Considerado uno de los más preclaros intelectuales de Colombia del presente, autor de una vasta obra ensayística, poética y novelística, en la que sobresalen, a un tiempo, la gracia verbal y el pensamiento mágico, William Ospina (Padua, Tolima, 1954) es acaso el prototipo del escritor de sensibilidad neorromántica, pero de mirada horizontal sobre el destino humano, el medio ambiente, la paz, la historia, Colombia y el futuro de las humanidades.
Laureado y celebrado autor –que habla como escribe y escribe como habla– poeta, ensayista, novelista y traductor, ganador del Premio Rómulo Gallegos de Novela, por El país de la canela 2008, el Casa de las Américas de Ensayo 2003, por Los nuevos centros de la esfera y el Premio Nacional de Poesía por El país del viento 1992, Ospina ha sido calificado por Gabriel García Márquez como uno de los mejores escritores de Colombia. Esta es una breve entrevista sobre su trayectoria literaria y su quehacer intelectual.
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- El desorden, la pérdida del sentido de lo sagrado, el caos moral, el terrorismo, el fin de la noción de progreso y el tiempo lineal apuntan a la afirmación de que “es tarde para el hombre”, como el título de uno de tus libros. ¿Por qué “es tarde para el hombre” y temprano para Dios?
Como escribió Neruda, “la tierra hizo del hombre su castigo”. Nuestra civilización moderna ha llenado de arrogancia a la especie, ya no veneramos nada, ya nada es sagrado, la tierra es una bodega de recursos, y pronto se convertirá sólo en un basurero. Es tarde para seguir creyendo que el hombre es la criatura superior de la naturaleza, al contrario, es la única criatura que no respeta el misterio, que modifica y degrada el mundo. Barba Jacob decía que el cordero “ajusta su ser a la eterna armonía”; el ser humano sólo puede decir de sí mismo, como Baudelaire, “¿no soy acaso un falso acorde de la divina sinfonía?”
- Te defines como un pensador romántico, un post-nietzscheano o un post-marxista?
No me atrevo a definirme, y menos como un pensador. Hay ideas de Marx que hay que valorar todavía y muchas que hay que discutir. En cuanto a Nietzsche, todavía está lleno de poder, de fuerza, de capacidad de conmovernos y de despertarnos a los peligros de la época. Cada vez son más visibles las cosas que presentía.
- En tu obra ensayística y poética abundan los retratos literarios, el arte de la biografía, ¿por qué?
Creo que la obra de un autor puede disfrutarse sin que sepamos nada de él, pero que se enriquece mucho si sabemos algo. No sabemos nada de Homero, pero querríamos saberlo todo, y siempre tenemos la tentación de deducir a Shakespeare del tumulto de sus personajes, atrapar confesiones personales en el torrente de sus palabras.
- Octavio Paz dijo una vez que los poetas no son novelistas. ¿Qué opinas?
Creo que no conviene dictaminar. No podemos negar que Víctor Hugo era poeta y novelista, Wilde era poeta y novelista, Joyce era poeta y novelista, Octavio Paz no sé qué era.
- ¿Qué pesa más en tus ensayos? ¿La poesía o la filosofía? ¿El sentimiento o la razón, la melancolía o la esperanza?
Creo que en un ensayo se necesitan por igual la memoria y el pensamiento, la emoción y la sensibilidad, la imaginación y el ritmo. Curiosamente, son las mismas cosas que se necesitan para el poema, pero en el ensayo prima la reflexión y las otras cosas son complementarias, en el poema no prima nada, todo debe estar en la misma tensión, todo debería ser a la vez sombra y luz, revelación y misterio.
- ¿Son tus héroes “esos extraños prófugos de occidente”?
Sí, ciertamente lo son, pero podría ampliar mucho esa lista de mis héroes. Tendría que poner a Borges, a Shakespeare, a Dante, a Homero, a Rimbaud, a Baudelaire.
- ¿Qué sientes por Hölderlin, Rimbaud, Byron, Neruda, Darío, Borges y Shakespeare?
La pregunta es breve pero la respuesta sería larguísima. Hölderlin es el poeta más lúcido de Occidente en los tiempos modernos, Rimbaud le devolvió su incandescencia a la poesía, Byron le devolvió su vocación heroica, Neruda fue un poeta del amor, un poeta de la justicia social, un gran experimentador, y un profundo poeta de la naturaleza, Darío reinventó la lengua española, Borges, como dijo un francés, es el guardián de las bibliotecas planetarias y el que mejor ha utilizado la imaginación para pensar y el pensamiento para soñar. Shakespeare parece agotar las posibilidades de lo humano.
- ¿Escribiste Ursúa en un laboratorio o surgió de una pasión, un impulso estético o, por el contrario, se escribió a sí misma?
Si pienso ahora en los tiempos en que escribía esa novela, me veo a la vez viajando por el continente, mirando montañas, ríos, selvas, mares, y encerrado en un gabinete de palabras. Sí lo siento como una aventura a la vez de la carne y del lenguaje, y creo que escribirlo modificó mi vida.
- En la postmodernidad prolifera en la atmósfera intelectual el juego de palabra, la desaparición de los “grandes relatos” (como dijo Lyotard), el poder ya no está en el centro sino en cualquier lugar del espacio o de la circunferencia. En ese sentido, William, ¿dónde están los “nuevos centros de la esfera”?
Yo diría que ahora el centro no es el Ganges sino el agua, no es el Vaticano sino los árboles, no es Atenas sino toda reunión de vecinos, no es Roma sino la memoria, no es Ulises sino el mar. Todos somos los protagonistas, y, como dijo Conrad, “no hay lugar de esplendor ni oscuro rincón sobre la tierra que no merezca una mirada de admiración o de piedad”.
- Ante el crepúsculo de la razón, la crisis de una perspectiva espiritual y la mezquindad humana, ¿qué lugar ocupa la poesía?
La poesía es como nunca una trinchera de resistencia de la riqueza y de la diversidad del mundo contra las simplificaciones de la razón, contra las obscenidades del lucro y contra la sordidez de la contabilidad.
- ¿Ha contribuido la situación política y social de Colombia a forjar tu temperamento intelectual, tu conciencia estética, el carácter de tu pensamiento y tu sensibilidad?
No estoy muy seguro de haberme “forjado” en ningún sentido. Pero sí creo que me ha tocado resistir en un medio difícil.
- ¿Eres utopista? ¿Te sientes un optimista activo, un pensador melancólico o un nihilista esperanzado?
Ahora me interesa más el camino que la meta. Rilke escribió: “¿Quién habla de triunfar? Sobreponerse es todo”. Creo que es del modo como vivamos nuestro presente de lo que depende todo el futuro, y cada quien es responsable.
- ¿Escribir ensayos biográficos es una forma de pagar deudas o curar angustias de viejas influencias?
Para mí las deudas literarias son impagables, y las viejas influencias son lo mejor que podemos tener, de modo que no deben generar angustia. Pero le creo a Hölderlin cuando dice que la labor del poeta consiste en celebrar y en agradecer. Escribir es celebrar y agradecer.
- William, leyendo tus ensayos, pienso que son la prolongación de tu poesía, como en Octavio Paz, por ejemplo, pero tus frases tienen una sintaxis no entrecortada ni breve, sino expansiva, con un tono narrativo y descriptivo, que anuncian, tu novela Ursúa. ¿Qué te pareces? ¿Me equivoco?
A mí la poesía me ha llevado al ensayo y el ensayo me ha llevado a la novela. Y cada vez tengo más la tentación de escribir libros que no sea fácil clasificar, que a veces sean ensayos, a veces sean narraciones, a veces sean poesía. Para burlar un poco la superstición de los géneros, y para hacer rabiar sanamente a los legisladores del arte.
- Dices en uno de tus libros que tus ensayos “procuran pensar, pero que van más allá del pensamiento y que no esquivan el sueño, la especulación, el delirio, más de una vez quisieron ser relatos y ser poemas”. ¿Asumes la máxima de Novalis que dice que “el hombre es un Dios cuando sueña y un mendigo cuando razona”? ¿Cuál es pues tu concepción del ensayo? ¿Para qué sirve (o te sirves) como pensador de gran erudición que eres, pensador crítico y escritor apasionado de la historia, los mitos, las metáforas y los sueños?
Gracias por esas palabras generosas. Yo preferiría decir que escribo ensayos porque necesito reflexionar, y que utilizo referencias culturales exclusivamente para ayudarme a pensar, no por exhibir una erudición que en realidad no tengo. Si pienso en algunos hombres sabios que he conocido, siento vergüenza cuando oigo decir que soy un pensador o un erudito.
- Siento que tus ensayos son muy orales, que tienen el sabor de tu conversación, el ritmo de tu habla. ¿Es así?
Me encantaría que fuera así. En realidad, me gustaría ser un buen conversador, y dedicar mucho tiempo a hablar con personas interesadas en los mismos temas, aprendiendo de ellas, encontrando luces para la vida.
- ¿Qué lugar ocupa la memoria en tu poesía y en tus ensayos?
Creo que es el surco, el humus y la arcilla.
- Al llegar y salir de Santo Domingo, por primera vez, ¿qué sentiste? En tus búsquedas míticas y sustratos históricos como materia de tus novelas históricas ¿te has servido conocer la antigua ciudad de Santo Domingo, la primada de América? ¿Cómo la conociste o la soñaste? ¿Te pareció una prolongación cultural, fantástica e imaginaria del Caribe colombiano? ¿O el “centro de gravedad de lo increíble”, como la definió García Márquez?
Lo que más recuerdo de Santo Domingo es la claridad, la luz sobre las piedras, el mar muy azul, la vecindad de la historia. A veces tenía la sensación de que iba a ver en el presente las cosas que ocurrieron en el pasado. Recuerdo que visité la fortaleza donde estuvo Gonzalo Fernández de Oviedo, y me pareció sentir su presencia por todas partes. Un día vi un desfile militar desde la ventana del hotel, y soñé que lo que veía eran los barcos de la leyenda del Caribe, había una máscara africana colgada de un farol, y el mar se veía detrás en los ojos y en la boca. Después, al anochecer, hubo fuegos de artificio sobre el mar, todo era un poco fantástico. Tengo los mejores recuerdos.
- Veo en tus ensayos un recurso que usó Borges y que aprendió de Whitman, y es el de la enumeración. En aquellos en los poemas y en ti en los ensayos, es decir, recursos de encadenamientos de imágenes, ideas, metáforas y conceptualizaciones. ¿Qué tú opinas?
En otros tiempos los escritores hacían largas descripciones, querían atrapar el universo describiéndolo minuciosamente, pero como el universo no es verbal y no es lineal, todo se perdía en la distancia, en el hilo del lenguaje. Whitman y sobre todo Borges, recurren a la enumeración, a veces a la enumeración caótica, es decir, heterogénea, y creo que da buen resultado si se logran los contrastes adecuados, la magia de las aproximaciones sorprendentes.
- Tu libro sobre Bolívar. ¿Es una biografía novelada? ¿Qué tanto le debes a El general en su laberinto para la concepción de este maravilloso libro?
No creo que sea una biografía novelada. Sólo se detiene en algunos momentos de la vida de Bolívar. Es una suerte de selección de momentos para reflexionar, para hacer preguntas, para tratar de entender a la vez al personaje y a su época. Es una interrogación un poco espasmódica, y hay un casi involuntario cambio de tono y de perspectiva de unos capítulos a otros. Ahora siento que eso me ayudó a verlo de una manera más compleja, cambiando de ángulo y de ritmo a medida que avanzaba. Lo que principalmente le debo a García Márquez es su certeza de que Bolívar es un gran personaje literario.