(La violencia en El llano en llamas)

En la narración rulfiana encontramos esas temáticas que afectan a los individuos y las sociedades. Sus cuentos, además de la violencia, nos hablan de la miseria, del incesto, del tema religioso y de creencias mágicas. Por ejemplo: la familia también se desintegra por la miseria en “Luvina”, en “Anacleto Morones” se desintegra por el incesto, y en “El hombre” la familia desaparece por la violencia (Seo, 2010).

La violencia en el libro El llano en llamas es utilizada como venganza, como una necesidad, o algo sin sentido, como ocurre en los cuentos: “El hombre”, “El llano en llamas” y “Diles que no me maten”. En muchos de estos casos la vida carece de toda importancia. Se recuerda que se presentan escenarios de guerra donde la violencia no adquiere un carácter personal, sino que son muchos los que participan en las contiendas, y que por ende muchas personas sufren y muchos mueren.  La violencia es generada por la venganza y autodefensa; también, se manifiesta como una forma de diversión.

En un análisis de Fougues (1987) al libro El llano en llamas, citado por Avechuco (2010) revela que el espacio literario rulfiano está signado por el ejercicio de la violencia: violencia del cosmos y de los elementos, violencia de la revolución y de la guerra, violencia del bandolerismo y de la pobreza; violencia de las relaciones humanas, individuales y colectivas (párr. 1) Y el mismo Avechuco (2010) en su ensayo “Los motivos de la rabia: la violencia mítica en El llano en llamas”, revela que “cuando se leen los cuentos de El Llano en llamas, resulta imposible no observar que la vida de sus personajes constantemente se encuentra en situaciones límites. La muerte en su más variada morfología siempre está al acecho” (párr. 2).

Sin embargo, en sus narraciones, Rulfo no utiliza la palabra violencia, ni en El llano en llamas ni en Pedro Páramo. Aunque la palabra violento aparece en Pedro Páramo en dos ocasiones: “—Puede que sí. Recuerdo que se lo trajeron recién, apenas ayer; pero es tan violento y vive tan de prisa que a veces se me figura que va jugando carreras con el tiempo.” (Rulfo, 1974), y en “Recorrió el pequeño espacio que lo separaba de la cama y cubrió el cuerpo desnudo, que siguió debatiéndose como un gusano en espasmos cada vez más violentos” (pág. 116)

La palabra sangre, que es un concepto ligado a la violencia aparece casi el mismo número de veces: En El llano en llamas unas 19 veces y en Pedro Páramo unas 17. La palabra herida solo aparece 2 veces en este libro y solo una vez se refiere una lesión del cuerpo: “—Me derrengaré, pero llegaré con usted a Tonaya, para que le alivien esas heridas que le han hecho”, citado del cuento “No oyes ladrar los perros”. Pero resulta curioso que en Pedro Páramo la palabra herida aparece como una metáfora: “Pensé regresar. Sentí allá arriba la huella por donde había venido, como una herida abierta entre la negrura de los cerros” (pág. 51), y la palabra heridos también, una sola vez: “—Llegaron unos heridos a Comala. Mi mujer ayudó para eso de los vendajes. Dijeron que eran de la gente de Damasio y que habían tenido muchos muertos”. (pág. 107).

Los personajes de El llano en llamas para Rulfo van a ser los desheredados de la tierra, cuya única esperanza está más allá de esta vida, en las alturas prometidas tras la muerte. En “Un acercamiento a la narración fotográfica de Juan Rulfo” Weselina Gacinska (2016) de la Universidad Autónoma de Madrid, encontramos un análisis de las fotografías de este escritor mexicano, que también era fotógrafo, donde trata el autor “un punto de connotación entre el arte visual y la literatura”, un vínculo entre la narrativa y la captura fotográfica de aquellos personajes y ambientes rurales que se hacen presentes en sus descripciones. Leal (1997) nos dice: “Después de describir el ambiente físico del pueblo, el narrador pasa a pintar, y también personificar el ambiente emocional: “Luvina” es un pueblo muy triste”.

Juan Rulfo.

A pesar de que la narrativa de Rulfo es más bien una especie de fotografía de vida con matices metafóricos, que construye el lector, en el libro El llano en llamas, la palabra fotografía no aparece, ni tampoco en Pedro Páramo. La palabra retrato tampoco aparece tres veces en Pedro Páramo. La palabra figura aparece en Pedro Páramo trece veces cinco de ellas en el contexto de figuración y ocho aludiendo a figura o imagen; pero cinco de esas ocho veces las figuras a las cuales se refiere o son borrosas o están desfiguradas. Sin embargo, en la novela la palabra imagen aparece seis veces y retrato solo cuatro. Y la palabra imagen aparece una sola vez en el libro, en el cuento “Anacleto Morones” dice: “Eres el único que puede dar fe de la santidad del Santo Niño. Él te ha de ablandar el alma. Ya hemos puesto su imagen en la iglesia y no sería justo echarlo a la calle por tu culpa”. Una pregunta surge en este contexto. Siendo apasionado por la fotografía y habiendo cierta influencia de sus imágenes fotográficas en los personajes de su narrativa, ¿por qué las palabras que se vinculan al acto fotográfico aparecen en poca dimensión? Primero, entiendo que podría haber sido una decisión del autor para que el lector construya sus propias fotografías por medio de sus percepciones, que trata de desvincular el objeto con el significado, para vincular el sujeto-lector con el significado por medio de estados psicológicos y sociológicos sensibles, más allá del paisajismo descriptivo. Por cierto, la palabra paisaje no aparece en ninguno de los libros, ni en El llano en llamas ni en Pedro Páramo.

Sin embargo, la palabra figura la encontramos en “Luvina”: "Dicen los de allí que cuando llena la luna, ven de bulto la figura del viento recorriendo las calles de “Luvina” …” También, en: “Vi a todas las mujeres de “Luvina” con su cántaro al hombro, con el rebozo colgado de su cabeza y sus figuras negras sobre el negro fondo de la noche”, Cuando ya parecía que había terminado el desfile de figuras oscuras que apenas si se distinguía de la noche…”. Se aprecia en el uso de la palabra figura, aparece como figuras oscuras y figuras negras; precisamente, en su labor de fotógrafo los retratos de Rulfo eran en blanco y negro.

En sus diferentes fases de representación las palabras negro, negras u oscuras, aparecen unas veinte veces a lo largo del libro y la palabra sombra o sombras, quince veces. Vemos: “…aquellos cuatro hombres oscurecidos por el color negro de la noche” (pág. 15), “… pero lo cierto es que es un aire negro” (pág. 20), “… y sus figuras negras como el fondo de la noche” (pág. 24).

El uso de la palabra sombra se manifiesta cuando describe el paisaje, como en los casos: “Allá lejos los cerros están todavía en sombras.” (pág. 27), “Sólo lo veía retorcerse bajo las sombras” (pág. 18), “El viento que viene del pueblo se le arrima empujándola contra las sombras azules de los cerros”. (pág. 81) También cuando se alude a las personas como sombras, “Las vi paradas frente a mí, mirándome. Luego como si fueran sombras, echaron a caminar calle abajo con sus negros cántaros” (pág. 24). (CONTINUARÁ).

 El autor es escritor y educador

Domingo 9 de octubre del 2022.

Virgilio López Azuán en Acento.com.do