En diversos momentos de la humanidad, la literatura ha sido el recurso para viajar a otras realidades, por su variedad de procedimientos lingüísticos propicia recrear historias en las que los personajes dejan aflorar ideologías, tradiciones, identidad y costumbres; recreando historias para ser compartidas en comunidades que no han vivido la misma época, como ocurrió con las novelas Los Amores de los Indios (1843),de la autoría de Alejandro Angulo Guridi, publicada en la La Habana, Cuba, y El Montero (1856), de Pedro Francisco Bonó, difundida en París, ambas con importante relevancia para la literatura dominicana, sin embargo, en esta última, los personajes masculinos reflejan el patriarcado propio de la época, pero que sigue latente en la sociedad actual.

Bonó quiso recoger en la narrativa de El Montero la característica de la sociedad de su región, sin muchas ambiciones literarias sostiene Odalis Pérez (2018), sin embargo, como sociólogo, viajó a otros espacios más desarrollados que el nuestro, en los que pudo haber compartido con escritores del momento y desarrollar las competencias que requiere un escritor para producir una novela con todo el rigor; y no limitarse únicamente a exhibir las costumbres y tradiciones del momento en que vivió; El Montero es una novela de gran valía, aunque no fueran esas las intenciones de su autor, presenta la realidad económica del entorno, donde el hombre prioriza las actividades agrícolas, recurso principal en el sostenimiento de nuestra economía, manteniendo la mujer al margen de la actividad.

El Montero, Pedro Francisco Bonó.

El elenco masculino de la novela exhibe el patriarcado de una sociedad con bajos niveles educativos, donde la toma de decisiones del entorno familiar gira en torno al padre, transmitiendo el miedo, el valor y la hombría de manera deshumanizada y sin emociones afirma Andrea Cuesta (2022), en comunidades carentes de servicios de salubridad, donde único medio de sobrevivir es el cultivo de la tierra, aunque esta no fuera de su propiedad.

Por otro lado, el autor fue un profesional que desempeñó altos puestos gubernamentales, con recursos para compartir en contexto con una comunidad con más nivel de pensamiento crítico que el entorno en su país; no obstante, en su narrativa se emergen ideas machistas igual que sus pares, con menor nivel educativo, evidenciándose en la violencia de género por parte de algunos personajes masculinos; como por ejemplo, cuando Juan se sintió ofendido porque María no aceptó su amor y, en su afán de vengarse, pretendió tomarla a la fuerza.

En fin, la novela El Montero es un referente del comportamiento del hombre común, para investigaciones actuales de sociólogos, antropólogos y hasta psicólogos en busca de la anhelada equidad, con el propósito de erradicar ese patriarcado que lacera la sociedad desde nuestros primigenios que, aunque el tiempo ha seguido su curso permanece latente; así lo demuestran las acciones violentas protagonizadas por hombres, a pesar que, la mujer asiste a escuelas, universidades y desempeña algunas funciones laborales sigue tras la sombra de su marido como en tiempos de El Montero; no solo en la familia, sino también en los puestos que envuelven jerarquía de poder, en lo  religioso, en el sistema gubernamental, aunque la mujer representa la mayoría en la población votante y sea el voto duro en las elecciones electorales.