Valentín Amaro.

«Hay que dormir con los ojos abiertos, hay que soñar con las manos… hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, troncos, ramas, ramas, pájaros, astros…»

Octavio Paz.

Del 20 al 23 de febrero, San Francisco de Macorís será sede del XIV Festival Internacional de Narradores, con la participación de más de ochenta narradores nacionales e internacionales, entre los que se encuentra el poeta y narrador Valentín Amaro. En esta edición, estará dedicada al periódico Acento por sus valiosos aportes a la cultura y a la democracia comunicativa de la República Dominicana. Además, se realizará un homenaje especial a la destacada escritora Emelda Ramos. 

Sobre el poeta

Valentín Amaro nació en «La Piragua», Gaspar Hernández, provincia Espaillat, República Dominicana, en 1969. Desde muy joven, su vida estuvo marcada por una profunda conexión con la literatura y las artes. A lo largo de su carrera, ha logrado consolidarse como un referente en el ámbito literario y educativo del país, destacándose no solo como poeta y narrador, sino también como gestor cultural y profesor universitario.

Valentín Amaro es un firme defensor de la educación y la cultura. Cursó estudios superiores en Lengua y Literatura y, posteriormente, una Maestría en Gestión y Educación Universitaria en la Universidad Católica Santo Domingo. Su dedicación a la enseñanza lo llevó a convertirse en profesor universitario, miembro activo del Taller Literario César Vallejo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), miembro del Ateneo Insular, que dirige el renombrado escritor Bruno Rosario Candelier, y forma parte del Taller Literario Narradores de Santo Domingo, siendo uno de sus miembros fundadores.

«El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me lleva, pero yo soy el río; es un tigre que me devora, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego».

Jorge Luis Borges.

Amaro ha ganado varios concursos nacionales e internacionales. En 2008, recibió el Premio Jaycees´72. En 2012 obtuvo el segundo lugar en el XIX Concurso Nacional de Cuentos de Radio Santa María con «Mariposas negras».  En el XXVIII Concurso de Cuentos de Radio Santa María, celebrado en 2020, logró el primer lugar con su obra «Melba». En cuanto a su faceta poética, Amaro también ha cosechado éxitos. En el 4to Certamen Literario de la Universidad Iberoamericana, destacó al obtener el primer y segundo lugar en poesía. Su poesía, cargada de una profunda reflexión sobre la existencia humana y el universo emocional, ha sido publicada en varios medios nacionales e internacionales, tanto en diarios como en revistas literarias de renombre.

Valentín Amaro.

Su obra literaria ha sido publicada en diversas editoriales. Su primer libro, «En el temblor de las visiones» vio la luz en 2006 con la Editora Nacional y Ediciones Ángeles de Fierro; más tarde fue publicado por Obsidiana Press en West Virginia. Otros títulos de su autoría incluyen Mariposas negras (2013), El ave rasga su memoria (2014) y Charcos de furia (2014), los cuales fueron bien recibidos por lectores y críticos por su profundidad temática y su habilidad para captar las emociones humanas en su máxima expresión.

«El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta»

Pablo Neruda.

Valentín Amaro, Ruth Herrera y Héctor Santana.

En su labor profesional, Valentín Amaro ha desempeñado un rol clave en la Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación, coordinando proyectos culturales que buscan promover la literatura y las artes en la sociedad dominicana. Su labor como educador y su compromiso con la formación de nuevas generaciones de escritores y lectores continúa siendo uno de los pilares fundamentales de su carrera.

Valentín Amaro ha demostrado ser un hombre de letras apasionado y comprometido con su país y su cultura. Su obra, sus enseñanzas y su gestión cultural siguen dejando un aporte importante en la literatura dominicana.

«Valentín Amaro es a mi juicio, una de las síntesis más acabadas de la conjunción de un auténtico y valioso escritor, poeta, narrador, ensayista; de un gestor cultural de condiciones ejemplares y de un maestro dentro y fuera del ámbito académico. Él se ha constituido en un modelo a seguir por las generaciones que le van sucediendo y cada vez colocando en un lugar significativo en el ámbito de la literatura que se escribe en nuestro país, personas como él, contribuyen a eso que había descrito nuestro poeta nacional don Pedro Mir como síntesis de estética y de ética porque como tercera dimensión debemos agregar su condición humana».

Mateo Morrison, Premio Nacional de Literatura.

"El poeta parece vivir en armonía con la naturaleza en cuya lírica aflora el rumor del mundo. En todo fluye el sentido y el valor de la trascendencia, que la hondura del poema, en la sustancia de su lenguaje, asume, devela y exalta con su gracia singular, según reflejan los versos de Valentín Amaro, pues la luz de sus imágenes y la hondura de sus símbolos presagian los motivos que atizan su creación.  La lírica de Valentín Amaro aborda la faceta estética de lo viviente con la dimensión sutil de fenómenos y cosas».

Bruno Rosario Candelier. Poeta, ensayista y Premio Nacional de Literatura. Santuario estético del Interiorismo. Ateneo Insular, Moca, 5 de febrero de 2025.

«Valentín Amaro es un poeta y narrador que en sus obras deja la impronta literaria de un autor con altos vuelos estéticos y el poder de contar con una prosa intensa y aleccionadora.  

Rescata retablos de la vida misma utilizando un lenguaje accesible, con hechos de la condición humana, realidades, imágenes y ficciones».

Virgilio López Azuán. Poeta y narrador.

«Al hablar de Valentín Amaro, intelectual, ensayista, poeta esencial e imparable promotor y animador cultural, nos comprometemos, corremos el riesgo de, en pocas palabras, no lograr un enunciado que sea lo suficientemente abarcador; y que de este modo hagamos justicia a este apasionado de la literatura, y muy en especial de la poesía. En él confluyen la madurez y la calidad en todo lo que crea, en los mundos que a través de su poética se dice. El elevado sentido de la verdadera poesía en Valentín Amaro se asoma, resplandece y se presenta de cuerpo entero, como el agua que se presiente en su rumor subterráneo, se torna espejo en la luz y luego es toda manifestación de energía líquida ante quien es mirado al mirarla; por lo que palpita en su poesía (testimonio de experiencias vívidas) una verdad de vida, una sinceridad manifiesta que se entraña con su singular naturaleza. El poeta Amaro, a quien el común sendero me ha dado por hermano, vive en función de un ideal noble y tierno que es sello en su creación; oficia la alta poesía con fluidez y la fuerza de lo experienciado, prevalido de la intuición de todo gran poeta, formaliza el discurso poético mediante el lenguaje luminoso que le distingue. En él, la intuición es el resplandor de la verdad del Ser de las cosas, el contacto íntimo con el costado de nuestra anatomía oculta, ese plano frecuencial que le empalma con la estancia de las energías vibrando prístinas, como es natural a la Realidad Pura, con la cual esta Amaro entrañado, consciente de ser no sólo parte, sino la totalidad aun de lo inmanifiesto, con residencia en el plano causal, allí donde las cosas en su sustantiva esencia se aman.

Percibo en las imágenes que hacen singular la poética de Valentín Amaro, quiero aquí puntualizar, una suerte sinestésica que da cuenta de que, sin proponérselo, por un atributo espiritual, integra los sentidos y los dirige hacia percepciones que no logran muchos: percibe el movimiento en forma de música, de manifestaciones sonora en sutiles frecuencias; mientras que percibe el sonido en forma de luz, ondas y subpartículas danzantes. Es esto algo que guarda con él, algo natural a su ser y estar… Esto sabemos: en Amaro, la poesía es una necesidad y medio con el cual ejercita, en diáfana humildad (indicador de sabiduría) un estilo de vida, en armonía con todos los entes también en cuerdas vibrantes contenidos en La Realidad Pura.».

Ramón Antonio Jiménez. Poeta y narrador. Movimiento Taocuántico.

El temblor de las visiones

“Tendré un nuevo ser
un ritmo cenital que me hace
libre de todos los augurios de la tierra”
Francisco Matos Paoli

Danzando en derredor
el hombre preciso corta el trigo
sin parar, jadeando
como quien se muere amando sudoroso
a una mujer negra
extrañamente negra
eternamente negra

Habla en lenguas, gime
y es su gemido el desgarre
de un dolor de años, de siglos.

Busca los dioses de su mundo
de su atragantado mundo
de su vulnerable mundo
pero es tarde y nadie le escucha
nadie sabe de su luna colgando en su infancia
nadie sabe de los espectros girando en torno suyo
nadie ha esgrimido su espada en el hambre siniestra
nadie le ha visto caminando
en las paredes desnudas de su casa
ni cuando en su extrema paranoia araba su invierno
y volvía a su niñez agreste y cansada
hablando con sus muertos
y cruzaba la pradera
donde cada noche Isabel le salía
como en una pintura de Geo Ripley
con su falda negra
y le cubría el rostro
y volaba hasta desaparecer entre los árboles
dejándolo inerte, moribundo
hasta que un temblor de visiones le despertaba
y volvía a su casa y cantaba hasta amanecer
llorando, volviendo a la vida.

El poema «El temblor de las visiones» de Valentín Amaro es una obra cargada de simbolismo, angustia existencial y una profunda reflexión sobre la identidad, la lucha interna y la conexión con lo sobrenatural. A través de un lenguaje visceral y evocador, Amaro construye una atmósfera onírica y angustiante, donde el protagonista vive atrapado entre el sufrimiento y las visiones que lo atormentan, mientras busca respuestas en un mundo que parece desbordarlo.

La obra inicia con una referencia a la figura del hombre trabajando en el campo: «Danzando en derredor / el hombre preciso corta el trigo». Esta imagen, aparentemente rural y cotidiana, rápidamente se ve atravesada por un tono de desesperación y lucha. El hombre no solo corta el trigo, sino que lo hace de manera frenética, «jadeando / como quien se muere amando sudoroso / a una mujer negra». La tensión que surge de este acto es palpable, pues el trabajo se presenta como un ejercicio de desgaste, no solo físico, sino también emocional. La figura de la mujer negra —«extrañamente negra / eternamente negra»— parece sugerir una relación simbólica de amor, sacrificio y tormento. El color negro, repetido de manera enfática, puede interpretarse como un símbolo de lo inalcanzable, lo oscuro, lo profundo, lo eterno.

El poema enfatiza un dolor ancestral, un «desgarre / de un dolor de años, de siglos», lo cual sugiere que el sufrimiento del protagonista no es algo momentáneo ni particular, sino que es el dolor colectivo y universal de la humanidad, transmitido a través del tiempo. Este sufrimiento está vinculado no solo a lo físico o lo temporal, sino a lo existencial, un dolor perpetuo e irreversible que abarca generaciones. Es interesante que el hombre «habla en lenguas», lo cual puede evocar una lucha interna con su identidad y su relación con lo divino o lo espiritual. El uso de «lenguas» hace referencia a un lenguaje cifrado, posiblemente incomprendido, que podría ser una metáfora del intento fallido de encontrar una voz auténtica o una respuesta trascendental en medio del sufrimiento.

El protagonista busca «los dioses de su mundo / de su atragantado mundo / de su vulnerable mundo», lo que refleja una búsqueda desesperada por comprender su lugar en el universo. El mundo en el que vive se presenta como algo «atragantado» y «vulnerable», lo que sugiere una visión sombría y fragmentada de la realidad. A pesar de su búsqueda, se enfrenta a la indiferencia del mundo y los dioses: «pero es tarde y nadie le escucha». Esta falta de respuesta refuerza la sensación de soledad existencial y la incomprensión que caracteriza la vida del protagonista.

El poema avanza hacia una exploración del pasado, en el que el protagonista se enfrenta a los recuerdos y a lo que parece ser una reminiscencia de su niñez. La imagen de la luna, los espectros girando a su alrededor, y la espada del hambre siniestra, sugieren que su infancia estuvo marcada por la pobreza, la violencia y la lucha interna. La referencia a Isabel, que aparece «como en una pintura de Geo Ripley / con su falda negra», parece traer consigo una figura etérea, una aparición fantasmagórica que lo envuelve en una especie de trance existencial. Isabel se presenta como un ser simbólico: al cubrirle el rostro y volar hasta desaparecer, parece representar la evasión de la realidad o la pérdida de algo esencial.

El «temblor de visiones» que cierra el poema es un símbolo poderoso de renacimiento y catarsis. Este «temblor» podría ser interpretado como una sacudida, un despertar de la conciencia o una epifanía que devuelve al protagonista a la vida. La repetición de la palabra «llorando, volviendo a la vida» enfatiza la idea de que la vida no es un proceso lineal o de fácil resolución, sino que está llena de ciclos de sufrimiento, despertar y regeneración. El «cantar hasta amanecer» puede verse como una expresión de resistencia, una manera de afirmar la vida a través del dolor, la creación artística y la esperanza, a pesar de las adversidades.

Amaro utiliza un lenguaje cargado de imágenes sensoriales y metafóricas, construyendo un espacio literario que se aleja de lo meramente descriptivo para sumergirse en lo emocional y lo simbólico. La repetición de la palabra «negra» resalta la importancia de la oscuridad en la obra, no solo como color, sino como concepto relacionado con lo profundo, lo inalcanzable y lo doloroso. Además, las referencias a la lengua, los gemidos y el dolor colectivo sitúan al poema en una dimensión tanto personal como universal, marcando un contraste entre el individuo y su entorno histórico y cultural.

El poema trata temas recurrentes en la obra de Amaro, como la alienación, la lucha interna, la confrontación con lo sobrenatural, la relación con la muerte y el paso del tiempo. Los símbolos de la luna, los espectros, la espada y la figura de Isabel son parte de una atmósfera en la que se mezclan la vida y la muerte, la nostalgia y el deseo de redención. La obra, por tanto, no solo refleja una experiencia personal del sujeto, sino que también apunta a una universalidad de la condición humana, donde el sufrimiento y la búsqueda de sentido se entrelazan de manera indisoluble. 

Hombre danzando en lo oscuro

A Yeyé Concepción, en la hermandad de la poesía

Hay un hombre danzando en lo oscuro

mudo, en los ojos del delirio

Nada sabe de su azar

ni de los pequeños dioses

que vigilan su otoño

Hay un hombre danzando en lo oscuro

perdido, tropezando a cada paso

en cada burdo intento

de su drama interminable

Danza y danza

él es la oscuridad

él tiene nombre de sombra y pesar

él es un golpe de dados

Hay un hombre danzando en lo oscuro

abrazado a su soledad

al tedio

a la errancia

y a los sueños fragmentados

«Hombre danzando en lo oscuro» es un poema de Valentín Amaro marcado por la desolación existencial y el peso de la soledad. En este poema, el hombre que se presenta como protagonista se convierte en una figura simbólica de la lucha interna, la desconexión con el mundo exterior y la búsqueda de sentido en medio de la oscuridad. A través de un lenguaje preciso y un ritmo repetitivo, Amaro explora la idea del sufrimiento humano, la errancia del alma y la lucha constante con el destino y el vacío.

El poema se abre con la poderosa imagen de un «hombre danzando en lo oscuro». La oscuridad aquí no es solo un espacio físico, sino un símbolo del caos interno, del desconcierto, y de la búsqueda sin sentido. El hombre, «mudo» y «en los ojos del delirio», se muestra incapaz de comunicarse o de comprender su situación. La oscuridad es su único contexto, y parece que su lucha no tiene respuesta ni claridad. El hecho de que esté «mudo» refuerza la sensación de estar atrapado en un silencio existencial, donde sus preguntas no tienen respuesta y sus deseos quedan ahogados en la incomprensión.

La frase «Nada sabe de su azar / ni de los pequeños dioses / que vigilan su otoño» señala el carácter incierto e impredecible del destino. La vida del hombre parece regida por fuerzas ajenas, como si él, fuera una pieza de un juego cósmico en el que no tiene control ni conocimiento. Los «pequeños dioses» que lo observan desde las sombras sugieren una suerte de entidades que vigilan sin intervenir, una reflexión tal vez sobre el absurdo de la existencia humana en un universo indiferente.

A medida que avanza el poema, el hombre se describe como «perdido, tropezando a cada paso / en cada burdo intento / de su drama interminable». La metáfora del tropezar a cada paso evoca la idea de un hombre que lucha, pero cuya lucha es en vano, como si estuviera atrapado en un ciclo de fracasos repetidos. La palabra «burdo» también añade un tono de frustración y desencanto: su lucha no es heroica ni digna, sino un esfuerzo torpe, grotesco, que no conduce a nada. La vida se presenta como un «drama interminable», una cadena de esfuerzos fallidos y frustraciones.

El poema subraya la transformación del hombre en la propia oscuridad: «él es la oscuridad / él tiene nombre de sombra y pesar / él es un golpe de dados». Esta identificación con la oscuridad refuerza la noción de que el hombre ha llegado a ser una extensión de su sufrimiento, su incertidumbre y su caos. Ya no es solo un ser humano que danza en la oscuridad, sino que ha quedado consumido por ella, volviéndose una sombra errante en busca de un sentido que nunca llega.

La frase «él es un golpe de dados» añade una capa más de desesperanza, comparando la vida del hombre con un azar impredecible. Los dados, en este contexto, simbolizan la suerte o el destino, que son ajenos al control del individuo. La vida se convierte en una serie de lanzamientos al azar, en la que el hombre no tiene el poder de decidir ni el control de los resultados, sino que es arrastrado por la fortuna o el destino. La imagen del dado también puede aludir a la fatalidad, un juego en el que no se gana, solo se participa hasta que el ciclo se cierre.

En los versos finales, el hombre aparece «abrazado a su soledad / al tedio / a la errancia / y a los sueños fragmentados». Estas palabras resaltan su conexión con la desolación y el vacío. El tedio y la errancia (la sensación de vagar sin rumbo) completan la imagen de un ser atrapado en un ciclo sin propósito ni dirección. Los «sueños fragmentados» sugieren que alguna vez hubo esperanza o aspiraciones, pero estas se han desmoronado, dejando solo pedazos rotos e incompletos de lo que alguna vez fue una ilusión de plenitud. El abrazo a la soledad, al tedio y a la errancia, es un acto de aceptación dolorosa, una rendición ante un destino que parece inmutable. Los «sueños fragmentados» son una metáfora de los ideales rotos y de las aspiraciones perdidas, la sensación de que la vida ha dejado de ser un camino hacia algo grande y se ha transformado en una sucesión de momentos vacíos e incompletos pero que a la vez pueden ser mágicos y hermosos.

¡Les esperamos del 20 al 23 de febrero en San Francisco de Macorís, que será la sede del XIV Festival Internacional de Narradores! Acompáñenos y vivamos juntos esta extraordinaria experiencia literaria.