Desde que Saussure (1965) replanteó que el signo lingüístico es una “entidad psíquica de dos caras” (p. 129), justo por el tiempo en que desde el terreno de la semiótica Peirce (1974) precisaba la presencia del objeto para fijar en una triada el representamen y el interpretante, que serían el significante y el significado saussurianos, respectivamente, quedó claro que fuera del texto existe una tercera realidad. Desde entonces, y desde siempre, la relación objeto-semiosis ha sido compleja. ¿Hasta qué punto la palabra, más que todo desde la instancia semántica, logra aprehender satisfactoriamente el objeto hacia el que apunta?

Tomemos lo que podría considerarse una palabra jerarquizada en cualquier lengua: dios. Bastaría con unos simples cotejos para darnos cuenta de que el significado de esa lexía, por no decir el significante, puede variar drásticamente de una comunidad a otra, de un período histórico a otro dentro de una misma comunidad, de una persona a otro dentro de un mismo grupo social. Porque una cosa es lo que se dice; otra, como se dice; y otra de lo que se dice.

Las olas de este complejo mar se extendieron hasta las playas de Julia Kristeva. En el artículo “Semanálisis y producción de sentidos”, incluido en los Ensayos de semiótica poética de A. J. Greimas, Kristeva toma de la lingüística generativista soviética las terminologías feno-texto y geno-texto, especie de realidad biplana en la composición de los sentidos de un texto. El fenotexto es un determinado texto poético (por ejemplo, El regreso de Justin, de Gerardo Roa Ogando), que será, desde la perspectiva del autor, una concretización de su cultura, mientras que desde el punto de vista del lector será lo que lee. A su vez, el genotexto, obra completa del autor y producto de la lectura del lector, será “una fase (teóricamente reconstruida) del funcionamiento del lenguaje poético en la que interviene lo que llamaremos una significancia” (Kristeva en Greimas, 1976, pp. 283-284), generación continua de sintaxis y sentidos contenida en el fenotexto. Desde esta óptica, el texto se considera como “toda práctica del lenguaje mediante la cual se despliegan en el feno-texto las operaciones del geno-texto, intentando el primero representar al segundo, e invitando al lector a reconstruir la significancia” (Kristeva en Greimas, 1976, pp. 284).

Desde esta visión generativista, el texto será un espacio dinámico de posibles inserciones infinitas en el interplay del autor y el lector. Esto significa que una novela como El regreso de Justin (http://shorturl.at/ijuxN), no constituye una expresión que quedó cerrada y estática con el punto final que en un determinado momento le puso su autor. El fenotexto es motivo para la generación de interpretaciones, o genotexto, que incorpora las del autor, por un lado, y la del lector, por otro.

El Apocalipsis 22:18 contiene una advertencia contra cualquier adulteración al texto del apóstol Juan: “Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro”. Sin embargo, bajo el discurso de la cristiandad se han creado diversas posiciones divergentes. Esto se debe a que como fenotexto, la Biblia es abierta a la generación de sintaxis y sentidos a partir del cual, producto de su lectura, el lector establece su genotexto.

La generación dinámica entre autor y lector en la esfera del texto inicia con un presupuesto del primero, en el que fija o intenta preestablecer los elementos a partir de los cuales el segundo avanzará en la tarea de configurar su genotexto. Nos detendremos en la propiedad del autor. En el caso de la novela El regreso de Justin, de Gerardo Roa Ogando, el preestablecimiento se establece mediante marcas de significados que funcionan como orientadores socioculturales, históricos y diegéticos.

En cuanto a las marcas socioculturales, la novela se desarrolla en la región Sur de la República Dominicana. En términos culturales, esto implica automáticamente una realidad dialectal que se presenta en la manera de hablar de los personajes, así como en ciertas denominaciones. También presume un significante topográfico, que podremos ver resaltado en las expresiones mordaces de Tony: “¡Qué clima más insensato! ¿Por qué el sol calienta tanto mi espalda, alterando su brillo natural?” (Roa Ogando, 2020, p. 49. En lo adelante, las citas en las que sólo se presente el número de página, corresponden a la primera edición de El regreso de Justin que aparece en la referencia). Implicará además una visión mágico-religiosa de la cotinianidad, como en el caso del Comeperro, especie de Chupacabras, que misteriosamente devora los animales, o los poderes zoomórficos de los haitianos.

Las marcas históricas colocan al lector en los tres tiempos. El presente se indica mediante la referencia al Covid-19 y a la interacción tecnológica, que se puede rastrear en esta afirmación de Justin: “Vivo entre WhatsApp, Facebook, Zoom, Jetsi, Meet, Moodle y mis cuatro paredes” (p. 11). El tiempo pasado estará constituido por las evocaciones conscientes del protagonista y sus relatos de personajes y situaciones pretéritas, como el ciclón David y el huracán San Zenón. Igualmente, momentos significativos, como la dictadura de Trujillo o el gobierno de los 12 Años de Balaguer. El futuro estará implícito, en tanto en el presente de Justin, con su paseo hacia el pasado, se mantiene pendiente el avance hacia una posteridad en que podrá solucionarse o no su condición de salud.

En cuanto al aspecto diegético, el fenotexto El retorno de Justin se fija mediante un conjunto de personajes supeditados las marcas socioculturales e históricas. Justin es el constructo para una secuencia de narradores que avanzan desde el presente hacia el futuro, deteniéndose la mayoría de ellos en el pasado. A partir de un accidente que deja a este personaje en estado vegetativo, surgen desde la memoria, con impulso psíquico, diversos personajes. La mayoría pertenecen al ámbito rural. Así, Obdulio Montero funciona como formador de su hijo, Enrique, quien presenta una evolución cultural gracias al proceso de alfabetización de la señorita Lewinsky (cuyo compañero, Bill, sugiere un guiño intertextualizado con el famoso caso Lewinsky). Tony Rajoña de Gomorra es un campesino cibaeño presumido que, de alguna manera, constituye un punto de jerarquización cultural, por contrastación negativo, de los habitantes del Norte y del Sur del país. También se resalta Plutarco Pierre, “un misterioso y orgulloso señor, a quien nadie había sobrevivido” (p. 157), en torno a quien se reconstruye una muestra del espíritu folklórico sureño, matizado por gags, cánticos y episodios tenebrosos.

Como es lógico suponer, más allá de lo registrado en el fenotexto constituido por El retorno de Justin, existe un mundo antecesor conformado por elementos socioculturales, históricos y diegéticos que contienen una carga semántica mayor. Esto se debe a que en un texto solo cabrá, y no podrá caber si no, una parte del objeto del que conforma su discurso. Porque nadie podrá escribir la historia del medioevo incluyendo cada acción. Ni siquiera se podría describir una hora de un hombre en la que esté incluido absolutamente todo lo que sucede en ella. Entre lo que dice el texto y lo que no dice; entre la forma en que lo dice y la forma que no dice, se instalará el lector para, desde el fenotexto primario, generar su genotexto, el que, una vez transfigurado en su propio fenotexto, establecerá un diálogo con los demás genotextos relacionados.

Saludamos y celebramos la aparición de El regreso de Justin, de Gerardo Roa Ogando. Se trata de una novela que nos permite un interplay siempre necesario con la presencia cultural del Sur dominicano. Este texto poético, en el sentido de Jacobson, invita a reconstruir el sentido, en un ejercicio crítico en que el lector, si toma en serio su función, saldrá enriquecido.

Referencia

Saussure, F. de (1965). Curso de Lingüística General. Buenos Aires: Editorial Losada.

Greimas, A. J. (1976). Ensayos de semiótica poética. Barcelona: Editorial Planeta.

Peirce, C. S. (1974). La ciencia de la semiótica. Buenos Aires: Nueva Visión.

Roa Ogando, G. (2020). El regreso de Justin. Santo Domingo: s.p.i.

 

Pedro Antonio Valdez en Acento.com.do