Massimo Salvadori, en su Breve historia del siglo XX, sintetiza la primera mitad de dicho siglo al abordar seis ejes temáticos. Se refiere al rol de Europa central en las dos guerras mundiales y la distribución del poder; al triunfo del industrialismo y a la influencia del gobierno en la economía (estatismo); a las demandas sociales y sus posibles soluciones; a los conflictos del nuevo imperialismo, de los totalitarismos y de la Revolución rusa; y a los avances logrados en el campo de la tecnología en medio de la inseguridad y la violencia. Nada ocurrió después de 1950 sin la influencia de estos procesos. Como ejemplo, destaca el control de las armas nucleares ordenado en 1951 por el presidente norteamericano Harry Truman, para frenar los avances anunciados por Stalin en la Unión Soviética. Esta competencia, manejada por la diplomacia en tiempo de la Guerra Fría, dio un nuevo brío a la industria armamentista y a la exploración espacial.
El interés de estas potencias por la fabricación de armas nucleares llegó temprano al Reino Unido, cuyo Centro de Investigación de Armas Atómicas, localizado en Berkshire, Aldermaston, fue activado. Contra sus fines, y con el reclamo del desarme nuclear inmediato, en febrero de 1958, un nutrido grupo de ciudadanos marchó desde Londres hasta dicho Centro. Uno de sus participantes, el artista Gerard Holtom, diseñó un logo con el fin de identificar como pacifistas a sus acompañantes. Señala que se dibujó a sí mismo con los ´brazos extendidos hacia afuera y hacia abajo´ y encerrado en un círculo, como muestra de impotencia y desesperación. De pronto, se reconoció como el símbolo de la paz, del amor y el bienestar pleno de la humanidad, afectada por las agresiones al ambiente, la discriminación, la desigualdad y por el desenfreno del poder político. Con su símbolo, Holtom atrapó por completo a varias generaciones. De la mía, estoy seguro que no había cuadernos, libros, pizarras, paredes del patio o de los baños en que no lo dibujáramos. Luego de 66 años, las circunstancias mandan que vigoricemos su simpleza, y que, por la paz del mundo, seamos todo lo que moralmente debemos ser.