La guerra civil española de 1936 y la Segunda Guerra Mundial -que se inició en el 1939- provocaron que artistas e intelectuales señalados por sus actividades e ideas políticas, se desplazaran a otros países fuera del continente europeo, para librarse de la persecución nazi y poder preservar sus vidas. Al mismo tiempo, la población judía diseminada por todos los territorios ocupados fue objeto de una cacería tenaz e inmisericorde desde los inicios del nazismo.

Muchas familias judías lograron escapar y llegaron a América e islas del Caribe, donde fueron bien acogidas y lograron tener una vida normal, apartando las angustias y las calamidades que se padecen en el exilio. En un polémico libro que leí recientemente sobre Salvador Dalí, conocí detalles interesantes sobre su amistad con André Bretón, padre del surrealismo, y las diferencias que surgieron entre ambos por la afiliación de Bretón al partido comunista francés en el año 1927.

En junio de 1940, cuando el ejército alemán ocupó a Paris, Bretón quien ya era conocido como revolucionario, gran poeta y crítico, salió por el puerto de Marsella rumbo a Martinica. Su permanencia en la isla fue por poco tiempo. Tan pronto arribó, fue detenido. Martinica había pasado a formar parte de los territorios franceses dominados por Alemania.

Obligado por las circunstancias, Bretón se embarcó para Santo Domingo. Aquí se unió a los jóvenes intelectuales alemanes de origen judío, Erwin Walter Palm y su esposa Hilde Domin.

En su libro Escritos Autobiográficos, sobre Santo Domingo (pág. 56, primera edición, 1999) Hilde relata sobre las visitas de Bretón a su casa: “En la terraza delantera, no en la trasera, se sentó varias veces André Bretón. La primera vez, cuando viajó de Francia a New York a través de Santo Domingo y Haití”.

Al igual que Bretón, la pareja había corrido la misma suerte. Fueron obligados a abandonar su patria a causa de la violencia de una guerra que había arropado a toda Europa.

Bretón, en el breve tiempo que pasó en nuestro país fue parte importante en reuniones que se celebraron en la residencia de los Palm. Pero, el poeta itinerante se marchó a la ciudad de New York, tan pronto se crearon las condiciones atraído por un importante círculo de escritores y artistas inmigrantes que esperaban por él. Regresó a Francia finalizado el conflicto, donde aglutinó de nuevo a sus viejos amigos y camaradas surrealistas. Murió en el 1966, dejando muchos seguidores no sólo en el campo literario, sino también en en la cultura mundial.

Erwin Palm y Hilde Domin: dos vidas unidas por el amor y el infortunio

Erwin Walter Palm y su esposa Hilde Domin.

Erwin Walter Palm e Hilde Löwenstein, se conocieron en la antigua y prestigiosa Universidad de Heidelberg, Alemania donde ambos estudiaron sus carreras; Palm, Arqueología y Hilde, Economía, Ciencias Sociales y Filosofía.

Más tarde, en el año 1933 con la subida al poder de los nazis, comenzó el viacrucis de la joven pareja. Salieron de Alemania con destino a Italia, donde Hilde, sin perder tiempo estudió e hizo un doctorado en Florencia sobre el tema del Renacimiento. Pasaron luego a Inglaterra, desde donde realizaron esfuerzos infructuosos para viajar a otros países, como Brasil, México y Estados Unidos. Luego de esos intentos para llegar a América, en 1940 se les permitió la entrada en República Dominicana.

Fueron acogidos en un círculo importante de la sociedad capitaleña. Erwin, consiguió la cátedra de Historia del Arte en la Universidad de Santo Domingo y Hilde trabajó como traductora y profesora de alemán. Durante 14 años, sobrevivieron a un exilio impuesto por las grandes devastaciones de una guerra que se prolongó hasta 1945.

El conflicto, tomó un giro más difícil y peligroso en el 1941 cuando Heinrich Himmler, comandante en Jefe de las SS, inició con el nombre de “Solución Final”, el exterminio de la población judía. La orden abarcaba todos los territorios ocupados por los ejércitos alemanes. La familia de Palm no pudo escapar de ese genocidio que horrorizó al mundo. A Erwin, luego de la desaparición de todos sus parientes, sólo le quedó como familia su esposa Hilde.

Durante su permanencia en la República Dominicana, Palm se hizo un experto en estudios sobre la arquitectura y arte de los monumentos coloniales de la vieja ciudad de Santo Domingo. Realizó con tanto esmero y pasión su investigación, que se considera que con esta contribuyó grandemente a que los dominicanos crearan conciencia sobre el valor patrimonial de las edificaciones coloniales. En su obra titulada Los Monumentos Arquitectónicos de la Española, con introducción en América; deposita su valioso y esmerado trabajo,  el cual hoy día es reconocido y apreciado por la sociedad dominicana.

Nace una poetisa

Hilde Domin.

Hilde Domin, adoptó el “Domin”, para honrar a la República Dominicana y crear un vínculo imperecedero con la tierra que le dio albergue en aquellos momentos difíciles de su vida. Con 42 años de edad inició su carrera literaria una mañana cálida del año 1951 cuando leyó a su esposo uno de sus poemas. Él, la escuchó con atención y asombro.

A partir de ese mágico suceso, estimulada por su compañero inició el tránsito hacia una carrera literaria que la llevaría a un lugar cimero en las letras de su patria, Alemania. En uno de sus primeros poemas, expresa con un dejo de nostalgia: “Cuando después de la muerte de mi madre, de quien nada digo aquí, llegué a un límite, entré de pronto en posesión de la lengua a la que por tanto tiempo había servido. Supe lo que era una palabra. Me liberé por medio de la lengua. Si no me hubiera liberado, ya no viviría. Escribí poemas, escribí en alemán, naturalmente. Apenas, los poemas habían surgido los traducía al español para ver cuánto podían aguantar como texto”. Más adelante, expresa: “Escribir era una forma de salvación”.

A su regreso a Alemania, en el año 1954 intensificó su labor literaria. En una ocasión, expresó que escribía contra la dureza de corazón, la indiferencia, el oportunismo y el conformismo de los tiempos que le tocó vivir. Su estilo, fue catalogado como sencillo y directo, claro e intenso. Ella afirmaba: “Un poeta, para ser él mismo necesita el valor de no engañarse y de nombrar las cosas por su nombre”.

En su poema Carrera Macabra, se aprecia la profundidad y la sencillez de su estilo:

“Tú hablas de quemar los barcos

-los míos ya eran ceniza-,

Tú soñabas con levar ancla

-yo ya estaba en alta mar-,

De patria en la Nueva Tierra

Yo ya estaba enterrada en la tierra desconocida,

Y un árbol con un nombre extraño,

Un árbol como todos árboles,

Creció de mi

Cómo de todos los muertos,

En cualquier parte”

 

Hilde, murió el 22 de febrero de 2005 a la edad de 96 años.

Fue catalogada como La gran dama de la poesía alemana.