y al silenciar esa necesidad humana entran las frases autoritarias que siempre se suelen escuchar: ¡esto es así y punto! ¡Porque yo puedo¡ ¡porque soy la autoridad! o ¡porque soy yo quien manda!, y donde muchas de estas expresiones dan a luz al narcisista.

El narcisista es un superego que se robustece con su “yo”. Que al agigantarse termina siendo aterrador porque se ciega y se ensordece. Carece de lenguaje para debatir y negociar. Se centra y se explota a sí mismo; en donde toda su “existencia es una fatiga” apunta Han.

La figura del narcisista en este tiempo es un “yo” desconectado de toda realidad. Por eso, para Byung-Chul “los tiempos en los que existía el otro se han ido”, el otro es asfixiante y una amenaza para el “yo” y sus propósitos.

Una nueva cultura del “me gusta”, sucumbida a las banalidades, haciendo que muera el diálogo con el otro; esa que se rinde cada vez más al silencio, la lejanía y la soledad de la familia, el trabajo, el amigo y los políticos.

El filósofo surcoreano nos invita a que le demos la bienvenida a lo negativo, pero no a lo destructivo. La apertura a lo negativo permite que las cosas sean diferentes y se transformen.

Lo negativo crea conciencia. La conciencia representa el equilibrio y la armonía para pensar y tomar decisiones sabias. La conciencia no da paso a lo igual, al narcisista y a lo común, mucho menos a la destrucción de otro.

El otro “te vincula a la razón”, dando apertura al ¿por qué? Necesario en la búsqueda de toda inquietud humana. El ¿por qué? hace que el otro se acerque a la reflexión. El otro permite llevar a cabo “un proceso largo y lento” que nos conduce a la hospitalidad, la dedicación, el vínculo, la entrega y la paciencia.

La presencia del otro produce un acercamiento a lo distinto. Ondas de comunicación que son propias del lenguaje, en la que al interactuar con el otro permite comprender que hay un vincula que nos mueve y nos une con el otro, el cual es distinto.

Y en esa espera que solo lo da el tiempo, esa que es capaz de madurar, preservar y apreciar, permite estabilizar todo “rasgos destructivos” que van forjando-forzando-fomentando hacia una cultura de permisividad y de afirmación, la que cada vez más crean un sujeto más deshumanizante.

Byung-Chul Han entiende que solo «Eros es el único que está en condiciones de liberar al yo de la depresión… me arranca de mí mismo y me embelesa con el otro llevándome a él”. Eros es quien tiene el poder para que el yo y el otro pueda liberar esa carga que implica vivir en estos tiempos.

Eros es noble, puro, celestial, enigmático, distinto, cercanía, neutralizante, entrega y pureza. Para Han, ha llegado a ser “Un antidepresivo metafísico” que nos vincula a una comunidad de paz y convivencia con el otro. Porque al vincularse con el otro, todo vuelve a su principio natural, el amor hacia otro.