Cada uno ve lo que está en su corazón.
Sin dudas, me atrevería a decir que los mayores esfuerzos del paradigma cultural posmodernista, están dirigidos a escapar de los monismos, esencialismos, naturalismo, la metafísica, los dualismos y, las perspectivas deterministas y unidimensionales que heredamos de la teoría social europea del siglo XIX y de mediado del XX.
Con fin de la segunda guerra mundial y, la polarización del mundo entre dos modelos de modernización: capitalismo y socialismo, las sociedades europeas entraron en un período de transformación social, caracterizado por la implementación de las políticas económicas keynesianas, el Estado de bienestar, la democracia liberal, el desarrollo de las grandes ciudades, el auge de los medios de comunicación de masas y, un proceso de individualización que transformó los valores y las prácticas culturales de las grandes ciudades.
Durante este período de modernización, se produjo una revolución filosófica que impacto los fundamentos de la teoría social en general: la tradición fenomenológica, desarrolló una crítica a las pretensiones universales de la lógica de la ciencia y la tecnología y, reivindicó una perspectiva plural, donde se reconocen las diversas expresiones de las formas de vida, las subjetividades, las experiencias y capacidad de interacción de los individuos en la vida cotidiana.
Por otro lado, el psicoanálisis destacó los problemas asociados a la represión y liberación de los deseos y la sexualidad en el malestar de la cultura moderna. Desde la filosofía nihilista, se hizo la crítica a los valores de la moral religiosa occidental, asignándole mayor significación a la creatividad estética y la voluntad de ser de los individuos.
Pasamos, según la interpretación posmodernista, de la preocupación por los valores sociales, morales sólidos y materialistas de la era moderna, al interés por los valores culturales flexibles, asociado a la subjetividad, el deseo, la identidad, la estética, las modas, el consumo, el cuerpo y, la sexualidad de la posmodernidad.
En la cultura académica-intelectual de los años sesenta, la tradición hermenéutica puso en evidencia los cruces en las tradiciones filosóficas, estéticas, entre modernidad y tradición. La filosofía de la ciencia, se interesó en destacar el papel de la carga teórica, de los paradigmas y, los programas de investigación en las representaciones científicas y, finalmente, las filosofías del lenguaje hicieron la crítica de las interpretaciones metafísicas, trascendentales y, nos ayudaron a ver las mediaciones del lenguaje, los discursos, la cultura y, los medios de comunicación, en la construcción de nuestras interpretaciones y representaciones culturales.
En esa coyuntura, se produce una tercera oleada de crítica a las interpretaciones universales de la modernidad europea, como crítica deconstructiva al poder de los discursos y los meta-relatos históricos de las ciencias humanas que, hicieron posible la construcción de una forma de evolución social, fundada en leyes históricas naturales y universales.
En Latinoamérica, estos cambios crearon el clima cultural-intelectual para la revisión y deconstrucción de las teorías eurocéntricas y, una interpretación más abierta, múltiple, hibrida y plural de la modernidad cultural latinoamericana. Dando lugar al desarrollo de teorías culturales más locales y particulares. Como fueron los casos de las teorías orientalistas, poscoloniales, étnica-indigenistas, feministas, juveniles y, ecologistas.
En ese sentido, podemos decir que el paradigma cultural de la posmodernidad es producto de las transformaciones sociales, los cambios filosóficos y, las formas de vida socioculturales que se produjeron en las grandes ciudades de Europa desde finales de la segunda guerra mundial. Es un discurso, un imaginario cultural, una sensibilidad estética, asociado a las grandes transformaciones de los estilos de vida de la cultura urbana contemporánea.
Es un paradigma de interpretación y representación cultural que parte de varios supuestos: primero, que los procesos de modernización son múltiples, híbridos y, plurales. Segundo, que los subsistemas culturales: como el arte, la filosofía, la ciencia, las humanidades, la literatura, la música, las religiones, etc., tiene cierta autonomía y diferenciación de los otros sistemas sociales. Tercero, que los actores sociales, tienen cierta capacidad de acción, de comunicación y participación en la producción de los cambios culturales y, cuarto, que los cambios culturales no se producen en el vacío, sino el marco de una tradición, por tanto, existe una interacción entre las tradiciones culturales, entre modernidad y tradición.
De manera que, en relación a la pregunta que nos ocupa: ¿cómo nos ayuda el paradigma cultural posmodernista a comprender e interpretar las transformaciones de la cultura urbana dominicana? Y, aun, reconociendo que siempre hay muchas controversias sobre estos temas, nos vamos a limitar a destacar varias conjeturas, principios y/o supuestos a considerar:
1.Que los procesos de modernización, producen también un incremento de la complejidad, división y diferenciación de las diversas esferas de la sociedad. Por tanto, hay que reconocerle cierta autonomía al sistema cultural.
2.Que existe una relación de mutua influencia entre modernidad y tradición, pues ningún cambio cultural en el país, comienza desde cero, sino desde las propias tradiciones culturales.
3.Que las prácticas, experiencias, subjetividades y trayectorias de los actores sociales e individuales en su vida cotidiana, son significativa en la transformación de los subsistemas culturales.
4.Que la cultura, no sólo opera como alteridad, distinción, para diferenciarnos de los otros, sino como un sistema de valores, imaginarios y, prácticas que hace posible la interacción, la comunicación, integración y/o inclusión entre el grupo de pertenencia.
5.Finalmente que, el posmodernismo reconoce la pluralidad y diversidad de perspectiva en la comprensión e interpretación de los cambios culturales. Pues, parafraseando un poco a Max Weber, cada uno ve lo que está en su propio corazón, valores y perspectiva académica-intelectual.