(La soledad rulfiana)
« “Luvina” es una imagen de desolación» (Diez, 2008). Es la soledad rulfiana con una impronta metafórica capaz de provocar que lo real se desrealice y lo irreal se vuelva irrevocable realidad: «La soledad, pues, como tema no sólo de “Luvina”; soledad de unos seres ligados a su tierra, enfrentados a esas fuerzas que, desde el fondo de su pasado, se desencadenan para obligarlos a abandonarla, a negarla; pero que los empujan inexorablemente hacia aquella, por encima de la razón y de su voluntad…» (pág. 253).
“Luvina” es la metáfora de la soledad, donde los personajes excluidos, se encuentran al límite del abandono, no solo institucional, sino de la vida misma. Aquí la desolación es otro personaje que tiende su manto sobre los cerros, sobre las casas y se entra como gusano en la gente, para construir un paisaje físico y espiritualmente olvidado. En todo se agrieta la esperanza. Sin embargo, Jaime Ariel Tapasco, Jorge Yesid Tapasco y Elkin Alexis García, encuentran “el tema de la revolución mexicana en El llano en llamas”.
Veamos estas citas: «En el cuento de Juan Rulfo, “Luvina”, un personaje es un pueblo desolado que, en la profundidad de sus descripciones y simbolismos, podría considerarse el más “redondo” de los personajes» (pág. 264). «Mientras tanto, los viejos aguardan por ellos por el día de la muerte, sentados en sus puertas, con los brazos caídos, movidos sólo por esa gracia que es la gratitud del hijo… ». También: «Solos, en aquella soledad de “Luvina” » (D’Acri, 2003).
Quizás no podemos afirmar a viva voz que las narraciones rulfianas sean el retrato de un México afectado por las guerras, adornado por el mundo mítico e imaginario del autor, pero si es capaz de extrapolar realidades de otros pueblos de Latinoamérica. Veamos lo que dice González (2010) en su ensayo La estética del ruralismo en los cuentos de Juan Rulfo: «Rulfo acentuó, simbólicamente, los aspectos negativos de unas tierras que, en términos reales, no son tan desoladas como aparecen en los cuentos. La imagen que cuentos como "Nos han dado la tierra" o “Luvina” trasmiten es más literaria que real». (pág. 203).
El ruralismo en Rulfo alcanza espacios de trascendencia, el lenguaje sencillo, con metáforas estremecedoras nos revelan como imagen un mundo con la transparencia de la existencia. Los caminos conducen a la soledad de la carga pesada que tienen que soportar en ese ambiente del margen.
Del cuento “La herencia de Matilde Arcángel”, compilado en el texto Rulfo: obras completas de Jorge Ruffinelli (1985), se extrae: “En cambio, el padre iba para abajo con el paso del tiempo. Y ustedes y yo y todos sabemos que el tiempo es más pesado que la más pesada carga que puede soportar el hombre. Así, aunque siguió manteniendo sus rencores, se le fue mermando el odio, hasta convertir sus dos vidas en una viva soledad”. (pág. 103, 104).
La percepción de la soledad y la angustia del hombre alcanzaban lugares de preeminencia en Rulfo, a él “le interesaba plasmar literariamente la angustia y soledad del hombre, una angustia y una soledad que él percibía más allá de determinadas motivaciones concretas” (González, 1997, p. 203).
(El hambre en los cuentos de Rulfo)
La violencia, el hambre y la soledad andan de la mano en los personajes rulfiano. Ya hemos dicho de cierta forma que el mundo donde habitan está impactado por el paisaje rural, de exclusión y donde la vida y la muerte adquieren una dimensión simbólica.
El tema del hambre es tratado por Rulfo como realidad y no desde una perspectiva crítica, cuando se establece el análisis de su obra, comparada con la de Knut Hamsun. El llano en llamas nos trae de los personajes el hambre. Veamos esta narración en el cuento “La herencia de Matilde Arcángel”, referido por Ruffinelli (1985): “Aunque viéndolo bien, en condiciones de hambre cualquier animal se sale del corral; y ella no estaba muy bien alimentada que digamos; en parte porque a veces éramos tantos que no alcanzaba la ración, en parte porque siempre estaba dispuesta a quitarse el bocado de la boca para que nosotros comiéramos” (pág. 102).
No solo existe el hambre en una persona, sino en muchos, “en parte porque a veces éramos tantos que no alcanzaba la ración”. No era hambre espiritual, ni de la existencia, era hambre física porque no alcanzaba la ración, en este caso. Eso de que “cualquier animal sale del corral” en condiciones de hambre, es propio de que la misma es generadora de violencia. Aunque en el Llano en llamas ese no es el único caso en que los personajes desarrollan esa condición.
En “Luvina”, también el hambre hace estragos, su espacio es el clímax de la desolación, de la violencia, del paisaje y de las hambres contenidas. Este cuento es un ensayo para entrar a Comala, en Pedro Páramo, es una especie de iniciación para construir el mundo de Rulfo. Ese mundo transmitido con un lenguaje sencillo, justificado por los niveles socioeconómicos y culturales de los personajes que habitan la zona rural de México, con sus mitos, creencias, tradiciones e imaginería popular. En “Luvina” encontramos: “Tú nos quieres decir que dejemos Luvina porque, según tú, ya estuvo bueno de aguantar hambres sin necesidad —me dijeron—” (pág. 26).
Esas ansias de irse, de emigrar, de personajes acosados por la pobreza, por el hambre; por el deseo de sobrevivir, de construir un mundo alterno, alejado de la exclusión institucional, se convierte en un espacio donde se valora la realidad como materia prima para la metáfora de la imaginería; también hay que colegir de que en Latinoamérica han existido y existen espacios de luchas internas, de los estados de hegemonías política, institucional y cultural.
En el cuento donde más el autor menciona los estados de hambre y el fenómeno migratorio, es en “Paso del Norte”. Veamos: “Mire usté, éste es el resultado: nos estamos muriendo de hambre. La nuera y los nietos y éste su hijo, como quien dice toda su descendencia, estamos ya por parar las patas y caernos bien muertos. Y el coraje que da es que es de hambre. ¿Usté cree que eso es legal y justo?” (pág. 32).
En este párrafo encontramos algo interesante: el hambre en su expresión extrema, no solo de un personaje, sino socialmente extrema. Todos se están muriendo de hambre hasta “toda la descendencia”. No es una hipérbole propia de la retórica e imaginería del autor de El llano en llamas, sino la verdad en los personajes, en la familia, que supera la hipérbole misma.
A mi entender algo extraordinariamente importante está en la parte final del párrafo: “Y el coraje que da es que es de hambre. ¿Usté cree que eso es legal y justo?” (pág. 32). Como se aprecia en esta línea, “y lo que da coraje es que es de hambre”. Aquí el hambre da coraje, es caldo de cultivo para la violencia, por injusta e ilegal. Como se aprecia, la situación de los personajes es causada por los resultados de los estados hegemónicos gravitantes en el entorno del medio en que cohabitan.
En el cuento “Macario”, también aparece el hambre, como se expresa en el siguiente párrafo: “Por eso quiero yo a Felipa, porque yo siempre tengo hambre y no me lleno nunca, ni aun comiéndome la comida de ella. Aunque digan que uno se llena comiendo, yo sé bien que no me lleno por más que coma todo lo que me den. Y Felipa también sabe eso… Dicen en la calle que yo estoy loco porque jamás se me acaba el hambre” (pág. 62).
Es un hambre insaciable, que puede envolver una metáfora y trascender el sentido semántico que simplemente aparenta en su sencillez expresiva. Genera la posibilidad de pensar en tantas hambres humanas, que no acaban nunca; la de justicia, por ejemplo. Aquí el relato se convierte por sí solo en una revelación del vacío, de lo que “nos han robado”, lo que “nos han negado” y por más que intenten satisfacernos, jamás podrán hacerlo: “Así que ella ya sabe con cuánta hambre ando desde que me amanece hasta que me anochece. Y mientras encuentre de comer aquí en esta casa, aquí estaré. Porque yo creo que el día en que deje de comer me voy a morir, y entonces me iré con toda seguridad derechito al infierno” (pág. 63).
El hambre es eterna, siempre existe, desde que “amanece hasta que me anochece”, y es tan lacerante que puede sumirnos o envalentonarnos. En el caso que nos asiste en el cuento “Macario”, ya la miseria ha tocado fondo y donde encuentre qué comer el personaje se queda. Podría verse como que la lucha es solo por la comida, que allí se acaba todo, quedando la certeza de que lo que queda después es el viaje derechito al infierno.
El autor es escritor y educador
Domingo 16 de octubre de 2022