Eugenio de Js. Marcano Fondeur ocupa un lugar especial en la galería de los más sobresalientes  ciudadanos de la República Dominicana. Nació en Licey al Medio, Santiago, el 27 de septiembre de 1920; y murió en Santo Domingo, en septiembre de 2003. Sus grandes pasiones fueron ser maestro y el estudio de la naturaleza. De manera autodidacta, se dedicó a la investigación en disciplinas como la botánica, la entomología, la paleontología y la ecología. En Santiago, fue profesor de Botánica en la Escuela Normal Emilio Prud´Homme, del Liceo Secundario Ulises Francisco Espaillat y de la Academia Comercial Santiago. Desde 1955, compartió sus labores de maestro en San Cristóbal con las de curador del herbario de la Universidad de Santo Domingo. Fue profesor de Botánica y Entomología; director del Instituto de Investigaciones Zoológicas y Botánicas de la UASD (1964), director del Museo Nacional de Historia Natural (1978), entre otras funciones.

Marcano fue miembro fundador de la Academia de Ciencias, y de las sociedades de Botánica, de Entomología y de Orquideología, apéndices de dicha academia. Miembro de honor del CODIA y de las sociedades Mexicana de Entomología y de Investigaciones Paleontológicas de Estados Unidos… En su honor, varias especies vegetales y animales se distinguen con su nombre; también lo llevan el Museo de Historia Natural, el Jardín Botánico de Santiago y algunas calles y escuelas del país. Además, celebramos el Día del Biólogo en su fecha de nacimiento. En su homenaje, no faltaron los doctorados y profesorados honorarios, ni las numerosas placas y pergaminos de reconocimientos. Pero, el mayor premio a su obra fecunda y patriótica, su mejor cosecha ha sido su discipulado. Es que, tan grande fue en sus quehaceres, que sus alumnos de varias generaciones, sin que fuera tarea impuesta el procurar saber tanto de la naturaleza, siempre quisieron ser como él. Hasta el 2003, año en que  fallece, la cantera de sus discípulos convertidos en académicos brillantes, cuando les asaltaba la duda, siempre buscaban la luz visitando aquel rinconcito de las instalaciones de la Editora Universitaria que se reconocía como la cueva de Marcano.