Entonces, sigo aquí en la ciudad colapsada. El cisne negro, los atracos grupales en las esquinas del centro y la periferia, la brutal congestión vehicular y la sensación de que vivimos en la punta de una tabla de surf sin saber surfear, con las olas estallando nuestras vidas contra los acantilados de la anomia y la ineptitud. Seguimos con la mirada retorcida y esquiva para aquellos “diferentes” a nosotros. Sí, reburujaos, pero no somos iguales. Ponte pá tu pueto cucaracha pá tu seto.
Las escenas de los colmados. Maldito haitiano acaba de pedi, coño, saco e sal. El mismo abuso y desprecio para el delivery que pide su día libre ¡ya ya, sí, acaba de lleva la vaina esa y cuando tu venga hablamo del jodío día libre, dale! ¡Muévete!
La señora del yipetón Tahoe que pide la empanada de huevo y queso y porque el muchacho que soba y soba harina no le cobra rápido le lanza los 50 pesos al asfalto. Buen perro atiende tu negocio.
Entonces, es la ciudad transformada en un merengue en desuso, mal tocao. Vacío y sin letras. Una vaina grande y amorfa que camina con patas de barro y pezuñas puntiagudas y viscosas. Con uñas rojas como los cueros malos de la bolita del mundo.
La ciudad, esa OMSA calibrando a la muerte sin frenos por la 27. Un lagarto verde que maldice a los ancianos que piden la parada a destiempo. Vejestorios sonriéndole a la maldición al volante por resignación, por seguir vivos y cabalgar sobre el lomo de esta cosa amorfa, con patas de barro y pezuñas puntiagudas. Hombres y mujeres de otros tiempos cargando su vida zombi. Trujillo tenía razón, piensan, había que matarlos a todos.
Entonces la ciudad es también la 42 de Cristo Rey, la rebelión de los wa wa wa, de los que miraron disfrutar del estiércol del poder a otros proclamadores de nuevos caminos, de nuevos amaneceres, la mierda circular, anfibia, bucamelomio y arrasacontó de que yo soy el elegido, que yo sí puedo, ¡ese si es bueno! Cinismo y bullanga.
Entonces la ciudad es el dembow “rastrero y simplón” la niña que mueve el culo delante de ti. La glock sobre mi sien el día menos pensado. El Parque Mirador para los que nos creemos a salvo de la Mercedes Benz negra del gran héroe nacional, Onguito Wa.
Entonces esto no es lo que yo esperaba en estos días finales de este viaje no deseado, de ver pasar hacia al cementerio a los amigos muertos como cucharachas sin dolientes. Una, dos y tres, ahora te toca a ti.
La ciudad. Sentado en una de las sillas verdes Presidente del colmado Los Dos Hermanitos sábado de vermut tropical par de birras bohemias escuchando por Spotify al jazz hip hop de Alfa Mist buscando la chispa para escribir. Las horas nalgas de las que habla Rey Andújar.
Entonces cada vez más es la ciudad amorfa con patas de barro a la que no puedo escapar. El Distrito con sus uñas rojas de cuero malo selladas con pegamento UHU.