Para iniciar este artículo, mi mente viaja a los días del Taller de la Cultura de Silvano Lora. Trabajé como voluntario para la difusión de las letras y las artes plásticas en un espacio público. Acomodábamos sillas en la Calle del Conde Peñalba, convocábamos artistas que participaban sin ninguna remuneración y los transeúntes ocupaban asientos para tener acceso gratis a las manifestaciones artísticas, como reza en uno de sus considerandos la ley 4100 que crea la Secretaría de Cultura, hoy Ministerio de Cultura.
En su primera gestión, el secretario lo fue Tony Rafúl, en el gobierno de Rafael Hipólito Mejía Domínguez. El presidente, hombre pragmático, nunca entendió para qué sirve una Secretaría de Estado de Cultura, cuando sería mejor invertir en rubros alimenticios. Con el tiempo y la ineficacia de múltiples gestiones (cada vez peor), el folclórico gobernante ha tenido razón.
Rumbo a dos quindenios, la inversión del estado a la cultura no ha impactado a ningún sector de la vida nacional. El esfuerzo pírrico de ciertas direcciones topa con asuntos espurios, enanismos, recursos insuficientes y pésima administración, en fin, seres que pululan en las altas jerarquías de la cultura nacional sin condiciones siquiera psíquicas para interactuar con recursos humanos: gestores culturales, intelectuales y actantes del escenario cultural nacional.
Constituido el MINC en un receptáculo de todo colaborante del colmadón partidario, no da para otra cosa, pues se mueve a la deriva, sin un plan maestro, sin una gestión patrimonial, sin una inversión editorial, sin diagnósticos culturales, sin investigación, sin estrategias administrativas; a tal punto que ni siquiera efemérides prosperan en la des-planificación de la entidad. Dejando a la deriva las direcciones provinciales, que sin recursos, no pueden siquiera apoyar las expresiones locales.
La ley 4100 buscaba eliminar la dispersión del sector, sin embargo, hoy casi todas las entidades del MINC son autónomas. A saber: la Biblioteca Nacional, El Archivo General de la Nación, Bellas Artes, y para que ya quedara solo una entelequia, se acaba de crear el sistema nacional de museos, por decreto del Poder Ejecutivo, separando su aparato administrativo del Ministerio de Cultura.
¿El decreto 251-22 es cónsono con la ley 4100? “Desconcentrar” los museos no solo deja sin funciones la gestión de Gamal MIchelén, viceministro de patrimonio cultural, sino que priva al MINC de una fuente de ingreso (aunque pírrica) generada por el público. Pero agréguese el edulcorante de que los museos de Historia y del Hombre Dominicano, están literalmente vacíos. La “desconcentración”, como eufemísticamente le llama Carlos Andújar, es la declaración de muerte del Ministerio de Cultura y un contrasentido a la razón de ser de su fundación.
El ministerio de identidad y ciudadanía, lo dirige el ciudadano, Ramón Pastor de Moya, historia ciudadana y literaria harto conocida. Dirige un “plan maestro” de ciudadanía cuyo éxitos se miden por el Carnaval pandémico, la Feria Internacional de Libro, cuestionada por los actores de las letras nacionales, y la brillante administración de recursos humanos, destituyendo al mejor carnavalero en medio del carnaval, a un experto en ferias del libro, justo cuando se planificaba dicho evento. Ahora, en acto sin precedentes, le retienen varios meses de salario a una gloria de las letras nacionales, Dr. Odalís G. Pérez. Mientras, asesores en el extranjero, sujetos sin funciones… y la directora general de Gestión Literaria, a quince días de ser designada, toma unas vacaciones de tres meses.
En lo que a mí concierne, he sido un crítico dentro y fuera, de varias gestiones (mis artículos sobre la cuestión están hábiles en las redes). El trabajo por las leras nacionales realizado, tuvo que ser cubierto con parte de mi salario. Como la estadía del Premio Nacional de Literatura, D. Federico Henríquez, transporte, y alojamiento para el taller del premio anual de teatro, Carlos Castro. y así como la magistral participación de Manuel García Cartagena, solo para citar algunos ejemplos. Todos ellos recibieron una pobre “remuneración” por sus conferencias, meses después.
Así, moralmente desfondado, sin recursos, gestión en manos de merengueros, faranduleros y díscolos funcionarios, el MINC, cual ogro filantrópico, ha terminado tragándose a intelectuales y gestores, que sí conocen por experiencia y formación su actuar. Ha fagocitado recursos muy pobres pero, como dijo Hipólito, bien pudo invertirse la recuperación del cultivo a la tierra, después de todo, ese es el origen del concepto “cultura”.
El ministerio todavía se engaña con papelería sobre los supuestos impactos en la población, cuando ninguno de los últimos cinco ministros(as) han convocado a una mesa de trabajo para elaborar un plan maestro de donde deriven los POAs de las diferentes dependencias. En medio de estas desacertadas gestiones, del Ministerio de Cultura, por el cual luchamos desde que era solo una idea, tenemos que admitirlo, fracasó. Nos equivocamos, el MINC es solo un receptáculo para pago de canonjías.