Un claro de luna ilumina las pupilas. El primer movimiento de la sonata de Ludwig Van Beethoven lame con lengua sonora los dorados senos de la Maja desnuda.

Minutos antes un acorde de sol mayor, les rompe las vestiduras y el corset a la Maja vestida.

Goya y Beethoven. Mirar con los oídos. Escuchar con los ojos.

Contemporáneos, vivieron y crearon, pero no se conocieron; vidas paralelas la de Goya y  la de Beethoven, similares  a las de Edgar Allan Poe y Charles Baudelaire, como nos lo cuenta Julio Cortázar en su Prólogo a las obras completas de Edgar Allan Poe.

A los 17 años Beethoven hace su primer viaje a Viena, para estudiar composición con Mozart, Haydin y otros maestros.

A los 17 años Goya viaja por vez primera a Madrid, para ingresar a la academia de Bellas artes de San Fernando.

En sus obras, ambos artistas, afirman su libertad creadora tanto en las formas y en los sentidos que construyen en sus respectivas obras.

Buscan la vida sencilla de los campesinos, los temas populares y folklóricos en sus composiciones.

Para la Sinfonía Pastoral de Beethoven,  si se realizara un audiovisual con esta obra, los cartones y tapices de Goya serian la ilustración perfecta.

El primer movimiento de la sinfonía pastoral, Beethoven lo describe como: “Despertar de sentimientos alegres al llegar al campo”… esta primera secuencia podría graficarse con la Primavera o las Floreras, tapices de Goya, tanto por el tema como por los elementos compositivos.

Fusilamientos del 3 de mayo. Obra de Goya.

El segundo movimiento de la Pastoral, Beethoven lo titula: “Escena junto al arroyo”, y se puede relacionar con el tapiz Cazador junto a una fuente. Al final de este movimiento, escribe: “Diálogos entre pájaros…Un ruiseñor, una codorniz y un cuco”… esta segunda secuencia se podría graficar con el tapiz de Goya: Marica en el árbol.

El tercer movimiento, Beethoven lo describe como: “Reunión alegre de los campesinos”…  de la misma manera, esta tercera secuencia se podría representar con la fiesta de los personajes que aparecen en la Merienda, de Goya.

El cuarto movimiento de la sinfonía pastoral de Beethoven, el maestro lo describe como: ¨Tormenta o Tempestad” y se pude ilustrar con el tapiz de Goya la Nevada.

Así como la alegría después de la tormenta en la sinfonía es la misma alegría del tapiz de Goya Baile a la orilla del río Manzanares.

Beethoven armoniza cuatro canciones españolas con textos y melodías populares: Yo no quiero embarcarme. Una paloma Blanca, como la mariposa, y la Tirana se embarca, de la misma manera sus melodías y armonías se sincronizan a la perfección con el tapiz de la Gallinita ciega de Goya.

Las guerras napoleónicas producen un idéntico impacto en la conciencia revolucionaria y en la obra creadora de Goya y Beethoven.

La sinfonía heroica la cambia a marcha fúnebre cuando Beethoven se entera que Napoleón se declara Emperador, de la misma manera que Goya crea su serie de Desastres de la guerra, serie de pinturas que son la poderosa denuncia de la crueldad de las guerras napoleónicas.

Los metales y las cuerdas en crescendo, de la sinfonía Heroica, podrían ser el soporte sonoro de un plano secuencia de los Fusilamientos del 3 de mayo  de Goya…

Las sonatas, la sinfonía en sí bemol, los cuartetos de cuerdas, obras musicales de una complejidad tal tanto en su estructura compositiva,  en la melodía  y en su armonía, que aún hoy gozan de una contemporaneidad que asombra, análoga  a los caprichos de Goya, los sueños de la razón produce monstruos. El perro semi hundido, el aquelarre, Saturno devorando a sus hijos, hacen de Goya, un expresionista y un surrealista, más allá de cualquier vanguardia.

Semejantes y diferentes, unidos por la música y la pintura,  por el sueño de una música de colores para el ojo o una música visual para el oído, hacen de estos dos grandes  creadores los precursores de una música que se pueda escuchar con los ojos y de una pintura que pueda mirarse con los oídos.

El ojo y el oído son alas de un mismo pájaro.

“El amor es el ojo que mira el objeto amado”, nos indica Plotino en las Eneadas. (Pág, 31). El ojo no podría ver el sol, si no fuera en cierto modo un sol.

“Y siendo el Sol foco de luz y este símbolo de la inteligencia y el espíritu, el acto de ver expresa una correspondencia de la acción espiritual”…

“El más claro de nuestros sentidos. La más aguda de las sensaciones que nos llega al cuerpo por medio de los ojos”… Nos confiesa Platón en el Timeo… (Pág. 56).

Lo que se oye mueve al ánimo, todavía más de lo que se ve.

María Zambrano.

“Recogida en misma, todo mi ser se hizo un caracol marino Tan sólo oír y nada más”, reclama María Zambrano. En Saberes de alma.

Lo que se ve es música, lo que se oye es imagen.

En el escuchar se ve lo más penetrante y hondo de la atención, la decidida atención que el simple ver no requiere, pero al escuchar con atención, se empiezan a abrir ojos en la frente, en el cuerpo y en el alma, múltiples ojos como el Argos del Mito o los Ángeles del Apocalipsis, muchos ojos para ver paisajes de colores, los reinos del sonido de la imagen y del color, música para los ojos, colores para el oído.

Así aparecen los dioses que todo lo ven y los dioses que todo lo escuchan. Los Apolo y Dionisio de los misterios órficos y eleusinos, habitantes del laberinto: Teseos, Ariadnas y Minotauros unidos por el hilo de la música, perdidos en el laberinto de las imágenes y de los sonidos.

Ojos y oídos divinos, en el mismo centro de la música, que están dormidos en la espiral sonora, en el cuerpo y en el alma de todos los hombres.

Vivir y oír. Vivir y ser visto. Oídos y ojos. Palabra y logos. Música de los colores. Paisaje sonoro.

Los sonidos y los colores, son vibraciones en distintos campos de energía que recibimos a través de los oídos y de la vista.

En ellos se rebela la música o la escena que se mira como: ritmos, sonidos, colores, melodías y armonías, y sus correspondencias y analogía con un vacío sonoro, un espacio tiempo que los significa  y los crea…

Kandinsky, nos regala la intuición de que un cuadro se debe componer como una sinfonía y debe  percibirse  también como una sinfonía de los sentidos y de los colores.

Wassily Kandinsky: Azul, amarillo y rojo. 1925.

Quedarse sordo, al músico, después de superar la tragedia que casi lo lleva al suicidio,  le obliga  a escuchar la música con los ojos del alma.

Al otro, al pintor, el quedarse sordo le obliga a ver los colores  y el paisaje como si fueran música…

Los sonidos se le vuelven luz última y primera…

Los colores voces y cantos de una música antigua y olvidada…A los dos se les va borrando el nombre de las cosas.

Lo  real es música y color. Esa mujer es la lluvia, y la lluvia una mujer que canta…

Limpio de penas y de llorar. Inocentes, mirando y escuchando al mundo con oídos y ojos nuevos.

Ahí están para siempre enseñándoles a los hombre que vendrán a escuchar con los ojos, y a oír con la mirada.