Debido a que cualquier pelafustán puede meterse en un canal de televisión y hacer payasadas propias de seres descerebrados o subirse en un escenario para hacer reír con palabras soeces a un público ávido de morbo, abunda la creencia, al menos en nuestra sociedad, de que para dedicarse al teatro no hay que asistir a una escuela o un instituto de formación especializada. Basta con aprenderse tres chistes de mala muerte o textos que ridiculicen el papel de la mujer en la sociedad para lograr el entretenimiento que busca y desea una población cuya mente se desempeña en los agravios de la frivolidad.
Los que lean estas disquisiciones estarán pensando que exagero, que no somos tantos los débiles de mente ni es tan atrasada nuestra sociedad.
Sin embargo, recordemos que a las audiciones convocadas por la ENAD llegan jóvenes que quieren ser actores sin que nunca hayan visto ni leído una obra de teatro, y que al poco tiempo, gracias al esfuerzo del cuerpo docente, logran entender en parte la verdadera dinámica de una profesión tan importante, porque desde el teatro expresamos ideas y pasiones, y nos comunicamos directamente con la gente.
Esta parte, que ya ha sido tocada en artículos anteriores, merece algunos párrafos más porque no deja de asombrarnos el hecho de que estos jóvenes que llegan sin ningún conocimiento teatral sean capaces de saltar las barreras impuestas por la mediocridad y hacer del teatro una profesión noble y rica en propuestas que dignifiquen la vida. Así, y como un desafío al subdesarrollo y a sus promotores, muchos de esos jóvenes que llegaron a la Escuela Nacional de Arte Dramático con la mente distorsionada, ocupan hoy un sitial importante en el reino del quehacer teatral. Muchos se han apartado del camino correcto, pero quienes han seguido los lineamientos establecidos en los cánones más auténticos del arte están ahí dando la cara, diciéndonos: mientras hagamos lo correcto habrá patria y habrá teatro. Y es cierto: habrá patria y habrá teatro.
Por muchos esfuerzos individuales que hagamos no es posible ramificar el teatro como medio educativo para el desarrollo humano y ponerlo al servicio de la creatividad como guía necesaria para la transformación social.
Ahora bien, el esfuerzo es inimaginable, tanto en lo individual como en lo colectivo, porque al no haber una política de Estado dirigida a favorecer el desarrollo de las artes, quienes amamos el teatro y creemos en él como instrumento imprescindible para superarnos como pueblo y como sociedad, tenemos el compromiso de seguir haciendo teatro a pesar de las trabas que nos ponen para que caigamos en las redes de la dejadez y nos subamos al tren de la descomposición social.
Hemos de aclarar, empero, que por muchos esfuerzos individuales que hagamos no es posible ramificar el teatro como medio educativo para el desarrollo humano y ponerlo al servicio de la creatividad como guía necesaria para la transformación social.
Alcanzar las metas soñadas tiene implicaciones de otra naturaleza. Tenemos que enfrentar y desplazar decididamente a los grupos que pretenden ensordecernos con sus ruidos de espanto y proceder nosotros a crear los fundamentos conceptuales de la superestructura gubernamental a fin de que esta imponga una forma de vida en la que todos nos sintamos libres de vicios y falsedades.
Desde el Estado, entonces, crearemos las condiciones propicias al desarrollo de las artes y garantizaremos que nuestros creadores no fallezcan en su intento de deslumbrar nuestro espíritu por falta de apoyo. No esperaremos a que ellos vengan a nosotros porque ellos serán parte fundamental del enorme armazón que construiremos y que les dará cobijo por siempre.
Serán otras las razones que nos moverán a conquistar los sueños que tantos héroes nuestros nunca pudieron alcanzar, entre las cuales conviene mencionar algunas:
-combatiremos la idea de que somos el país de los casinos, las prostitutas y las playas;
-higienizaremos la sociedad, o sea: acabaremos con los delincuentes y con los políticos ladrones;
-erradicaremos la desigualdad social;
-nuestra nación será próspera, sin clases sociales que vivan en la peor de las miserias;
-levantaremos la consigna de “Educar para Crear”, no la de “Educar para controlar”.