A: Bartolo García, investigador apasionado de las transdisciplinas.
El ritmo como “forma que adopta aquello que está en movimiento” se convierte en un tema que aparece, no solo en la literatura y la poética, sino también en todas las ciencias humanas. Si nos sobreponemos a la definición tradicional previa a los estudios de Benveniste, la afirmación precedente cobra sentido. Así todo cuerpo, desde lo biológico, social, histórico o textual “fluye” con un ritmo que le es propio. Según Bell (1929) el ritmo es la noción que nos lleva a lo individual.
Emil Benveniste recupera la etimología de la palabra ritmo y la rescata de la idea convencional del ritmo como aparece, por ejemplo, en la métrica castellana que apresa al ritmo a la idea de lo monocorde, la relación de la métrica y la aritmética. Benveniste nos revela que la raíz del término que manejan los antiguos griegos es el de forma. Una forma que se singulariza, puesto que es distinta en cada objeto. Si tomamos la sonoridad del alfabeto, es el fluir de la forma en cada fonema lo que nos revela la singularidad desde la letra hasta el discurso. Así, forma, movimiento y singularidad están relacionados con el ritmo.
Henri Meschonnic –cuyo epítome dominicano es Diógenes Céspedes– plantea que Benveniste trastoca la noción de género. Agrega a la cuestión del ritmo la teoría del lenguaje, en una inversión copernicana el ritmo queda subordinado a la teoría del lenguaje y no al revés. se debe entonces “Reescribir la historia de la palabra ritmo”. Cambiar el significante ritmo y no solo la noción de ritmo, estando presente en el discurso en tanto movimiento. Mientras Benveniste orienta el ritmo “hacía una lingüística del discurso”, Meschonnic funda “una poética del discurso”.
El ritmo, según Diógenes Céspedes, implica un llamado al estatuto del sentido y este, a su vez, conduce a una teoría del lenguaje. Afirmando categóricamente que el ritmo no es una noción semántica sino estructural. A nuestro modo de ver, esta afirmación desemboca en una crítica a los dos ejes de la lingüística: el eje paradigmático y el eje sintagmático; privilegiando este último, del mismo modo que una teoría del sentido privilegia las unidades de la cadena significante del discurso.
El ritmo entra al discurso de la mano del análisis etimológico que hace Benveniste y trastoca la teoría clásica del mismo e introduce una noción de ritmo que trasciende el dualismo lingüístico predominante en ese momento, “desestabilizando la teoría del signo”. El ritmo es entonces orden del movimiento más cercano a la visión de platón: ritmo, cuerpo, armonía.
En el Banquete Platón introduce un sentido distinto al establecido por Demócrito y Epicuro para definir el concepto de ritmo. Platón afirma que el ritmo es movimiento del cuerpo con rápido y lento contrapuestos, y luego como ritmo “acordado” y “armónico”. Siguiendo el espíritu platónico, Fraise, en su libro psicología del ritmo, afirma: “el concepto de ritmo no se deriva pues de alguna experiencia de la naturaleza, sino más bien de la organización del movimiento humano”.
Encontramos el concepto de ritmo en Hegel como interacción de un nivel conceptual con respecto a otro. En esa misma orientación, Benveniste propone el ritmo del tiempo, el sujeto y las cosas. En su segundo tomo de Problema de lingüística general, propone los neologismos de Estativa para referirse al curso de las cosas en el tiempo, Directiva, referida a la direccionalidad de los acontecimientos desde el aquí al pasado, y desde aquí al futuro; y Mensurativa, que implicaría las unidades de medida para nombrar los intervalos de los eventos en el tiempo. La relación sentida, sujeto, ritmo, está en el corazón de la teoría del signo. El ritmo organiza el discurso y el sentido. Esto desemboca en la afirmación de Céspedes: el sentido solo es “por y para los sujetos”. Se intuye que el sentido es una actividad del sujeto y, por tanto la teoría del ritmo es teoría del discurso y, a su vez es teoría del sujeto.
El sujeto es en el lenguaje, más allá del lenguaje que se restringe a la función del significado. Benveniste afirma en su “Tratado de lingüística general que “yo existo en relación a tú”. Entonces aparece el discurso como relación compleja con el sujeto por la cuestión del ritmo, la interrelación y la fundación. Es decir, solo hay ritmo donde hay sujeto. El ritmo es sentido del sujeto que establece una correspondencia de inclusión recíproca. Allí es donde la psicología estructural se apropia del sujeto que se funda en los intersticios de un decir en movimiento, fuera de cuyo sentido devendría desvanecimiento.