Pocas novelas nos llevan de la angustia a la desesperación a través de un monólogo interior trepidante en el que sentimos que se juega el destino del personaje. Eso ocurre en La señorita Else (1924), novela escrita por el vienés Arthur Schnitzler (1862-1931), miembro de la rica y culta burguesía judía de gran influencia en la vida intelectual germánica de su tiempo. Se trata de una pequeña joya de la literatura de la modernidad debido a su depurada técnica y a la puesta en abismo de un tema que acapara la atención de los novelistas europeos y norteamericanos de finales del XIX y principios del XX: el papel de la mujer en la sociedad burguesa.

Médico de profesión, el autor nos introduce en la conciencia del personaje femenino para revelarnos su angustia ante los dilemas que se le presentan. La joven Else entabla un debate consigo misma, que se despliega gracias a la técnica del monólogo interior, procedimiento que inaugura una novela del francés Edouard Dujardin Han cortado los laureles (1887), que pasó casi desapercibida y se anticipa a James Joyce, quien lleva a los límites esta técnica en su famosa Ulises (1922), pero que el propio Schnitzler ya había desarrollado en El teniente Gustl (1900).

Else, una joven de diecinueve años protagonista de la novela, ya debería pensar en el matrimonio para consolidar su papel en la sociedad. Pasa vacaciones con su tía y un primo en un elegante hotel de Los Alpes, en frontera austroitaliana. Allí se da cita lo más selecto de la sociedad centroeuropea, al lado de vividores, de burgueses arruinados y de comerciantes enriquecidos en turbias maniobras. Las damas jóvenes se exhiben con su indumentaria, mientras los jóvenes caballeros van a la caza de oportunidades en un juego de apariencias donde se ocultan los fracasos y la ruina.

La bochornosa propuesta de los suyos le permite a Else cuestionar el mundo al que pertenece, los juegos en que incurren las mujeres por lograr matrimonios ventajosos, la hipocresía de las familias que ofrecen como en una subasta la honra de sus hijas

Atrapada en una convivencia centrada en partidas de tenis y cambios de indumentaria a lo largo del día, la joven Else, se debate entre la frivolidad de su entorno y la tragedia oculta que amenaza a su familia, situación que la lleva al límite cuando recibe una carta de la madre donde le comunica una inminente ruina, la amenaza que pesa sobre la reputación de la familia e, incluso, la cárcel para el padre, un abogado maniobrero caído en desgracia. Esta situación pervierte la relación de la madre con la hija, que se siente usada como una moneda de cambio para saldar las deudas.

Presionada por las misivas de la madre, Else reflexiona sobre los vicios del entorno y fantasea sobre la forma de escandalizar a la buena sociedad con una salida espectacular.  Desesperada, intenta ahuyentar la idea del suicido, cuando la madre insiste para que se entregue a un vulgar comerciante a cambio de la suma de dinero que necesita la familia para sortear la difícil situación.

La bochornosa propuesta de los suyos le permite a Else cuestionar el mundo al que pertenece, los juegos en que incurren las mujeres por lograr matrimonios ventajosos, la hipocresía de las familias que ofrecen como en una subasta la honra de sus hijas, la falta de preparación de las mujeres que les impide desarrollar su inteligencia y valerse por sí mismas. Else es implacable y demoledora con su medio. Convencida de que la única salida es el suicidio, delira imaginando el espectáculo de su caída ofreciéndose desnuda a la vista de todos, después de haber ingerido una letal dosis de Veronal.

Hemos visto en esta serie de novelas que llevan nombre de mujer cómo las protagonistas recurren al suicidio por los dilemas que la atormentan pero, en este caso, el hermoso monólogo interior ofrece la forma poética en la que el ser femenino se desprende de sus ataduras, para volar hacia la nada, libre de la carga de mandatos familiares y de imposiciones sociales amenazante, lo que hace de esta novela de Arthur Schnitzler una pieza única.

 

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do

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