Literatura y teatro
En términos generales, tal como nos ilustran las academias de nuestra lengua, literatura y teatro no solo mantienen una estrecha relación, sino que surgen siendo la misma cosa, junto con la música. Por un lado, literatura viene del latín “litterae”, que significa letras; por el otro, poesía (que es la forma con la que supuestamente nace el teatro) viene del griego “poiesis”, que significa crear o producir.
Aristóteles, sin duda el más grande pensador de la antigua Grecia, plantea, en su poética sobre las grandes tragedias, que no hay diferencia radical alguna entre la poesía y la música; más aún, no hay diferencia alguna entre poesía, teatro y música. Según él, la poesía surge porque el hombre tiende a imitar la realidad y debido también a la existencia de una relación entre ritmo y armonía.
Aristóteles no vacila en plantear que la poesía, el teatro y la música constituyen el mismo arte, el cual no está pensado para ser disfrutado en papel sino en un escenario.
La consumación de las formas de arte griegas se da en el teatro; ahí la literatura adquiere vida gracias a la música, que según Aristóteles es la expresión artística más elevada: la música no copia emociones, sino que las produce en el espectador. Esto lo decía Aristóteles hace más de dos mil trescientos años, y aunque son muchas las interpretaciones que han surgido desde entonces acerca de si el teatro es literatura o no, coincidimos con el viejo filósofo en que el teatro es un medio que en su proceso de acercamiento a la catarsis asume todo lo creado por el hombre y la naturaleza.
De vuelta a la africanía
Antes de que en la antigua Grecia se desarrollaran las manifestaciones teatrales, ya había surgido en el viejo continente africano la necesidad del hombre expresarse a partir de sus necesidades vitales. Este acto llevó a los pueblos africanos a encontrar su identidad, para lo cual fue necesario crear una simbiosis indestructible entre las artes y formas culturales existentes, cuya sumatoria daría como resultado el surgimiento de un teatro que propondría una nueva interpretación del hecho teatral.
En tanto que fenómeno social, el teatro, la danza, la música, la poesía, la literatura oral o la escritura, forman un corpus integral que hay que entender como un todo. Sus funciones dentro de la religión o en distintas prácticas dentro de la comunidad, representaron y representan todavía no solo un medio para la expresión política, sino también un vehículo para la pervivencia de la tradición, como un paso a favor de transformar la vida y preservar lo vivido. Por eso decoraban su rostro y cuerpo con pinturas de colores vivos y llamativos, utilizando pigmentos que obtenían de la tierra y de las plantas. Se trataba de un arte efímero porque lo que buscaban era un acercamiento con la naturaleza y con dioses y espíritus propiciadores de épocas de bonanza.
En los tiempos actuales, nos valemos del tatuaje para decorar el cuerpo no ya de manera efímera sino permanente (como nota ilustrativa debemos decir que el primer registro de un tatuaje proviene de Egipto, en la momia de Amunet). Estos antiguos tatuajes se realizaban con tinta y representaban una característica de quien lo llevaba. Actualmente, diversas etnias africanas utilizan cicatrices ornamentales, es decir que el diseño se realiza a través de un corte en la piel lo bastante profundo como para dejar una cicatriz duradera. En otros casos también se introduce un objeto para dar volumen a la piel.
Aunque no se tenía idea de la importancia de la dinámica creativa desarrollada por los pueblos africanos, lo cierto es que la misma chocaba con los parámetros conocidos de cada expresión artística en particular, para darnos un resultado que devenía un hecho espectacular y transformador, que es como entiendo yo la dramaturgia, o sea: totalidad de lo expresado por el hombre.