“Me pregunto si la gente se da cuenta del daño que le hace el ruido”.

Sabato es uno de los escritores latinoamericanos más reconocido debido a su
prolífica producción literaria, social y filosófica. Autor de meritorias obras, por
ejemplo, Sobre héroes y tumbas, El Túnel, Hombres y engranajes, Antes del fin,
Abaddón el exterminador, Uno y el Universo, entre otras. También cultivó otra
rama artística, «la pintura», en la cual dejó perturbadores retratos de si mismo que
muestran su laberíntico estado mental que lo acompañó toda la vida.

Para nadie es un secreto que Ernesto Sabato sufría de un trastorno de psicosis
depresivo crónico que provocó en su estado emocional y físico la imagen ausente
de una persona pasiva, meditabunda y distante, preocupada por la sociedad que
vio desarrollarse y que en sus años de vejez desconocía totalmente, pero que, aun
así, mantenía una postura firme. En una entrevista que le hicieron en su hogar en
el año 1994 expresó que al levantarse podía estar dos horas mirando a través de
la ventana del estudio, mientras iba amaneciendo y haciéndose a la idea de un
nuevo día.

Quienes han leído las obras de este destacado pensador, saben muy bien, que
todas las imágenes mentales que lo atormentaban están impregnadas de
diferentes maneras, como tatuajes en la piel, en cada una de sus obras y de sus
pinturas. Fruto de estas reflexiones filosóficas nace su libro de ensayo social-
filosófico, La resistencia, publicado en el año 2000. La Resistencia es un libro que
denuncia en seis capítulos titulados: (Los pequeños y los grandes, Los antiguos
valores, Entre el bien y el mal, Los valores de la comunidad, La decisión y la
muerte, La resistencia) las diferentes facetas humanas en su desarrollado social-
evolutivo.

En este artículo que desarrollo a continuación y que surge del primer título (Los
pequeños y los grandes) del libro anteriormente mencionado, haré un análisis en
general de las preocupaciones que su autor plasmó en las sociedades de ese
momento y en las sociedades posmodernistas de las épocas venideras, producto
de la evolución social y cultural que experimentaba el mundo.

(Los pequeños y los grandes): en este trabajo se pone de manifiesto el
comportamiento humano en medio de una evolución social-tecnológica que a su
paso marchita los pétalos más hermosos de una cultura argentina y mundial
tradicional y que Sábato, anhela que nada en ella sea modificada, pide a gritos que
cada hombre o mujer se resista a los difusos cambios de la sociedad moderna que
él aborrece.

Como su titulo lo indica: este ensayo es un conjunto de reflexiones
sociales y filosóficas que se resisten a las transformaciones de un venidero mundo
moderno y desconocido que romperá con los moldes del tradicionalismo imperante
de la época; el autor argentino valiéndose de una punzante crítica expresa su
inconformidad con relación a la vida cambiante que la sociedad argentina de ese
momento estaba experimentando y que poco a poco se iban adueñando de la
cotidianidad de la sociedad argentina y del mundo. Por ejemplo, la aparición de la
televisión, y el uso exagerado de las radios en los lugares públicos, hace que Los
pequeños y los grandes sea un grito a la tranquilidad, una negación a los avances
tecnológicos, un desahogo para el propio espíritu de su autor y un respiro para su
conciencia.

A continuación, podemos ver qué tanto molestaba a Sábato estos cambios
auditivos y visuales, en este comentario
.

“Al ser humano se le están cerrando los sentidos, cada vez requiere más
intensidad, como los sordos. No vemos lo que no tiene la iluminación de la
pantalla, ni oímos lo que no llega a nosotros cargado de decibeles, ni olemos
perfumes. Ya ni las flores los tienen. Algo que a mí me afecta terriblemente es el
ruido.

Hay tardes en que caminamos cuadras y cuadras antes de encontrar un lugar
donde tomar un café en paz. Y no es que finalmente encontremos un bar
silencioso, sino que nos resignamos a pedir que, por favor, apaguen el televisor,
cosa que hacen con toda buena voluntad tratándose de mí, (…) en todos los cafés
hay, o un televisor, o un aparato de música a todo volumen. Si todos se quejaran
como yo, enérgicamente, las cosas empezarían a cambiar. Me pregunto si la
gente se da cuenta del daño que le hace el ruido, o es que se los ha convencido
de lo avanzado que es hablar a los gritos. En muchos departamentos se oye el
televisor del vecino, ¿cómo nos respetamos tan poco? ¿Cómo hace el ser humano
para soportar el aumento de decibeles en que vive?”. (La Resistencia, página 16
de la edición del año 2000, Seix Barral)-

En este texto vemos a un Sábato molesto, que desea salir por la ciudad y poder
encontrar un lugar silencioso en el cual pueda dejar volar su mente sin ningún tipo
de distracción moderna. Ver a personas, quizás leyendo un periódico o un libro y
no verlos absortos mientras son devorados por la redonda pantalla de una
televisión o quedando sordo por la contaminación sónica de una bocina a todo
volumen. También vemos a un Sábato revolucionario decidido a enderezar las
riendas de la endeble sociedad que lo consume, cuando dice:

“Si todos se quejaran como yo, enérgicamente, las cosas empezarían a cambiar”. Si en ese
momento hubiera encontrado varios colaboradores dispuestos como él a poner un
paro al nuevo estilo de vida de su país, sin duda alguna, en este tiempo lo
hubiéramos visto, en fotos y vídeos, manifestando en las calles el mal que estos
nuevos aparatos eléctricos les estaban causando al cerebro humano.

No quiero ni imaginar qué sería de Ernesto Sábato si viviera en este nuevo
tiempo en donde el ruido del mundo de una u otra manera lo sentimos en cada
hueso de nuestro cuerpo, en el aire que respiramos y en los pálido y amarillos
rostros de muchas personas; un mundo en donde los aparatos celulares se han
convertido en otra extremidad del cuerpo humano, en donde cinco minutos sin
revisar el WhatsApp, el Facebook, el Twitter, el Instagram, el Tic Toc, el YouTube
y varias plataformas adictivas más es como si fuéramos peces fuera del agua, en
donde es difícil ver una familia comiendo en paz y dialogando, sin levantar el
celular y siendo hipnotizados por él. Sábato expresa lo siguiente sobre este
particular, pero con relación al uso de la televisión al momento de estar reunidos la
familia y amigos:

“Y la vuelta a la casa, la hora de reunimos con los amigos o la familia, o de estar
en silencio como la naturaleza a esa misteriosa hora del atardecer que recuerda
los cuadros de Millet, ¡tantas veces se nos pierde mirando televisión!
Concentrados en algún canal, o haciendo zapping, parece que logramos una
belleza o un placer que ya no descubrimos compartiendo un guiso o un vaso de
vino o una sopa de caldo humeante que nos vincule a un amigo en una noche
cualquiera”. (La Resistencia, página 21 edición 2000, Seix Barral).

La realidad es que los avances tecnológicos, grandes o pequeños (como el
invento de una afeitadora inalámbrica, o la creación de un automóvil que se
estaciona sólo), se quiera o no, siempre serán partes del desarrollo humano,
incluso ahora vemos películas clásicas de ciencia ficción que los avances que
para esa época eran revolucionarios y muchos incluso ficticios, hoy en día, forman
parte del museo de objetos tecnológicos descartados; así de avanzados estamos
y todavía, con todo lo que tenemos, sentimos que ahora es que estamos abriendo
los ojos y lamentablemente es la realidad.

El futuro de la sociedad humana es: rascacielos de cristales que se pierden en las
nubes, automóviles voladores, estaciones espaciales en las cuales podemos
comprar un boleto para ir a las colonias humanas en Marte, Júpiter y la Luna como
si se tratase de viajar en avión, quizás explorar otras galaxias con naves súper
desarrolladas; un futuro en donde enfermedades letales, como el cáncer, con
tomarse una pastilla, una palmadita en las nalgas y ponerse una inyección son
eliminadas para siempre; en donde los robots son nuestras servidumbres,
mientras uno se la pasa engordando y muriendo-quizás nunca…Porque
encontramos la manera de vivir para siempre, de romper la ley divina, de ser
pequeños dioses, ese es el futuro que hoy en día nos están vendiendo, pero nuestra situación social-política y ambiental, a nivel global, nos muestra un futuro
no tan diamantino, sino más bien un panorama futurista apocalíptico idéntico al de
la película El Libro de los secretos, aunque sin la presencia de un valiente
protagonista dispuesto a dar su vida por preservar la palabra de Dios.

Pero de una u otra manera estamos viviendo un pequeño fragmento de ese futuro
de ciencia ficción, quizás las nuevas generaciones actuales no lo ven así, y
tampoco nuestros abuelos y padres estén tan sorprendidos, pero para nuestros
antepasados, (los nuevos tiempos que vivimos, pasados y presentes), sí sería ese
futuro, en ciertos aspectos, que deseaba la humanidad de esas épocas, en donde
el hombre piso la superficie de la luna y en donde el hombre, con una gigantesca
arma nuclear, quemó la vida y la tierra y finalmente renació de las cenizas para
seguir haciendo daño; por ejemplo y para no irme más atrás en la historia: si en la
Edad Media hubiera aparecido un sujeto (por ejemplo, un profeta) diciendo que en
el siglo XX los cielos estarían plagados de máquinas voladoras con personas en
su interior, o, que en el siglo XXI las personas, no importa en qué lugar del globo
estén, pueden verse por medio de un aparato tan pequeño y frágil como lo es un
celular y también hablar por él, estoy seguro, que la Santa Inquisición hubiera
hecho una buen asado con su cuerpo blasfemo.

Los avances tecnológicos siempre estarán y seguirán apareciendo, porque el ser
humano siempre está en busca de nuevos descubrimientos e inventos que dejen
obsoletos los que ya tenemos y que pocas veces valoramos; por ejemplo, la
televisión que para Ernesto Sabado en su época era una terrible pesadilla, hoy en
día se ha convertido en un objeto decorativo: las tablets, computadoras, celulares,
etcétera, han hecho que sentarse por horas a ver televisión sea un pasatiempo
extraño y hasta aburrido, porque hay demasiadas distracciones que terminan
robándoles la atención a todo el mundo. Lo que me pone a pensar, que finalmente
la revolución de Sábato en Los pequeños y los grandes para que las personas
dejaran de ver televisión dio resultado, por fin la humanidad ha dejado, casi en el
olvido, el uso enfermizo de la televisión y ha desviado su mirada a otras cosas, por
ejemplo, el internet, pero lamentablemente, internet que pudiera estar siendo
explotado en masa para sacar provecho en el crecimiento educativo, es utilizado
para otros fines pocos ortodoxos. Ernesto Sábato expresa sobre el tema del uso
del teléfono lo siguiente.

“Nuestro tiempo cuenta con teléfonos para suicidas. Sí, es probable que algo se le
pueda decir a un hombre para quien la vida ha dejado de ser el bien supremo. Yo
mismo, muchas veces, atiendo gente al borde del abismo. Pero es muy
significativo que se tenga que buscar un gesto amigo por teléfono o por
computadora, y no se lo encuentre en la casa, o en el trabajo, o en la calle, como
si fuésemos internados en alguna clínica enrejada que nos separara de la gente a
nuestro lado. Y entonces, habiendo sido privados de la cercanía de un abrazo o de
una mesa compartida, nos quedaran “los medios de comunicación”.

Solo nos queda esperar para ver cuál será la evolución social que nos
proporcionará el futuro. Quizás no sea el regreso la Era de las cavernas.