"Desde luego queda convenido que borracho no vale, no señor/borracho no vale, no puede ser, borracho no vale, que no que no. (Borracho no vale/Daniel Santos)
Cementerio. Fotografía Ruth Herrera.

(Cuento)

A eso de las tres de la mañana  un fuerte y delicioso olor a ron  despierta  en su tumba del Viejo  Cementerio a Paco María, alias El Suizo, el otrora relojero más popular de la Avenida Mella.

¿A quién se le ocurre beber en el cementerio a estas horas? Hace mucho que los poetas ya no vienen a leer sus vainas  arrebatados de marihuana y alcohol. Todos se sentaban  en circulo alrededor del triste mausoleo de la Familia Amanti, inmigrantes italianos arribados a esta Isla al final de la Gran Guerra. Qué raro, los muchachos hace tiempo que no vienen y no parecen ser ellos. Hacen mucha bulla. Me gustaba escuchar leer sus poemas. Unos poemas medio raros, eso  sí.  Voy a salir a ver de dónde sale ese tufo.

Ataviado  con la misma ropa que lo enterraron: guayabera rosada de manga corta, pantalón negro y su lupa de relojero sobre la frente como un órgano más de su cuerpo, gracias al sostén de un elástico que rodea su cabeza,  El Suizo salió  de su tumba y a pocos metros observa a un hombre beber a grandes tragos una botella de ron  sentado sobre los restos de una tumba de  ángel descabezado y oxidadas flores de hierro.

Fotografá de Ruth Herrera.

Se acerca despacio y se sienta al lado del bebedor  quien todavía no percibe la presencia de El Suizo a su lado hasta que el relojero de la Avenida Mella le recrimina su estadía en un lugar tan extraño para una persona medio borracha.  Señol, saludos…no beba tan rápido. El romo se mastica, se disfruta ¿y qué  hace usted por aquí a estas horas? Váyase a su casa. Le puede pasar algo. En este cementerio los vivos son peores que nosotros, los mueltos. Hágame caso.

Coño, la gente si jode. ¿Y usted quién es? ¿el guachimán?  Váyase usted a acotá, buen freco. ¡Oh pero ven acá!

Silencio literalmente sepulcral  luego de ese rapapolvo, ese boche, ese tituá sin mano.  Ambos se chequean como los perros oliéndose entre sí, a ver quien da la primera mordida,  o por lo menos, el primero que saque los dientes intimidantes dizque para no quedar como un pendejo.

Antes de continuar, les cuento un poco del muerto de la guayabera rosada y su eterna lupa en la frente.  A Paco María, de carnes morenas y alto como una palmera,  le decían  El Suizo por ser  el relojero más serio y puntual de la Avenida Mella. No mancaba. Fijo desde las 7 de la mañana en la Mella esquina Duarte donde ahora ahí una parada de motores. No existía La Sirena y la Mella era de una pujanza comercial igual o más que el Conde.

Su mesa de madera azul, adornada  con una  foto de San Miguel  Arcángel, Vencedor de Belcebú, su protector,  era el centro de tertulias sabatinas entre sus clientes, los vendedores ambulantes y los  colegas del relojero.

Era un bebedor  del Ron Palo Viejo de Bermúdez,  a orgullo escogidista y fan incondicional del Trio Matamoros aunque nunca aprendió a bailar son. Cuando la juma le daba duro cantaba Lágrimas negras, solo esa canción, las otras las disfrutaba entre chistes y discusiones de pelota. Con Lágrimas Negras se ponía tristón y cerraba la mesa hasta el otro día. Siempre sucedía la amargura  los domingos al mediodía cuando la Mella era un desierto temporal, una cerrazón de tiendas y una ausencia del pueblo bochinchero y  comprador.

El bebedor rompe el silencio con otro petacazo. Se acomoda y le dice al fallecido Me gusta este cementerio. Aquí nadie se mete con nadie, a esta hora menos. Vengo de una fiesta cerca de aquí y no quería ir a mi casa. Vivo solo. Nadie me espera. Todas las mujeres  se van, se largan, tu la tratas bien y se largan. Vea que vaina.  El amor es una mierda,  una cabecita de fósforo,  explota y pammm, ya se acabó, otro palito quemao, un gusto que puede costar mucho dinero  o la muerte. Se da cuenta que le habló muy mal y baja la guardia.  Por cierto, ¿usted vive por aquí?

No, amigo, vivo en esa pequeña tumba.  El Suizo señala un cuadrado de cemento sin empañetar, de negro moho. Sin cruces ni flores de hierro, sin ángeles descabezados pero con una lápida  borrosa  que reza El Suizo 1940-2023.

Cómo así, ¿usted es un muerto? Mire coñoooooooo…yo toy medio prendío pero no é  pá tanto. ¡vaya de ahí! Otra vez la beba le saca la mecha corta.

El relojero , paciente como un monje del Tíbet, le convida a comprobar su afirmación. Póngame la mano en el hombro y compruebe. El borracho lo piensa primero pero se decide e intenta colocar su mano en el hombro de  Paco María. La mano no toca nada, sigue de largo   y atraviesa su hombro.  Ni carne ni huesos.

El amargado vuelve a tomar la botella de ron casi a terminar, a medio bigote y bebe otro trago. No luce nervioso ni sorprendido, no  se asusta ni sale corriendo ante lo que acaba de comprobar.  Se queda mirando al muerto y se pone muy serio en versión filosofo desentrañando el peso y la razón de las cosas.

Sale pregunta del filósofo. ¿Y cómo es morirse?  ¿Uno se aburre ahí abajo? Venga, tómese un trago y cuénteme  ¡Ahhh verdad! Se va a desperdiciar ¡que sea sangre! y será un verdadero trago e lo muelto, se lo va a chupar el suelo, Mejor me lo bebo yo. Lo siento Señol Muelto.

Ná, salgo de vez en cuando. Habló con los perros viralatas, con los firulais. Nos  sentamos a observar a la poca gente que viene aquí y a proteger a los mendigos de los ladrones  que entran a robarles sus limosnas.   Aquí viven un paquete de  muertos sin familiares ni amigos que los visiten. Son  muertos  del siglo XIX, imagínese. Esos  no hablan conmigo. Son comemierdas y narí pará. Me llevo mejor con los perros.  Y ná vuelvo a mi tumba y me quedo tranquilo. Cuando escuchó a los perros ladrar mucho y fuerte entonces salgo a ver qué pasa.¿Aburrirse?  No ombe… ¿amigo, y  por qué usted bebe así?

Señol Muelto, porque quiero morirme. Yo si me aburro. No le encuentro sentido a nada. Trabajo y trabajo, jumazo va y jumazo viene y nada.  Parejas y amigos desaparecen  de tu vida sin uno  saber por qué. Y eso no , que lo sepa usted señol muelto,  no le hago daño a nadie.  Parece que todo se trata de ganar dinero y pagar facturas, más nada. ¿Qué usted cree?

Ahh yo no sé. Yo viví yyyy muchoooo, rendío. Los sábados alrededor de la mesa bebíamos Palo Viejo  y escuchábamos a los Matamoros, Celia Cruz, los Compadres y hablábamos de todo, discutíamos cualquier pendejá, esa era la vida de nosotros. Una mujercita de vez en cuando, pá no peldel la folma.   Y un día se me subió la presión a 220 por pasarme de la raya con el romo. Y ná, aquí estoy hablando con perros y durmiendo todo el día en mi tumba. Es lo que hay.

Bueno, me voy. Amanece.  El hombre se levanta y lanza la botella vacía  a un lote de basura. Cuatro cocuyos gigantes se aproximan con pasos acompasados.  No, no son cocuyos, se trata de los ojos encendidos de una pareja de perros que saludan desde la cabeza hasta la cola a El Suizo. El borracho se arrodilla y también los saluda.

Oye pero estos viralatas lo quieren mucho a usted, señol muelto, me  adoran y yo a ellos, dice el otro.  ¿Cómo dijo que se llamaba? No le he dicho mi nombre. Me llamo Paco María,  El Suizo, relojero y escogidista a su orden. Le pido hermano que se cuide cuando salga de aquí. Vaya en paz.  San Miguel Arcángel , General  de generales, Vencedor de Satanás,  me lo proteja de todo mal…

El bebedor no le dice su nombre y solo se queda mirándolo de arriba abajo. Le pregunta ¿y usted duerme bien con esa vaina enganchá en la cabeza? Se sonríe pensando en lo incómodo que debe ser dormir con una lupa amarrada en la frente.  Los perros  persiguen al boracho  mientras busca a tientas la salida del cementerio.

José Arias en Acento.com.do