La personalidad del artista es la representación de su obra. Esta se expresa en el lenguaje que adopta, en el modo de narrar la vida, de extraer la belleza de la naturaleza y en el gusto personal que siente al modular las emociones y experiencias.

Estamos hablando, a manera de coloquio, de la personalidad del consagrado maestro cubano Gonzalo Borges, artista inteligente y profundo en sus apuestas pictóricas; certero al pintar, lúcido y magnífico a la hora de inmortalizar la belleza en su obra.

Gonzalo Borges es un artista de fama reconocida internacionalmente por su mitología persistente, mediante la cual recrea un mundo espiritual fascinante donde la belleza ratifica su poderosa capacidad reflexiva y su léxico iconográfico. Se trata de un maestro que a lo largo de más de seis décadas ha dotado e incorporado a su obra un amplio repertorio visual.

En sus creaciones plásticas arde la materia pictórica y espiritual, y el maestro Gonzalo Borges siempre se sitúa en el centro de esta desde la perspectiva de una morfología ancestral. Si complejas resultan representando un prolífico cuadro de visiones proféticas; si complejos resultan sus símbolos antológicos que revelan emblemáticos y enfáticos mitos que acusan el origen de la cultura mágico-religiosa del Caribe, de igual manera despliega en sus composiciones pictóricas vuelos imaginarios que le permiten plasmar la naturaleza a partir de un lenguaje plástico fresco, lo que le ha acreditado a lo largo de más de seis décadas como un artista capaz de crear cuadros y dibujos con los temas más diversos.

Su obra es antropológica, historiográfica, autobiográfica, ontológica y psicosocial y, particularmente, fantástica y sorprendente por su concepción visual cargada de onirismo cuando aborda el estilo del surrealismo-abstracto, donde sobresale la belleza y la magia de los sueños, fenómeno que a todas luces implica un proceso de elaboración compositivo de múltiples interpretaciones. Realizaciones aparentemente sencillas, pero de un calado muy enriquecido por la caligrafía y las técnicas de formas que formulan la más fértil imaginación.

Podría decirse que Gonzalo Borges pinta el mundo mágico y maravilloso del que habla Alejo Carpentier. Sin embargo, en Borges, el universo de su obra se expresa a través del lirismo simbólico y de manera personalísima al tener el privilegio de tocar físicamente la materia en la que cristaliza toda clase de manifestación artística. Digamos que la riqueza de su imaginación también le lleva a transformar lo simple en complejo, y lo complejo en una profundización de lo paradigmático. Es un artista que desborda emociones; va más allá de la arquitectura de la pintura y el grafismo al ser poseedor de múltiples facetas. En cada cuadro o dibujo descubre una nueva forma de expresión, acusando con ello una fidelidad estética peculiar y sin precedentes.

Por ejemplo, en sus cuadros, cada capa de color que aplica contiene un abordaje muy espontáneo y particular y una experiencia de la técnica que lo identifica como uno de los pintores más innovadores de las últimas décadas y, desde ese punto de vista, su obra proporciona en el espectador un vértigo al visualizar su heterogeneidad donde establece un orden de las ideas, de los símbolos, las imágenes y la gama de colores convergentes.

En el dibujo, el maestro Gonzalo Borges, además de utilizar la tinta, la media tinta, las sombras y un grafismo imaginativo y arquitectónico, consigue el resultado de una luz inagotable que no deja ningún espacio vacío de la composición por la clasificación que logra de las líneas que se movilizan de extremo a extremo sin distorsionar la densidad de la atmósfera o superficie. Por tanto, la peculiaridad de su iconografía desemboca en una profundidad imaginaria.

Su voluminosa y rica obra tiene un canon propio y una actitud candorosa que, como marca, coloca al maestro Gonzalo Borges en la línea de los artistas que han hecho de la arqueología, los mitos, las costumbres y las leyendas, un mapa histórico, una cultura que une a los países del Caribe en un mismo propósito: lo identitario; un arte realista y humanista; nuevas definiciones con relación a la tradición occidental; en convergencia donde el destino de liberación es el mismo como resultado de la ética del artista y la forma de imaginar un mejor mundo en conjunto.  En la primera fila de esa universalidad de propósitos, compromisos y proyectos está Gonzalo Borges.

Esto así, porque el maestro Gonzalo Borges ha recorrido todos los caminos del arte y su actitud frente al mismo es aprender y desaprender la percepción simultánea que produce su apuesta estética; esto lo ha llevado a renovarse constantemente y a crear un lenguaje de tensiones; a componer y descomponer formas intermedias que comunican conceptos estéticos plenos; los instantes maravillosos que acusan de manera imperativa y misteriosa, la simplicidad de sus colores. Colores que son los pulmones de sus cuadros por donde respiran sus símbolos y los minuciosos trazos y pinceladas que aplica en sus realizaciones pictóricas.

En estas realizaciones plásticas nada deja al azar; por el contrario, la acción que estéticamente desarrolla contiene argumentos que ejemplifican su gran capacidad para crear. En lo cognitivo, en lo telúrico y en lo místico postula una impronta que lo convierte en el caso especial de ser uno de los pintores más importantes de América Latina y el Caribe en la actualidad. Por esa razón,  tras las huellas de Wifredo Lam, René Portacarrero, Amelia Peláez, Cundo Bermúdez, José Bedia, Carmen Herrera, Tomás Sánchez, Roberto Fabelo, Mijares y Vicente Dopico Lerner, entre otros,  Gonzalo Borges se patentiza como uno de los grandes maestros de la pintura cubana y continuador de un espacio-tiempo que le permite elevar en los grados más altos “los mitos y leyendas” que aluden a los sentidos sociales y humanos de una identidad antropológica.

Y que nos recuerdan, como identidad antropológica, el origen de la ruta de los esclavos africanos que asentaron su emancipación arquetípica como cultura, lengua, drama, desafío, religión, exclamación ante la explotación y el dolor recibidos de ingleses, franceses y españoles, y cuyo asiento a partir de entonces repercute en el Caribe, privilegiando su cultura y destino, que crece y se reproduce en la obra de Gonzalo Borges. Tanto la crítica cubana, como la de Estados Unidos, incluyendo Miami, República Dominicana y la de otros países de América Latina, aciertan al afirmar que su obra representa realizaciones emotivas, estéticas e imaginativas que revelan su autenticidad y su tono autónomo.