La realidad es simplemente una ilusión. (Albert Einstein)
El libro de cuentos Pequeñas sombras humanas, del escritor Yubany Checo, llama la atención del lector tanto por el estilo, como por su originalidad. Para lograr esto, el autor utiliza estrategias o recursos complejos y originales que demandan una investigación seria. En este breve ensayo, quiero echarle una mirada al tratamiento que se le da a la relatividad de los cuerpos, a la teoría de las cuerdas, a los colores como símbolo, a los universos paralelos, a la desintegración de los cuerpos, al retorno de la muerte, a la retrospección, y al racconto.
La relatividad en los cuentos de Pequeñas sombras humanas es multicolor, interestelar, cósmica, enigmática, aguda y sintética. Los universos paralelos se trasmutan para formar uno nuevo. Parecen indivisibles y hasta llegan a desaparecer. Uno de los cuentos que mejor refleja esos matices de la relatividad es «Calaverna»; en este cuento, el narrador —primera persona testigo— ve a una taberna destruirse y a un ser enigmático salir de una bola azul. Este fenómeno es símbolo de muerte, suceso que solo observa el narrador. Se puede percibir entonces, al narrador no fiable, con un desenlace abierto. ¿Cómo se decepciona un lector al descubrir que ha sido engañado? Con que todo lo contado al final se reduce a un sueño o una premonición.
A veces, los hechos suceden de manera inesperada. Por ejemplo, en el cuento «Vestido corto», el personaje principal, jamás pensó que su segunda entrega sería el cuerpo de su esposa. El personaje y el lector en este cuento, están enlazados por el efecto sorpresa. Es tal el asombro, que el lector espera descubrir a un personaje devastado y enternecido; sin embargo, descubre que actúa firme y sereno. Y aunque en la narración, se muestra a una Jacinta descompuesta y con un olor nauseabundo, Ramón la encuentra hermosa.
Los cuentos de Pequeñas sombras humanas, emanan mundos que se contraponen y yuxtaponen con el de la realidad. Ejemplo de esto son: «El mensajero», «Sin pluma, mejor», «San Valentín», «En algún lugar del universo, el libro», «Vendetta» y «Calaverna».
El autor de los cuentos de Pequeñas sombras humanas juega con el espacio y el tiempo. Parece que disfruta llevando a los personajes principales a otra dimensión, en la que refleja su interior y sin número de clones que imitan a los personajes, con los cuales cohabita en el presente ilusorio. Por citar uno: en «El mensajero», todos los personajes están muertos, pero esto lo descubre el lector casi al final del cuento, cuando se percata de que las tres tazas están empolvadas, y que la casa estaba cubierta de telarañas; más aún, cuando escucha la confesión final de la niña: «En lugares como este, siempre hay más adultos que niños (…). Los niños llegamos por tragedia, aborto o enfermedades…» La niña habla desde una dimensión distinta a la de sus padres, por medio de una grabadora que está a cargo de un mensajero. El mensajero que lleva la grabadora pertenece tanto a la realidad de la ficción, como al mundo de los muertos. Surge entonces, la tridimensionalidad, el efecto de la teoría de las cuerdas, la relatividad como medio de soporte y se mantiene la técnica del narrador no fiable.
El autor juega de una manera tan vil con las impresiones y el efecto sorpresa, que se diría que lo hace con el objetivo de dejar al lector rezagado. En el texto «San Valentín», un cuerpo se desintegra en una fotografía; se vuelve gris. Ese cuerpo aparece en otro mundo, parecido al que ocupa el personaje del presente, con alternativas distintas. En este texto se confirma el dominio técnico del escritor, al trabajar las dimensiones de los universos y los cuerpos que pertenecen a estos.
Los colores son usados para darle forma al fondo del contexto de los cuentos, son colores mágicos, los llenan de musicalidad. Unas veces se perciben suaves; otras amargos; y en ocasiones, alegres. Este recurso llena los cuerpos olvidados en el texto. A todos los impregna de un poder simbólico impresionante. El autor muestra predilección por el azul, el amarillo, el verde, el rojo, el negro y el gris. El amarillo se emplea como símbolo de la luz; el azul, como símbolo del cielo y la suerte; el verde es el símbolo de alegría y la esperanza; el rojo simboliza la mala suerte; el gris es la representación del fracaso, la oscuridad, el humo, los vicios mundanos, la muerte, y la invisibilidad; por último, el negro, es la encarnación de la traición, el desengaño, el abandono, la desilusión del individuo mismo y de la ausencia de conocimiento. Los cuentos donde más abunda ese simbolismo son «Superstitio» y «De una botella», los cuales tienen como vaso comunicante: el desconocimiento de sí mismo. En «Superstitio», se trabaja la suerte como un personaje enigmático e inanimado, del que depende el personaje principal. Y el cuento «De una botella» provoca que el lector rememore la narrativa de Juan Rulfo, especialmente el cuento «Macario».
La crudeza de lo real, trabajada de manera experimental en el cuento «Sin Pluma, mejor», resulta espeluznante. El autor aborda asuntos que parecen sacados de la vida cotidiana. Es un texto cargado de una fuerza inexplicable que trae consigo la desolación, el desengaño, la traición y la venganza. Se vale de la técnica del racconto. El autor sin proponérselo, reencarna a la hermana del coronel Aureliano, Amaranta. Afirmaría que se dejó influenciar de modo inconsciente al escribir este cuento por Gabriel García Márquez.
Los cuentos que componen Pequeñas sombras humanas, de Yubany Checo traen consigo mundos que confluyen, que se tocan, chocan y se separan; que dejan caer pedacitos de cielo, de mar y de sombras, en un mundo llamado realidad, al que pertenecen los lectores, o al menos creen pertenecer, porque al final de la lectura del último cuento, ya nadie está seguro de lo que es. La única certeza que queda es la posibilidad de la existencia de otros lectores, en otros universos que practican otras lecturas.