Desde la antigüedad clásica fue Aristóteles quien nos enseñó que la poesía está en colindancia eterna con el mito. De ahí su estrecha relación con la filosofía en cuanto que ambas son una creación del lenguaje y del pensamiento. De manera que para Ariostóteles poiesis es el fundamento y la esencia de toda creación humana, no importa su naturaleza. Ese concepto que abarca todo lo que tiene lugar en la imaginación de hombre es lo que conecta a los creadores con la dimensión de lo desconocido. Es ahí, que el hombre como ser sensible en cuanto inventa, recrea el mito, quien a su vez se funda en las raíces propias del lenguaje. Por lo tanto la poesía es mito, en cuanto que es imagen e invención de la palabra. En este caso, la palabra inventada traslada a la realidad los efectos del mito y sus relaciones diversas con el mundo.
Como experiencia de lo sagrado, los mitos están ligados a la cultura y a las creencias a través de la existencia misma. Son en definitiva, elementos importantes en la vida del hombre en tanto enriquecen su existencia, en cuanto le dan un valor estético y trascendente. Se podría afirmar que los mitos son en gran medida una extensión de la vida del hombre sobre la tierra porque forman parte de la supervivencia humana.
Entre la gama inmensa de mitos, los hay que son universales como los mitos griegos. Para poner solo un ejemplo, la sirena es un mito universal. Los hay que son populares como la ciguapa en la cultura caribeña junto a las leyendas sobre brujos y fantasmas. Hay mitos cotidianos que funcionan para fortalecer las relaciones sociales. Hay mitos filosóficos y mitos religiosos con el fin de ofrecer a los hombres imágenes de una verdadera redención espiritual.
¿Cuáles son las circunstancias que rodean a la rosa en esta poesía?
Si trasladamos estas inquietudes a la literatura dominicana, específicamente a la poesía, diríamos que entre la variedad de elementos simbólicos que se acercan al plano de la experiencia creativa encontramos la rosa como mito. Así que, la relación nacimiento-muerte es un elemento clave en que se funda el mito de la rosa, porque el mismo encierra una concepción simbólica del tiempo terrenal y una condición de instantaneidad referencial en la mente del hombre. Así podrímos ver la rosa como fantasía o como nido de sentimientos nobles, como símbolo de amor y como símbolo de ternura.
En la lirica dominicana el símbolo de la rosa ha encontrado un universo conceptual amplio en Franklin Mieses Burgos, en cuya poesía, la rosa funda un mito y su triunfo está en comunión con lo eterno y con lo sagrado. Por esta razón el poeta convierte la rosa en elemento cósmico y universal, cuando dice: rojo fanal en la delgada mano/ del tallo que sostiene la sencilla luz/ que prende su sol/ en la semilla oscura/ de su hondo meridiano. Para Mieses Burgos la rosa es luz, fulgor, siembra y sustancia del tiempo. Esa visión estética de la rosa, que tiene el poeta la ubica en el cosmos como una imagaen perecedera ya que para él, la rosa sigue siendo un hondo meridiano, o mejor dicho, el poeta le otorga a la rosa categoría perpetua. En el poema titulado cuando una rosa muere el poeta se lamenta del extraño vacío que deja la rosa cuando esta desaparece. ¿Qué pretende el poeta con estas lamentaciones? Pues fijar el tema de la rosa como una referencia obligada en el universo mental de los seres humanos. Con esto pretende además, crear una imagen sublime de la rosa y colocarla en el trayecto de una nube viajera con sentido de eternidad. Quiere decir y está demostrado que para Mieses Burgos, la rosa como tal, tiene una función estética con carácter de eternidad. ¿Esa función referencial de la rosa tiene algún sentido para el hombre, o va más allá de nuestro alcance mental o de nuestras preocupaciones espirituales?
Para cantarle a la rosa, necesariamente hay que conocer la rosa como fuente de inspiración divina y como fuente que irradia belleza, sobre todo por la embriaguez de su perfume, por su valor simbólico, por su eterna armonía con las cosas, por su naturaleza per se y lo que ella representa para el amor y para la vida.
Así que el poeta cree, y está seguro de que la rosa, como ente vegetal y como imagen simbólica nunca muere. ¿Cuáles son las circunstancias que rodean a la rosa en esta poesía? Veo la imagen del tiempo fugaz, la muerte, la nostalgia, la pena y el dolor que hacen de ella un recuerdo introspectivo a través de la memoria que la convierten en sustancia divina en armoniosa comunión con el universo. De paso, en la cultura griega los grande mitos tienen un notable acercamiento con el dolor y la belleza, de ahí que es necesaria esta relación de la rosa con los mitos universales en función de la nostalgia que provoca su efimero paso por la vida.
Pues esta rosa imaginada del autor, es a la vez la rosa imaginada por los amantes, como abrevadero de los pájaros y como nido insatisfecho del amor soñado.
En Mieses Burgos la rosa es mito per se, cuando dice: la rosa estatua de sí misma/ erguida, sobre su verde pedestal de hojas. Para un poeta como Ovidio la rosa debió nacer de nuevo en la flor de sus pétalos como el ave fénix nació del polvo para simbolizar aquella vieja idea circular de nacer muriendo o vivir muriendo. “En un tiempo infinito –comenta Borges en la doctrina de los ciclos- en un número infinito, el número de las permutaciones posibles debe ser alcanzado, y el universo tiene que repetirse”. No en vano la rosa debe repetirse en ese número infinito de veces que el propio Borges atribuye a Nietzsche para señalar los ciclos de la vida. Pues de acuerdo con esta filosofía, la rosa nacerá de nuevo desde el fondo del tallo, que es el esqueleto. Abrirá el botón y aparecerá una sombrilla con pétalos idénticos en infinidad de números, expandiendo su perfume por el universo. De manera que Mieses Burgos nos presenta una rosa mutante, que sólo cambia de espacio y de tiempo según los ciclos vitales. Sin embargo, esa función no es únicamente atribuíble a Mieses Burgos, pues en la lírica dominicana encontramos un canto eterno a la rosa. Un canto que ha tenido eco en poetas como Aída Cartagena Portalatín, Rafael Amércio Enrique, Manuel Rueda, Juan Sáchez Lamouth, Mariano Lebrón Saviñóny y Pedro Vergés.