El mito que ha creado el escritor mexicano Juan Rulfo alrededor de sus dos únicas obras narrativas, El llano en llamas y Pedro Páramo, solo se puede equiparar al de su propia figura. Escribir poco y hablar lo necesario parecen haber formado parte de una trama estética bien concebida por el escritor. También ha fundado todo un mito relacionado con el silencio y aunque parezca extraño, esta paradoja creó un revuelo cercano a la obra que abrió un mundo lleno de conjeturas y preguntas reiteradas que generaron toda una estridencia, gracias a su silencio tan patentizado por él, un hecho poco común en escritores tan geniales. Si nos detenemos a observar los cuentos de El llano en llamas, Rulfo desarrolla las historias con el “mínimo degaste verbal” e “intransitada austeridad lingüística”, inclusive cuando solía dar entrevistas, sus lacónicas respuestas eran casi monsílabos. Esto explica una actitud esquiva frente al interlocutor y el hermetismo personal que lo rodeó toda la vida.
Es un hecho paradójico. En la medida que la obra de Rulfo fue agigantándose, en el imaginario colectivo de los latinoamericanos y lectores de todo el mundo su voz fue disminuyendo, incluso si tomamos en cuenta el destino mismo de sus personajes enterrados en la memoria de Comala. La grandeza de Pedro Páramo se sustenta en la magia de su propia naturaleza. En la estela de juicios que esta novela ha provocado a lo largo de estos años y en las fantasías que ha ido dejando en los millones de lectores, por eso se percibe que la novela no está escrita sino, en la mente de los lectores donde alcanza su definitiva completud. De manera que la novela nos permite hacer juicios de valor sobre una filosofía de vida particular, para tomar en cuenta el desamor, el rencor y hacer valoraciones personales, sobre el tiempo, la muerte y otros temas depositados en la memoria de un pueblo fantasma que solo existe en el recuerdo fatal de unos habitantes que ya se han ido.
Con la publicación de Pedro Páramo, muy pronto Rulfo se convirtió en una de las voces más originales de la nueva novela latinoamericana. Gracias a una inigualable manera de medir el tiempo narrativo. Gracias a la novedosa construcción de personajes arquetipos de la región jalisciense y sobre todo por el hecho de situar a sus criaturas en el agreste y desolador paisaje de la mítica Comala.
Sus personajes se la imaginan como un lugar habitado por fantasmas, sombras, ecos, humo y “murmullos cotidianos” que se escuchan desde las voces del más allá. La sabia vital de esta narrativa también la encontramos en la sutileza del lenguaje poético, sensorial, rítmico, pero sobre todo, preciso y cargado de musicalidad.
En un principio, gracias a los diferentes puntos de vista del narrador y a los constantes cambios del nivel de realidad en la ficción, podríamos llegar a pensar que Pedro Páramo es una novela hecha a base de retazos o tiras narrativas. Sin embargo, la vida de la novela se organiza a través de las voces de los personajes que se filtran mientras el relato avanza y así descubrimos que las múltiples historias sobre la vida faltal de los personajes se superponen unas tras otras y giran en torno de un eje central llamado Pedro Páramo.
A pesar de sus desacertados detractores esta obra ha sido valorada por muchos: Jorge Luis Borges la pone en su lista de libros preferidos y hasta llegó a expresar que “Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas en lenguas hispánicas y aun de la literatura”. A decir de su compatriota Carlos Fuentes, Pedro Páramo es una novela extrardinaria, pues “la trama argumental es una telemaquia, junto a la saga de la búsqueda del padre. Pues reunisrse con el padre es buscar la muerte y reunirse con ella.
El sustrato filosófico de esta novela es mucho más de los aspectos que ella misma cuenta, cuyos temas fundamentales son la melancolía, la soledad, el dolor y el eterno peregrinaje, la venganza y la muerte. Pues el fatalismo del que han sido vícitmas estos hombres y mujeres es la cusa principal de sus inciertos destinos. Por esta razón se advierte una belleza del pensar que va más allá del propio discurso.
Es así como la novela cuenta varios episodios que forman parte de la trama y que al mismo tiempo le dan vida a lo intrahistórico del relato: En el trayecto hacia Comala Juan Preciado se encuentra con Abundio, quien también es hijo de Pedro Páramo. Luego se entera de que este, también era un fantasma. Ya estando en Comala se encuentra con un pueblo deshabitado, lleno de voces, ruidos extraños y almas en pena, que hablan desde un trasmundo. Juan Preciado también muere y es después de muerto que se entera de las historias de su padre por boca de los demás personajes. Casi al final de la novela nos enteramos de que Abundio ha dado muerte a Pedro Páramo, porque le negó una limosna para enterrar a su mujer.
No en vano, la valoración que podemos hacer de estos personajes y de sus almas en pena representan el pago de las culpas sin redimir, por aquello que debieron cumplir y cuyas vidas no le alcanzaron. El pueblo donde habitan, lo intemporal alcanza sin quererlo los ecos de su propia invención, anclado quizás en los recuerdos fatales de cada uno. Por eso la clave de Comala es U-Topos. Un pueblo mítico, sin lugar en el tiempo y en el espacio. Es lo mismo decir, que en Pedro Páramo el tiempo es la nada que se eterniza en la memoria de sus personajes.
¿Qué misterio hace de este arte algo tan alquímico? ¿Cuál es la impresión que produce la magia de esta novela? En Pedro Páramo los hombres actúan arrastrados por el rencor y por la fuerza de la venganza. Su habitual preocupación es “la culpa” en la que quedan al descubierto el dolor y la traición. Debajo de cada palabra que pronuncian los personajes se escucha el eco de los rencores agazapados, pues se derraman en sus conversaciones todos los dolores del alma desgastada por el tiempo y se florece en ellos el bosque de sus propios secretos.
Una de las raíces del mito rulfiano se funda cuando trata de fijar un mundo fantástico que el autor ha creado en la mente de los lectores, cuando se ha propuesto acicatear el tiempo como categoría de la novela. Si la vida de Edwviges Diada se crea cronotópicamente a través de una sombra y la de Pedro Páramo es al final de la novela una piedra que se desmorona, esa es precisamente la clave del tiempo mítico, que a decir de Mario Vargas Llosa es el tiempo imaginario, o el tiempo de la ficción. Por esta razón la novela sucede bajo las coordenadas de un tiempo interior, circular, por lo tanto no lineal, ni historicista, porque los personajes mueren y regresan desde la muerte, pues con ello, se asocian al ideal Nietcheniano del eterno retorno.
Milán Kundera ha dicho que la novela “es una de las grandes conquistas de la humanidad” . A mi modo de ver Perdo Páramo es una conquista del espíritu y del terreno que gana la ficción cuando se asocia con la realidad.
El México que Rulfo narra en Pedro Páramo es probable que sea aquel que evoca Octavio Paz en El laberinto de la Soledad, o el que pateticamente nos cuenta Elena Garro en un relato extraordinario titulado Por culpa de los tlazcaltecas. Aquella soledad del ser mexicano de la que Paz se hace eco, quizás sea la misma que mueve el alma de los hombres y mujeres que habitan el escenario remoto de Comala y sus imaginarios melancólicos.
Con esta lectura estamos obligados a regresar al pasado antropológico del México azteca. Aquel encuentro violento con los conquistadores y las culpas que arrastra el ser mexicano por no haber superado aquel tiempo bochornoso, en el que la traición de la “Malinche” sigue viva. Todo ese dolor ancestral del mexicano, está conectado umbilicalmente a los sentimientos y se advierte en tres palabras fundamentales cuyas dimensiones son inagotables: traición, venganza y muerte, presentes en gran parte de la literatura mexicana, pero sobre todo en Pedro Páramo.