El premio Alfaguara de Novela correspondiente al año 2023 fue otorgado el pasado 19 de enero a la obra Cien cuyes del escritor peruano Gustavo Rodríguez Vela. En toda la historia de este premio, solo un escritor de origen peruano lo había ganado y fue en el año 2006, el ganador fue Santiago Roncagliolo, quien se alzó con el citado premio por su obra (Abril rojo). Ahora Vela se convirtió en el segundo escritor peruano en recibirlo.
Algunas palabras del acta del jurado fueron:
“El 19 de enero del año 2023, en Madrid un jurado, presidido por la escritora argentina Claudia Piñeiro y compuesto por el periodista y escritor español Javier Rodríguez Marcos, la editora y traductora argentina Carolina Orloff, el librero de Letras Corsarias, en Salamanca, Rafael Arias García, el escritor español Juan Tallón, y la directora editorial de Alfaguara, Pilar Reyes (con voz pero sin voto), (…) otorgaron el Premio Alfaguara de Novela 2023 a la novela (Cien cuyes)”.
El jurado ha destacado que «Cien cuyes es una novela tragicómica, situada en la Lima de hoy, que refleja uno de los grandes conflictos de nuestro tiempo»
El galardonado, al recibir la noticia, algunas de sus palabras fueron:
“La mejor noticia que se podía tener en un día que no se augura muy bueno”.
Gustavo Rodríguez Vela nació en Lima, en 1968, ha publicado las novelas La furia de Aquiles (2001), La semana tiene siete mujeres (2010), Treinta kilómetros a la medianoche (2022), así como un volumen de relatos, Trece mentiras cortas (2006), diez años de sus artículos publicados en El comercio, reunidos en la obra Traducciones peruanas (2008). Ahora, este importante reconocimiento forma parte del Premio Herralde y el Premio Planeta-Casamérica, de los que el escritor fue finalista.
Gustavo Rodríguez aceptó humildemente que le hiciera algunas preguntas sobre su trayectoria y su obra. Sin más nada que agregar, aquí les dejo tan interesantes respuestas.
C. Gustavo, ¿podría decirnos cómo fue su desarrollo juvenil?, y ¿cómo era el Perú de su infancia?
R. Nací en la capital del Perú, pero mi patria chica, la de mis primeras veces, fue Trujillo, una ciudad al norte de mi país, donde crecí en un barrio clasemediero y asistí a un colegio religioso de hombres: la olla de una sociedad conservadora.
C. ¿Cómo fueron sus inicios en este inmenso universo creador de ficciones que llamamos literatura?
R. Le debo mi ingreso a la literatura a una chiquilla de 15 o 16 años que me leía un libro todas las noches en casa de mi abuela paterna: “Los titanes de la literatura infantil”. Gracias a ella, a María, nació entre mí y ese artefacto llamado libro un lazo emocional que luego fue imposible de cortar. Luego, pasar de ser un lector a alguien que quería emular a sus héroes literarios constituyó un paso mediado por la ingenuidad y las ganas.
C. ¿Cómo nace Cuentos de fin de semana, el libro que lo introduce en la literatura?
R. Nació, precisamente, durante los fines de semanas en la época en que tenía entre 27 y 28 años. Yo vivía de escribir anuncios, pero en esa época emergió en mí, de nuevo, el adolescente que había escrito relatos por puro gusto en la Remington de su padre. El título de ese librito proviene de allí, justamente, de esos días robados al trabajo oficial.
C. Desde su punto de vista, ¿qué es lo más importante que se debe tomar en cuenta a la hora de escribir?
R. Que no le debemos explicaciones a nadie, ni debemos temer a alguna reacción. La escritura es un acto muy íntimo en el que debemos serle fieles a nuestras tripas. Lo demás, ya son aspectos técnicos que se adquieren tras la larga práctica de esta artesanía.
C. El premio Nobel de Literatura, el portugués José Saramago, en una ocasión dijo: “Yo no decido sobre lo que voy a escribir. No, yo espero a que algo ocurra”. Partiendo de la filosofía de este gran escritor, le pregunto: ¿Cuál es el momento en que Gustavo Rodríguez sabe que está listo para iniciar la creación de una nueva historia?
R. Cuando puedo enunciar el argumento como si fuera un titular de noticiario.
C. Tomando en consideración que antes de ser escritor primero se debe ser lector (lógicamente), o haciendo justicia a la frase de Jorge Luis Borges que dice “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”, nos gustaría saber, ¿cuáles lecturas y autores le sirvieron de influencias en su formación como novelista?
R. Es una pregunta difícil de responder, porque sufro una condición mediante la cual suelo olvidar, en un plano consciente, todo lo que leo.
Sin embargo, sí recuerdo los autores que me hicieron querer escribir cuando era un chiquillo: Julio Verne —de niño—, y luego Cortázar, Rulfo, Borges, Bryce Echenique y, sobre todo, otro peruano: Julio Ramón Ribeyro.
C. Perú es cuna de grandes representantes de la literatura universal, por ejemplo: es tierra del gran poeta César Vallejo, y del ilustre novelista José María Arguedas, madre de uno de los grandes representantes del cuento latinoamericano: Julio Ramón Ribeyro y por supuesto… Patria de Mario Vargas Llosa premio Nobel de Literatura, entre muchos otros escritores relevantes. Nos gustaría saber, ¿cuáles escritores peruanos, de generaciones recientes, considera que en un futuro puedan llegar a cosechar valía internacional y que, por supuesto, recomienda leer?
R. Esta pregunta es aún más complicada, porque seguramente olvidaré nombres valiosos. Quizá, para amenguar en algo la injusticia que indefectiblemente voy a cometer, deba referirme a mi generación, de fines de los 60, a la cual he sentido algo postergada: Ricardo Sumalavia, Enrique Planas, Javier Arévalo, Karina Pacheco…
C. ¡Hablemos de Cien cuyes…! ¿Cómo inició la creación de esta galardonada novela? ¿Y por qué el título Cien cuyes?
R. El germen de Cien cuyes tiene varias aristas, la más general tiene que ver con la edad de quien la ha escrito. Estoy en un momento de mi vida en el cual llevo transitada gran parte de la carretera: puedo ver atrás, y también puedo intuir lo que me espera más adelante. Esta sería una primera razón.
Una segunda tiene que ver con que, al estar en ese punto de la vida, uno ve a sus padres, a sus tíos y a sus mentores languidecer; entonces, es inevitable pensar que uno en algún momento va a estar en esa situación.
En tercer lugar, la pandemia que hemos vivido fue particularmente cruel con los ancianos que tuvieron que verse en soledad. Sin embargo, una capa adicional muy importante fue introducida por la muerte de mi suegro hace algo más de un año: un hombre que siempre vivió con dignidad y que tuvo una muerte a la altura de ella.
Todos estos ingredientes, creo yo, me llevaron a escribir esta novela que trata sobre la soledad de los ancianos y el derecho a una muerte digna.
C. En varios artículos se describe Cien cuyes y usted mismo lo ha manifestado, como una historia tragicómica, situada en la Lima de hoy y que refleja uno de los grandes conflictos de nuestro tiempo. ¿Podría hablarnos un poco del tema que la envuelve? Ya que sabemos que actualmente, existen grandes conflictos, fruto de tantas dificultades que social y políticamente vive el mundo, muchas veces causados por políticos que no ven más allá de sus propias narices.
R. ¡En efecto…! El gran conflicto que enfrenta la novela es el hecho de que vivimos en una sociedad que cada vez es más longeva, con muchos más ancianos que viven más tiempo y que también viven ese tiempo en manos del olvido.
Por otro lado, siempre he abogado por el derecho a una muerte digna, y hoy con más fuerza que antes, puesto que vivimos, en algunos países de nuestra región, con gobiernos conservadores que tratan de regular hasta ese momento tan íntimo y postrero. Yo, como escritor, no hago más que rebelarme contra eso: considero que si no elegimos dónde o en qué circunstancias nacer, por lo menos deberíamos elegir en qué circunstancias morir.
C. El premio Alfaguara de novela, es sin lugar a dudas, el galardón que todo novelista desearía ganar, no solo por su peso en metálico (que, aunque es generoso) su gran valor radica en el renombre que le da al ganador y por supuesto, dicho premio es una vía lineal que puede, o no, llevar al galardonado a ser tomado en cuenta como futuro candidato para el premio Nobel de Literatura. Gustavo, tomando esto en consideración; cuando recibió la llamada y le informaron que era el ganador del premio Alfaguara de Novela año 2023 ¿Cuál fue su primera reacción? ¿Qué pasó por la mente de Gustavo Rodríguez al escuchar esas palabras?
R. No creo que exista una correlación entre premios de novela o cuento y el Nobel (Ríe)…Mi primera reacción al escuchar que se me otorgaba el premio Alfaguara fue de estupefacción en medio de la somnolencia, porque me enteré por una llamada desde Madrid a las 4:20 de la madrugada, un jueves. Me había acostado sin esperanza alguna, porque pensaba que se le avisaba al ganador con más antelación; luego, a esa estupefacción se le añadió el nerviosismo de tener que estar a la altura de la ceremonia que venía sorpresivamente y luego, también, la gratitud por el cariño que empecé a recibir. ¡Creo que todavía me estoy acostumbrando a la idea!
C. No cabe duda, de que su creación literaria tiene que ser estudiada por la comunidad lectora y por los noveles jóvenes que están dando sus primeros pasos en este importante género. Sus logros hablan por sí solos “La risa de tu madre” fue finalista del premio Herralde de Novela en el año 2002. También fue finalista del prestigioso Premio Planeta por “La semana tiene siete mujeres” (2009). ¿Qué sintió al ser estas las primeras novelas de su autoría tomadas en cuenta por los jurados de estos importantes premios?
R. Siempre he sido un autodidacta en todo lo que he acometido en la vida: no estudié literatura, tampoco llevé ningún tipo de aprendizaje en aulas o talleres respecto a la creación literaria, todo lo he hecho intuitivamente. Una gran escritora peruana ya fallecida, Laura Riesco, decía que ella no era una escritora, sino “una mujer que escribe”; en mi caso, más bien, soy un animal que escribe. Creo que cuando sometí mis primeras novelas a concursos internacionales fue para recibir algún tipo de señal de que mi intuición me hacía más o menos competente en esta larga artesanía. Fue por ello, creo, que aquellas veces coloqué mis novelas en concursos; desde entonces no lo había hecho hasta esta oportunidad.
C. Su novela Treinta kilómetros a la medianoche es muy aplaudida por la crítica. En una ocasión usted se refirió a ella, como una historia que quería escribir, pero que no encontraba la manera de cómo hacerlo, porque deseaba que la historia se desarrollara en un mismo lugar. Gustavo, nos gustaría saber, ¿cómo fue el proceso creativo que dio vida a esta importante novela?
R. “Treinta kilómetros a la medianoche” nace, me parece, como respuesta a la larga preocupación de ser padre de tres hijas en una sociedad machista. Creo que siempre he escrito novelas para que, después de escribirlas, me diera cuenta de qué cosas me quitaban el sueño en ese momento. A esa preocupación de ser padre de mujeres se le unió un reto que alguna vez quise cumplir: escribir una obra de teatro que transcurriera dentro de un ascensor, en un espacio cerrado sin escapatoria, y fue así, tal vez, que ambos requisitos se unieron en esta novela, porque casi la totalidad de ella transcurre en un auto en movimiento.
C. Gustavo, alejándome de sus logros literarios, y tocando algunos temas sociales y políticos, usted dijo en una ocasión: “Hay una violencia estructural, subterránea, que recorre el Perú convulso de estos días como lleva haciéndolo siglos, una violencia latente pero más peligrosa”, podría decirnos, (ya que ese tipo de violencia también está impregnada en muchas sociedades del mundo) ¿cuáles podrían ser algunas de las medidas que cada ciudadano responsable debe tomar en consideración para que esa triste realidad, ya mencionada, cambie?
R. Es una pregunta complicada de responder, pero trataré de ser simple.
Todo ciudadano tiene la obligación de enseñarle con el ejemplo a los niños a su cargo a dialogar, a ser corteses y solidarios con los demás, a saber debatir ideas y a no usar la violencia. Y en el día a día, no solamente con los niños, sino con todo el mundo, a ser amables. Nos solemos llenar de objetivos cívicos grandilocuentes, cuando, en realidad, los grandes cambios sociales provienen de humildes costumbres domésticas, como reír, dar las gracias, decir “por favor” y quedarse en silencio antes de herir a alguien con un comentario.
C. Actualmente Perú está atravesando por una situación socio-política que llevó a que su presidente (Pedro Castillo) fuera sacado involuntariamente del poder; usted como escritor y sin que dejemos a un lado la famosa frase filosófica acuñada al escritor Eduard B. Lytton que dice “La pluma es más poderosa que la espada”; ¿qué comentario nos podría dar sobre la situación política de su país? ¿Y cuáles serían las medidas que deben tomar los líderes peruanos para lograr establecer estabilidad?
R. En realidad, Pedro Castillo no fue sacado involuntariamente, se trató de la cúspide momentánea de un proceso más complejo. Ser peruano es como cargar un oficio extra, porque conlleva una complicación inherente a todo lo que hagamos. El gran problema en mi país, estructuralmente, tiene que ver con una división basada en el racismo, a la que se une una falta de construcción de instituciones sólidas, y a la que se adhiere, ya en los últimos tiempos, ese fenómeno más universal de los algoritmos de las redes que nos aíslan y dividen en trincheras que, a la larga, no se ponen a dialogar.
La primera manera que veo de que los políticos encuentren una forma de solucionar el tema de mi país es que… Vuelvan los políticos profesionales a la palestra. Los últimos años hemos sido testigos del advenimiento de mercantilistas y lobistas de economías ilegales y corporaciones informales, y no de políticos de carrera. Una serie de acontecimientos y malas decisiones a nivel electoral y parlamentario nos han rebajado a este nivel.
Ahora en mi país estamos ante una áspera discusión y una represión violenta por parte del Ejecutivo hacia ciudadanos y, tal vez ingenuamente, quiero creer que se trata de la antesala necesaria al planteamiento de un gran debate en el que revisemos temas básicos, como si queremos ser una república y una democracia, para llegar a un nuevo acuerdo social.
C. Hace unos días salió a la luz un documento firmado por 466 escritores y escritoras de renombres, entre ellos: Mario Vargas Llosa, exhortando al gobierno tiránico nicaragüense a que detenga la “represión” contra su pueblo. ¿Qué comentario, siendo usted un reconocido autor, podría tener sobre este tema?
R. Con respecto al gobierno de Daniel Ortega, solo tengo que decir que se trata de un régimen repudiable. Mil veces repudiable.
C. Esta pregunta resulta casi obligatoria en cualquier entrevista a un escritor, así que me veo en la obligación de hacerla: ¿Actualmente está Gustavo Rodríguez trabajando en una nueva obra?
R. No estoy trabajando en una nueva obra… Tengo un par de novelas inéditas a las cuales tal vez les dé una revisión. Sí tengo un tema dando vueltas, pero todavía no se precipita en manera de argumento, así que no tengo ninguna novedad por ahora.
C: Y por último: Gustavo, en la República Dominicana, como sucede en otros países, hay una camada de jóvenes entusiastas desarrollándose en este mundo de la creación novelística. Con su trabajada y respetable trayectoria, ¿qué palabras de alientos les diría a estos jóvenes para que sigan cultivando tan valioso género?
R: Les diría que la literatura es una artesanía de larguísimo aliento. Les pediría paciencia, les pediría que nunca se censuren a sí mismos, y les pediría que no dejen de escribir, de escribir y de escribir hasta que encuentren su propia manera de expresarse.