Cuando se habla de minuciosidad pictórica, el maestro Vicente Herrero ocupa uno de los primeros puestos en la pintura hispanoamericana. La minuciosidad representa densidad, reflexión, experimentación y muy pocos pintores tienen la paciencia de pasarse días y meses trabajando en las composiciones y detalles de un cuadro, de un dibujo, un mosaico cerámico y una escultura en madera, plexiglás o en metal.
En este contexto, la obra de Vicente Herrero contiene una arquitectura, cuyo diseño tiene la característica de un orden rigurosamente imaginativo. Vista en su conjunto: símbolos, signos, colores, formas, imágenes, atmósfera, superficie, perspectiva y grafismo, nos revela un amplio campo de interpretación. Se trata de una artesanía artística semejante al oficio del alfarero o alquimista que tomó todo el tiempo posible hasta conseguir una obra terminada.
Ese modo de concebir sus cuadros y dibujos ilustra su estilo, al que se ha mantenido fiel, logrando una esencialidad pictórica que guarda relación con lo que piensa y aspira en el campo de la complejidad del arte. Sus cuadros son el resultado de una composición bien hecha, exquisita en su fisionomía y en el embellecimiento de las imágenes y las tonalidades.
En consecuencia, el maestro Vicente Herrero, en la realización de sus obras, pone de manifiesto unos sentimientos artísticos que atraen al público porque muestra en ellos las preocupaciones de la vida. Como en un poema, una ópera o una balada produce ritmos y momentos estelares que nos indican que su imaginería forma parte de un aliento que lo aproxima al misterio de la creación más pura.
En este caso, el aura se sobrepone a la composición y a los elementos que forman parte de ella, porque el aura es la base del arte que une lo posible con lo atemporal y le da categoría de singular. Como singulares son las imágenes de su arte que forman parte de un concierto de ritmos metafóricos. Sus imágenes serenas ofrecen al crítico y al público una majestuosidad de regocijo por las líneas puras, los trazos planificados en sus planos y esferas arquitectónicas; por la profundidad de sus colores, por sus telas rugosas, que constituyen una novedad, por las atmósferas de azules vivos y otras tonalidades donde dominan los naranjas y los verdes.
El maestro Vicente Herrero nació en Valencia, España, en 1956. Realizó estudios en la Escuela Superior de Arte de su ciudad natal y en la Escuela de Arte del Museo de Brooklyn, Nueva York. Ejerció la docencia artística en Valencia, Barcelona y en la República Dominicana. Fue artista residente en Altos de Chavón. Ha participado, por lo menos, en treinta exposiciones colectivas en el país y en más de doce individuales en Nueva York y en España. También participó en la V y VI Bienales Internacionales organizadas por las Naciones Unidas en 1977 y 1979. Ha viajado por numerosos países del mundo dando a conocer sus obras, y varias de ellas se encuentran en colecciones muy importantes de Europa y Latinoamérica.
Por otra parte, la complejidad simbólica de sus cuadros contiene una variedad muy singular en cuanto a la estructura compositiva. En algunos de ello utiliza solo cinco tramos tonales y estilizados: rojo, amarillo, verde, gris y azul, provocando un impresionante efecto fantástico. Cuando trabaja otros tonos, consigue una policromía muy especial como consecuencia de la técnica, el diseño y la temática que plasma en sus composiciones. De hecho, sus representaciones pictóricas tienen una concepción artística que dan cuenta del gran manejo de la técnica por parte del maestro Vicente Herrero.
De esa manera define y consolida su obra debido a su profesionalismo metodológico impregnado de conocimientos estéticos puntuales. Por ello su arte proporciona un hiperrealismo analítico que pone de manifiesto la pluridisciplinaria del artista, la cual permite que el espectador transite por las diversas vías que el maestro Vicente Herrero utiliza para abordar la curiosidad histórica que ofrece el buen arte.
Vemos pues que, en su arte, cabe destacar la apariencia exterior y cierto psicologismo que confiere la dimensión de la composición en todo su campo a los elementos que definen una perspectiva de profundidad y, respectivamente, superficies que denotan intensa belleza. Herrero es un artista apasionado de su oficio. Basta observar una de sus obras, penetrada de una magia imponderable, de un estilo subordinado a esa pasión que intenta narrar el Mediterráneo con profunda sensación poética.
El maestro Vicente Herrero posee un temperamento sereno y, por tal razón, sus emociones fluyen en el cuadro de la manera más sutil. Su disposición de espíritu nos revela a un artista que siempre se plantea la excelencia, y para lograrla busca la adecuada soledad, la lectura de los grandes filósofos, de los poetas y narradores, sin importar géneros y épocas. En el arte, se plantea el idealismo que le sirve de linterna y de facultad para pintar lo que le está prohibido a otros artistas.