Lourdes, hermana mía
Aquí, en la brevedad del tiempo transcurrido
Leyendo tus mensajes terminantes
“Ya todo bien”, me escribe, luego de tu cirugía en la rodilla
Observo las fotos que me enviaste de tu lastimada rótula
“Totalmente artísticas”, te conté
“¿De la rodilla?”, me preguntaste, con dos pegatinas riendo a carcajadas
“Las radiografías parecen la superficie de la luna”, te dije
“¡Ahhhh!”, exclamaste. “Ya estoy en la casa, dile a mami que estoy bien”.
“Ok. Gracias. Luego paso por allá”, te prometí
“OK”, fue tu última palabra para volar horas después
¡Libre!, acompañada de tus ángeles guardianes.
¿Qué te pasó, hermana mía?
No acabo de entender tu partida tan de prisa
Dejándome el encargo y el agrado de recoger tus frutos
Que sembraste en los surcos de la tierra y del aire que respiro
Hermana del alma, manto interminable de luz
En cada esquina de tu idolatrado pueblo, Piedra Blanca
Y en cada gota de jarina en los sembradíos de tu otro amado pueblo, Las Uvas
Franja fértil donde primero te atrapó el resplandor de tus orígenes.
¡Pero tú, no me responde!
¿Qué te pasó, hermana mía?
Cosecha de múltiples caminos
Soplo del viento empujando las nubes y el aliento de la lluvia
Luz de una lámpara encendida a pesar de tu ausencia
Ven, hermana mía, dame tus manos cálidas en esta congelada despedida.
¡Pero tú, no me responde!
¿Qué te pasó hermana mía?
Hablemos, ahora, un chinchín de las cosas nacidas en las entrañas
Del pilón donde majábamos el arroz cantando a coro
De la cretona almidonada de los tiempos idos
De los regaños de tu mamita cuando tú no fregaba bien los platos
De tus casitas en el patio jugando con muñecas
De la mata de naranja dulce, de jagua, del café que recogíamos en los predios, Allá, en los conucos de El Cibao, de las espinas de las mayas, del caballito Que montábamos, y hasta de la chiva que la leche nos daba
De los corotos de jigüero enganchados en la cocina
¿Y qué de tu tetera y tu biberón de botella?
Nidos de ternuras fueron todos tus retozos.
¡Pero tú, no me responde!
¿Qué te pasó hermana mía?
¡Pregúntame! ¡Pregúntame!
¿Qué somos? Simplemente una hebra de hilo que se quiebra en un instante
Un puñito de neblina que se fuga de las manos
Mírate a ti, ahora, en paz, sosegada, tranquila, refulgente
Más que perfecta con Dios en tu regazo.
¡Pero tú, no me responde!
¿Qué te pasó, hermana mía?
Ahora una brisa tibia recorrió tu cuerpo
Llevándose los afanes de tu tiempo fijo
Entre los pétalos rígidos de la muerte que a todos alguna vez nos toca.
¡Pero tú, no me responde!
¿Qué te pasó, hermana mía?
Te miro, tendida, envuelta en el vacío ascendiendo los peldaños de la Gloria
Porque ninguna carga te ató a este mundo
Tú, de corazón tan desprendido que te permitió volar liviana
Llevaste siempre el Sermón del Monte entre tus labios y el dicho del santo Asís: “Tengo poco y lo poco que tengo lo quiero muy poco”.
¡Pero tú, no me responde!
¡Mira! ¡Escúchame!, hermana mía del alma
Tres días de duelo municipal fue declarado porque anduviste en cada esquina, En cada latido de cada munícipe de tu pueblo
En la funeraria, en la iglesia, camino al camposanto te acompañó tu gente
Plantando árboles a la orilla del camino, los ríos, montañas y sabanas para que La lluvia y el roció no abandonen jamás los gladiolos, los lirios y las rosas que Tú sembraste. O bordando juntos una pelliza que tu admiraba o elaborando Una canquiña que tú añoraba. Y ese, desde tu amado Club de Leones, Desprendiendo faros de luz del cielo para que los ojos achacosos volvieran Apreciar las calles, los árboles, las piedras y las sonrisas. De tus Anhelos, Como gerente de la Cooperativa Maimón, tras un préstamo para un simple Motorista, o para una familia que caía en mora. Todo, todo, por el amor De tu Corazón infinito.
¡Pero tú, no me responde!
¿Y qué de tus largos años en la enseñanza pública?
Te forjaste en el prístino sueño de maestra
Moldeaste espíritus a la luz del fuego y del acero
Madre y mentora de generaciones enteras
Que mantendrán las raíces y destellos que alumbraste
Fraguados en el cuidado de tus padres, tu familia, tus hijos y tus hermanos que Nunca fueron una carga sobre tus hombros de seda.
¡Pero tú, no me responde!
Gracias, hermana Lourdes, gracias, hermana mía del alma
Nunca habrá tiempo suficiente para superar mis congojas
Pero cuando me toque llegar a tu morada estoy seguro que me abrirás la Puerta. Tú me dirás: “¡Ven! ¡Entra, Luisito! Estamos juntos nuevamente. Esta Es también tu casa. El hogar y reino de Dios. ¡Bienvenido seas, tú, hermano Mío y del alma!”
¡Pero tú, hermana mía, ahora me responde!