Las señales o signos en el Oriente próximo o el Medio Oriente llevan al sujeto cultural e histórico a los signos, textos y susurros de lenguas que desde hace miles de años, existen como restos y formas de vida, psalmos, cultura y geografía reconocidos hoy como huellas y al mismo tiempo miradas civilizatorias. El ayer del hoy y el hoy del ayer aparecen como arqueologías de la mirada presente y las diversas maneras de acercarse a textos milenarios o proféticos escritos, interpretados o dichos por intérpretes de los tres testamentos que surgen de la interculturalidad y la metaculturalidad o textualidades que completan la historia social y cultural del Cristianismo oriental y occidental en tiempo y movimiento productores.

Las ciencias bíblicas han hecho un gran esfuerzo de acercamientos al texto, o, los textos de origen que provienen de aquellos “mensajes” evangélicos escritos y memorias convertidas en discursos que han cobrado valor en el texto sagrado, social y cultural. De ahí el legado o los legados políticos, religiosos, épicas cifradas y legibles como literatura (poema, narrativa, inscripción, huella arqueológica, profecías y sentido comunitario).

De ahí la visión del logos pronunciado y el manuscrito convertido en texto originario, momento o milagro de la Escritura. La gran revelación de Los Manuscritos del mar Muerto, la encontramos en los mensajes que produjo el fenómeno de su descubrimiento y que se ha conocido, destacado y señalado en aquel acontecimiento y su lectura de los códices, tablillas y recursos que contiene la llamada Biblioteca de Qumrán estudiada por eruditos y especialistas, y cuya custodia permite controlar como hecho y aparición que ha producido el estremecimiento de una búsqueda asombrosa y disciplinada de arqueólogos, historiadores, críticos textuales, comparatistas, investigadores lingüísticos, filólogos bíblicos trilingües, papirólogos, antropólogos y otros que han aclarado con lucidez muchos aspectos y problemas de lectura-lengua y crítica en contexto y en movimiento.

De ahí que, en dicho caso el poema-fuente y el poema-mensaje han creado travesías, gestos y visiones veterotestamentarias, neotestamentarias, intertestamentarias, de una vida-cultura legible en el Oriente lejano, cercano o próximo, pero también latente, presente y vivo mediante sus huellas. Pero no se trata solamente de curiosidad de la crítica o de cualquier búsqueda histórica o religiosa, de aspectos importantes reconocidos en el incómodo tiempo (¿ahistórico?), marcado como a.C y el d. C. (Ver también a. E. y d. de nuestra E.).

¿Qué ha sucedido con las biblias marginales, históricas interculturales o metahistóricas? O, con el concepto contenido en La Biblia antes de la biblia? El biblista e historiador André Paul, autor de dicho libro es un estudioso del judaísmo antiguo y de la formación del canon, la historia y la interpretación del Antiguo Testamento. El libro está subtitulado como La gran revelación de los manuscritos del mar Muerto y el temario del mismo está conformado por una Introducción, tres partes, una Conclusión: Ecos y síntesis, lecciones y perspectivas. También unos anexos que ubican estratégicamente como lectura esencial y complementaria, anexos, índices y otros.

En su Preámbulo o pórtico de este libro André Paul precisa y explica algunas miradas que surgen de dicho descubrimiento y su valor para la lectura y el lector:

“He concebido, compuesto y redactado este libro para aquellas y aquellos que aman o estudian la Biblia. Para los teólogos también, de todas las confesiones, en la medida en que estuvieran dispuestos a revisar de verdad las bases históricas de su reflexión sobre el canon de los libros santos y sobre la inspiración de las Escrituras. Los descubrimientos de los sucesos occidentales al mar Muerto han transformado nuestra comprensión de la sociedad judaica de los últimos siglos precristianos. Ahora bien, estos acontecimientos inducen una verdadera revolución en el campo de los estudios bíblicos”. (Op. cit.p.11)

Caracteriza al autor de este libro, lo que él mismo impone como imagen y sujeto de la escritura y sus consecuencias como voz, susurro y texto. A seguidas, Paul acentúa lo siguiente:

“Los testigos materiales abundan. Su voz llega a nosotros de manera insistente y prioritaria, y nos invita a comprender desde nuevos supuestos el proceso de composición y de reproducción de los escritos sagrados, las razones de su selección y el hecho de su agrupamiento, las fuentes o principios de su interpretación; resumiendo, esa voz nos impulsa a pensar y expresar las cosas de otro modo”. (Ibídem)

La acotación que añade en este caso de la autoría del texto o estos textos involucra otro saber de propiedad o de razones legales de una textualidad crítica:

“¡Y qué decir de la noción del autor! La veremos disolverse para desaparecer en otra: la de epónimo literario que nosotros llamamos firma. Aquí tenemos algunos bosquejos de los interrogantes y aún más de las perspectivas que emanan de esta obra, informada y pedagógica. En ella se nos sugieren multitud de pistas para explorar como otros tantos temas posibles de tesinas o de tesis, Incluso en el campo de la teología”. (ídem.op.cit.)

Es aquí donde el poema sapiencial, narrativo o psálmico aparece (dicho) como memoria, señalamiento o signo-texto, reconociéndose en un diálogo inspiracional de lectura. Todo este trayecto aspira a su legado, memoria o visión fundante. ¿Qué nos dice la palabra sagrada que muestra un texto que mueve las raíces, fórmulas y que hablan su sentido y representación.

En efecto, es importante sorprender el sentido como fuerza litúrgica y sagrada en el Oriente del poema. Veamos el ejemplo que nos presenta el estudioso Sebastián Janeras a propósito de algunos exorcismos:

Exorcismo primero

“A ti te increpa, diablo, aquel que vino al mundo y habitó entre los hombres, para liberar a los hombres después de haber vencido tu tiranía; él, cuando se oscureció el sol y tembló la tierra, cuando se abrieron los sepulcros y resucitaron los cuerpos de los santos, triunfó en el árbol de la cruz de las fuerzas enemigas; él fue quien destruyó la muerte con la muerte, y al que tenía el poder de la muerte, es decir, te venció a ti, diablo. Te exorcizo, por Dios, que mostró el árbol de la vida y confió su custodia a un Querubín provisto con una espada de fuego. Sométete. Te exorcizo en nombre de aquel que anduvo por la superficie de la mar como si lo hiciera por tierra seca, e increpó a la tormenta del viento, en nombre de aquel ante cuya mirada se secan los abismos y ante cuya conminación callan los montes. Este mismo es el que ahora por medio de nosotros te ordena: tiembla, huye, aléjate de esta criatura, no vuelvas nunca más a ella ni permanezcas escondido en ella, ni le salgas al paso, ni hagas nada cerca de ella de noche o de día, al amanecer o al mediodía, antes bien, huye a tu propio infierno hasta el gran día señalado para el juicio. Ten temor de Dios, que está sentado sobre los querubines, que fija su mirada sobre los abismos, ante quien tiemblan los ángeles, los arcángeles, los tronos, las dominaciones, las potestades, los principados, las virtudes, los querubines con muchos ojos, los serafines dotados de seis alas, ante quien tiemblan el cielo, la tierra, el mar y todo cuanto en ellos se contiene. Sal y aléjate del que acaba de ser elegido e inscrito como soldado de Cristo, nuestro Dios; porque te exorcizo en nombre del que camina sobre las alas de los vientos y que convierte a sus ángeles en una llama de fuego. Sal y aléjate de esta criatura juntamente con todo tu poder y tus ángeles. Porque es glorificado el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén”. (Ver Sebastián Janeras: La iniciación cristiana en la tradición litúrgica oriental, Ed. Cuadernos PHASE, 149,CPL, Barcelona, 2005, p.6).

Leído en su extensión e intención, el exorcismo citado empalma con la cardinal poético-narrativa del siguiente exorcismo (segundo), cuya intencionalidad ritual y escenificada por cuerpos y voces que resuenan entre cristianos y paganos se movilizan como significados entre el Oriente y el Occidente paleocristiano.

El comentario de estos invita a un esquema ceremonial con una estructura o diégesis de inicio, desarrollo y cierre, marcada por el amén final, tal y como se puede destacar en las citas anteriores.

Esta narrativa homodiegética de tipo simétrico, obliga a materializar, mediante el rito, una literatura con gesto visionario y descorporalizado para fines del exorcismo y el acto de desalojo del espíritu satánico para ser sustituido por el bien y la expulsión del mal.

En el marco de los textos litúrgicos y sagrados del Oriente antiguo se ofrecen ejemplos de himnario de “san Efrén de Misibe y la liturgia de la iglesia en lengua siríaca”, pero asumida también en línea del enmarque religioso bizantino. Puede verse la línea trazada en este sentido por Francisco Javier Martínez en su largo ensayo sobre los himnos de san Efrén de Misibe y la liturgia de la iglesia (ley) de la lengua siríaca.( Ver, la liturgia y pradera de la iglesia”, en Ediciones S. L. Bilbao, pp. 127-217). Veamos algunos ejemplos en este sentido: “Himno “De Fide” XXI, de Efrén el Sirio, místico, músico y poeta del siglo IV.

“Tocad e implora, señor con todos los auxilios de tu gracia. Que resuena con las cuerdas fuertes para los perfectos y con las puras para las vírgenes y con las más simples, que canten para los sencillos”.

“Responsorio: ¡Cantad al padre de la gloria, y también alabanza para su hijo!”.

Los sentidos del santo poeta, citarista y místico Efrén el Sirio inciden en el Oriente eslavo, en el Oriente bizantino y en la patrología del Oriente medio cristiano que, en el caso de las diversas poéticas patrísticas han influido en poéticas del desierto, de la luz y la diversidad de cánticos espirituales de lengua greco-cristiana entre los siglos III a.C y VII a.C. Las diferentes confluencias reconocidas en los dialectos usados en los ritos y escenificaciones musicales que enuncian los ritmos cruzados de la coralidad eclesiástica del Oriente cristiano y romano.

La tradición litúrgica oriental particulariza el ritual bizantino. Aparición de la iniciación al bautismo en la iglesia cristiana oriental.

El segundo ejemplo justifica literariamente la orientalidad cristiana y la santidad comunitaria como ofrecimiento y verdad no artificiosa, sino, sacrificial mostrando el bien (espíritu) contra el acto demoníaco dañino en el cuerpo del “exorcizado”, fenómeno que no se sale del ritmo o ritmo imprecatorio a favor del cuerpo dañado por el mal:

Exorcismo segundo

“… El Dios santo y temible y glorioso, incomprensible e inalcanzable en todas sus obras y en su poder, el que predeterminó para ti, oh diablo, el tormento de la condena eterna es quien, por medio de nosotros, inútiles siervos suyos, te ordena a ti y a cuantos poderes te asisten, que te alejes de este que acaba de ser marcado con la cruz en nombre de nuestro Señor Jesucristo, Dios verdadero. A ti, pues, espíritu maligno e impuro, fétido y abominable y extraño, te conjuro por el poder de Jesucristo, de quien procede todo poder en el cielo y en la tierra y que dijo al demonio sordo y mudo: sal de este hombre y no vuelvas a entrar en él. Aléjate y reconoce tu inútil fortaleza, que ni con los cerdos prevaleció. Acuérdate de quien, porque tú se lo pediste, te permitió entrar en la piara de cerdos. Tiembla ante Dios, por cuyo mandato la tierra quedó asentada sobre las aguas, que creó el cielo, que puso los montes como si fueran una balanza y los valles como si fueran un yugo; que hizo que la arena estableciera los límites del mar y fuera un camino seguro ante el agua embravecida, que tocó las montañas y de ellas salió humo, y se cubre con la luz como vestido, que extendió el cielo como si fuera una piel y lo cubrió con las aguas superiores, que edificó la tierra sobre su estable fundamento y no caerá por los siglos de los siglos, que reúne el agua del mar y la derrama sobre la faz de toda la tierra: sal y aléjate del que se prepara para el santo bautismo. Te conjuro por la pasión salvadora de nuestro Señor Jesucristo y por su cuerpo precioso y por su sangre, por su temible venida; pues vendrá y no tardará, para juzgar a toda la tierra, y a ti, y a todos los poderes contigo conjurados, te condenará a la gehena del fuego y te lanzará a las tinieblas exteriores donde los gusanos no duermen ni el fuego se apaga. Porque el poder es de Cristo nuestro Dios, juntamente con el Padre y el espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. (ídem.pp.7-8).

La expulsión de lo satánico antes del bautismo es un pedimento necesario que libera al que recibe y se purifica para abrirse al canto, la citara y el citarista que, en el caso de la cristiandad oriental motiva todo cauce de poesía inspiracional utilizada por los comunitarios de la Iglesia primitiva y la gnosis cristiana. Supone también esta reflexión sobre la Cristología gnóstica. (Ver, Antonio Orbe (1976), BAC, vols.1-2). El subtítulo de este libro es Introducción a la soteriología de los siglos II y III.

Los textos de la iglesia primitiva se producen y llevan a cabo desde un trabajo teológico-poético y mensajes bíblicos provenientes de la Biblia de los LXX o Septuaginta redactada en griego Koiné de los libros hebreos y arameos del Tang o recopilación de libros escritos en griego llamado bíblico. (Ver, el importante análisis y tratamiento de Ignacio Carbajosa: Hebraica veritas versus Septuaginta autorictatem. ¿Existe un texto canónico del Antiguo Testamento? (Eds. Verbo Divino, 2021).