El pentágono es una figura geométrica que, supone cinco puntos de unión y del cual luego se pueden formar triángulos, son los que conforman esta figura. También la ha hecho famosa Estados Unidos por ser la edificación que representa el centro de su alta inteligencia militar. Sin embargo, de lo que se trata aquí es resaltar, desde la figura geométrica, cinco actividades relacionadas exitosamente con el arte que se produjeron de forma secuencial en menos de seis meses en nuestro país, una  de ella en Santiago de los Caballeros y cuatro en la capital, obviamente no fueron las únicas realizadas dentro del movimiento artístico nacional, pero relevantes por su significación y capacidad de convocatoria.

Nos referimos a la fase final de las obras de la 29 Bienal Nacional de Artes Visuales del Museo de Arte Moderno levantada a fin de año 2021, siguiéndole en orden cronológico, la retrospectiva de Orlando Minicucci en la sala de Bellas Artes, Amaya Salazar, de nuevo en el segundo piso del Museo de Arte Moderno, la retrospectiva del pintor Fernando Varela en la Sala Temporal del Cetro Cultural Eduardo León Jimenes en Santiago y concluyendo con la retrospectiva de José Cestero, también en el Museo de Arte Moderno.

El cierre de la 29 Bienal Nacional de Artes Visuales del MAM

De singular valor luego de un tiempo suspendida por múltiples razones, la 29 Bienal Nacional de Artes Visuales constituyó un gran reto a vencer, no solo por la pandemia, que ha neutralizado muchas de las actividades y socialización de la vida de la gente, sino un cambio de gestión producido en el país y en el Ministerio de Cultura, como en el propio MAM y de por sí esto implicaba un gran desafío que se asumió y, entre todos los actores, salió a flote este evento del arte nacional de gran significación en procura de consolidar la comunidad artística, crear un dialogo entre los artistas y su público y con lentitud, pero firme, retomar la vida social que la pandemia nos ha impuesto como imperativo a través del confinamiento.

Quiérase o no, usando los protocolos sanitarios exigidos para estos tiempos, el público y sus visitas recurrentes, en grupo o individual, como en familia, se hicieron presentes en esta convocatoria y los artistas, independientemente de algunos que otros detalles que nunca faltan en estos casos, pudieron tener su catarsis social y un reencuentro tan necesario para la vida, el arte y la condición humana. Completada la convocatoria, seleccionada sus obras y evaluados, los premios siguieron a su natural proceso y la presentación de las obras presentaron cierta calidad.

La Bienal nos sugiere por dónde anda el arte dominicano, cómo pudimos vencer el enclaustramiento de estas obras detenidas en el tempo  y hacerlas públicas para el disfrute de los artistas, sus públicos y la satisfacción del artistas que quería tener un momento de goce y compartir con los amigos, de esta, una comunidad de creadores, sensibles y deseosos de dar a conocer su talento y majestuosidad artística en esta 29 Bienal Nacional de Artes Visuales del MAM. Como invitado especial de esta Bienal se reconoció a José García Cordero. La artista ganadora del Gran Premio de la Bienal lo fue Aniova Prandy, completándose en más de 10 los otros premios y más de cinco, las menciones. Se dedicó al artista Orlando Minicucci.

Retrospectiva de Orlando Minicucci

La estatura como artista, restaurador de obras, gestor cultural, libre en su forma de pensar y  artista neto en su manera de ver el mundo, además del dominio de escenarios desde el performance, han hecho de Orlando Minicucci un artista completo en su manera de personalizarse en la sociedad y a través de sus obras. Hoy disfrutamos la exposición Los estados de la Luz en Bellas Artes.

Dedicada la Bienal a su trayectoria como artista, los salones de Bellas Artes resultaron pequeños para un gigante del arte dominicano que sumando, son más de medio siglo de pincel, lienzo y trabajo en taller restaurando obras que solo la mano de un Maestro recupera identidades sin perder autenticidad en la difícil tarea de la restauración y eso hizo por mucho tiempo  el artista Orlando Minicucci lo supo hacer.

En esa muestra en Bellas Artes, faltó espacio, como siempre pasa en una retrospectiva de un artista que, como Minicucci, sus tiempos en el arte han de organizarse por ámbitos temáticos que van desde sus primeras obras y las pasiones que le acompañaban en ese momento, las técnicas pictóricas que pudo haber desarrollado, hasta los momentos sociales que le tocó vivir, como ciudadano y como artista.

Vimos en esa importante selección curatorial realizada en Bellas Artes, un esfuerzo por presentarnos con cierta agudeza y organización temporal, de estilos, mutaciones y fases creativas, un Orlando diestro en su definición conceptual de la obra, sagaz en la manera de reunir en un cuadro, formas, colores, trazos y un concepto, a veces abstracto, otras veces más figurativo, pero siempre talentoso.

Es original y particular su estilo, que lo convirtieron en uno de los grandes referentes de los años posteriores a la Guerra de abril, y que aun es un Maestro de la pintura dominicana, que acompañó como gestor cultural, las causas mas disímiles de los proyectos artísticos muchas veces desprovisto del poder y  apoyo institucional, pero con el quijotismo del artista que cree en un compromiso social y comunitario del arte, más allá del beneficio personal e individual que podría dejar el oficio de lienzo.

La muestra es de las mejores síntesis que recuenta una trayectoria de décadas de un artista que tuvo en su momento una intensa producción, bien recogida en la muestra de Bellas Artes, para cerrar el homenaje rendido en la 29 Bienal Nacional de Artes Visuales del MAM. Le acompañó en la curaduría, Amable López y Luis Graham Castillo y en la museografía Salvador Bergés, Raúl Morillo y el propio artista.

Amaya Salzar y sus figuras inigualables de belleza y sutiles trazos y formas

Impresionado por sus diminutas esculturas, de gran impacto y definida configuración, la artista logra en su muestra del segundo piso del MAN, figuras refrescantes, lineados perfectos, tanto en sus pinturas como sus esculturas y figuras siluetadas, que dieron grandeza, paz visual, emoción estética y grandeza creativa a esta artista ya consolidada.

Cada convocatoria es, una militancia fiel hacia la profundidad de su talento, la parsimonia como sus lineados muestran figuras delicadamente talladas y  bien configuradas y sus pinturas siempre nos trasmiten una tranquilidad en el recorrido, por su selección del color solo alcanzado en un estilo que como bien sugería el título, es el origen, la familia, la maternidad, la naturaleza, expuesta bajo el tema: Espacio, color, Luz, haciéndose representar la dimensión escultórica por 43 piezas, con destrezas técnicas en el manejo de materiales duros como el metal y otros como el plástico (PVC), con un bien logrado terminado y los pincelados de sus destrezas pictóricas allí presentes, que nos conducen hacia una gran artista y trabajadora del oficio.

En su concepción allí reunida, de una muestra donde la sociedad es desde la familia , desde el núcleo bien conceptualizado de sus esculturas, presenta la individualidad del ser y en sugerentes combinaciones pictóricas que dieron a esta muestra una conexión con la ya bien definida secuencia de exposiciones aquí comentadas.

Colores, formas, líneas, trazos, figuras, luz y siluetas; temas conceptuales bien logrados hacen de esta exposición de Salazar, visita obliga al MAM para una inmersión en la estética múltiple de su obra, en la delicadeza de su manera de sugerirnos su mundo creativo y las formas variadas de su entrega, de su arte y de su pasión por lo tridimensional de su arte escultórico.

La universalidad del la obra de Fernando Varela

Con la suerte de haber sido acompañado en sus explicaciones por el arista, Fernando Varela, nos adentró en el recorrido de su exposición Mundos. Los transitos de Fernando Varela, en el Centro León, no solo a su mundo interior, su pasado, sus mutaciones, sus pasiones, sino a sus técnicas, su elección conceptual, sus estaciones y apasionamiento de momentos de su vida artística, lo hizo también a una universalidad que solo lo logra la estética como canal de un talento interior, de una vocación de comunicar con figuras lo que otros hacen con las palabras, o el sonido, en su labor desafiante como artista.

Ese arte de los iconos y la figuras geométricas, que bien combinadas, producen conceptos no solo estéticos, sino igualmente complejos, están presentes en la retrospectiva de un artista que, venido desde un mundo latinoamericano enclavado en un cono sur socialmente avanzado, en lo económico y artístico, hecha raíces en nuestro país, donde comienza otra mirada de su arte.

Esta nueva mirada luego se amplia hacia Caribe y enriquece su inspiración, produciendo mutaciones en su obra, es cuando aparecen los mundos que lo entrelazan con su circulación por este Caribe de lo real imaginario que a veces está sugerido en sus cuadros.

La curaduría, en sus diálogos hizo posible mostrar esos mundos por los cuales atraviesa y camina sus manos, lienzos e imaginario de Fernando Varela, y desde un título sugerente dar universalidad a la muestra, que también, para contar una obra artística tan basta y grandilocuente en el tamaño de sus obras y la profundidad de su estética y maneras distintas de configurarlo en sus cuadros y  técnicas , como toda retrospectiva no solo es un dolor de cabeza el espacio, sino, y sobre todo, su curaduría (Sara Hermann y Laura Bisonó se encargaron de este complicado tema).

En estos diálogos con el artista, resulta a veces insuficiente lo abordado, pues todo es trascendente, pero no todo puede ser una perfecta manera de representar la trayectoria de un artista que, como Fernando Varela, es local, latinoamericano, caribeño y universal a la vez. Los museógrafos del Centro León quedaron a cargo del montaje, en dialogo permanente todos, con el artista, lográndose un magnifico resultado.

José Cestero: una iconografía de la ciudad colonial

Se crece y culmina este pentágono, con la retrospectiva de un grande entre los grandes, José Cestero. Portador de un trazo de un naif urbano altamente desarrollado por decirlo a mi manera, se convierte en el principal y único cronista gráfico desde el arte urbano, de la ciudad colonial, sus rincones, personajes, visitantes, calles, monumentos, miradas y ángulos para reunirnos en su obra, con retratos, figuras,y una historia de la ciudad en la que vive y ha vivido toda su vida, y  su identidad con el espacio lo ha llevado ha secuestrar y monopolizar su temática creativa, artística, propositiva y estética, sin que ello haya disminuido su grandeza y calidad artística, siendo reconocida su obra por la crítica de arte nacional, como de trascendental valor estético, conceptual, y de técnicas en los trazos que la han hecho, particular y referencial a la vez.

José Cestero supo impregnarle a esa viaje ciudad, su valor patrimonial antes de que la UNESCO en 1990, la declarara Patrimonio Histórico de la Humanidad, pues ya él y su arte, le habían dado vida a sus espacios clásicos de socialización como la Cafetera de la calle el Conde, los personajes que allí se reunían en tertulias y Peñas para la otra narrativa de la ciudad, siendo grande el sitio por ser escenario del gobierno constitucionalista de 1965 y sitio de resistencia, identidad  y de gran valor  en nuestra soberanía.

Pero no olvidemos que esa ciudad llamada en su momento Cuna del Nuevo Mundo, tenía ya su historia, en ella se produjeron muchos acontecimientos en su vida colonial y republicana, José Cestero en sus crónicas gráficas o pictóricas; su majestuosa obra retoma la ciudad para relanzar sus vivencias, sus grandezas y su calor humano, su arquitectura, con la mirada del cronista gráfico, como las ilustraciones que acompañaron en su momento, a los cronistas de Indias y él se convierte en el cronista moderno de la Ciudad Colonial, de quien todos o muchos tenemos un retrato, una estampa, una calle, siempre desde la mirada del artista, de esa su ciudad que ha sido su nicho de vida.

De gran calidad humana, la exposición José Cestero: Notas sueltas para contar. 1960-2020, en el MAM con 120 0bras, de mucho calor en sus diálogos, bien curada la exposición por el equipo de Mildred Canahuate, como comisaria, Ingrid González y Raúl Morillo, en la museografía, Amable López, Ana Angelá Fernández y Laura Gil en la curaduría, con el apoyo de Viriato Pernas Piantini, coleccionista y César Miguel, director del Museo de José Cestero, y otros colaboradores.

Esta exposición, nos permitió una versatilidad de época, técnicas, temas y procesos vividos por los artistas que forman parte de su generación y trayectoria en el arte y que lo han situado en un lugar privilegiando del arte dominicano, sin importar la monografía de su creación. Su grandeza y sobredimensión es la calidad misma de su obra, medible por muchos parámetros que conjugan el valor estético, el manejo singular de trazos que le dan especial distinción a su estilo, dominio de técnicas, temáticas, por solo mencionar algunas de sus visiones como pintor.

La singularidad del discurso del artista es reflejada a su vez en su propia obra, y esos pormenores definitorios, están presentes en esa universalidad local de José Cestero y completando así este pentágono cultural del arte dominicano que inicia con buen pie el 2022 en medio de una pandemia que amenaza quedarse un tiempo y con la cual tenemos que convivir, siendo el arte un medio expedito para un momento de catarsis y socialización.