Con gracia, con galanura y con la belleza que es estandarte de su escritura, Elizabeth Balaguer, escritora dominicana de la diáspora, presentó en Nueva York un nuevo libro, esta vez dedicado a la Navidad dominicana y a los elementos tradicionales con que estas celebraciones refuerzan la identidad.
“Este libro -dice la escritora- tiene como objetivo dar vida a la magia de la Navidad dominicana, permitiendo a los lectores, sin importar sus orígenes, experimentar y apreciar los valores de la generosidad, la gratitud y la unión que definen esta temporada navideña en la República Dominicana”.
La obra hace un recorrido, entre otras expresiones, por los aguinaldos callejeros, la gastronomía, la decoración con charamicos y la música navideña.
Explica la escritora que la canción tradicional A las arandelas proviene del villancico Cánticos, escrito por el poeta Juan Antonio Alix por encargo del padre Ignacio González, de Santiago de los Caballeros, el 16 de noviembre de 1908.
“Estas tradiciones -explica Balaguer- son una ventana de la esencia dominicana, donde la fe, la música y la familia se unen en una hermosa armonía”.
Elizabeth Balaguer es cuentista, poeta y ensayista, con una profusa creación literaria orientada principalmente a la literatura infantil. Ha publicado en ediciones bilingües Trucando; Mi Carnaval; El Cuco; El secreto de sonreír; Yo no estoy perdido y Un secreto para mamá; Mi oruga no quiere comer y La gallina de la abuela Catalina.
Aunque tiene varias décadas residiendo en los Estados Unidos, Elizabeth Balaguer, desde su escritura, se ha aferrado rabiosamente a la cultura y a la identidad y ha defendido el libro dominicano en múltiples escenarios. “Desde que decidí vivir en Estados Unidos me hice el propósito de mantener mis convicciones y valores”, ha dicho.
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En la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo proclamó en la pasada XXVI Feria del Libro de Santo Domingo 2024, donde presentó su libro Mi carnaval proclamo: “La literatura infantil es una llama de identidad”.
A Elizabeth le gusta decir que aprendió el arte de contar historias escuchando los cuentos y canciones que le susurraban al oído sus tías y abuelas en su infancia en Santo Domingo.