La obra literaria de Juan Rulfo (1917-1986) ha venido trascendiendo como ejemplo de la narrativa hispanoamericana y a más de cien años del nacimiento de este importante escritor mexicano nos proponemos meditar sobre su literatura, especialmente en cuanto a su estructura y contenido. Pero nos detendremos en su contenido.

Temas como la violencia, la soledad, el hambre y la muerte fueron tratados por Rulfo y son recurrentes en las narraciones literarias en Hispanoamérica.

Muchos textos refieren la violencia del poder o las hegemonías, la violencia cultural de la vida, de la naturaleza y otras formas manifiestas. Encontramos la soledad como construcción de la mente humana, exclusión, sentimiento pasional, consecuencia, resultado patológico y hasta como elección. También, refieren el hambre, en tanto a la necesidad de alimento, la muerte como resultado de la violencia, y la existencia en estado de límite. ¡Claro! Estos temas no son exclusivos de los narradores hispanoamericanos. La mayoría de las narraciones antiguas, egipcias, hebreas, mesopotámicas, nórdicas y americanas los incluyen, como es el caso del relato “La historia de los dos hermanos” que es un antiguo relato egipcio escrito a finales de la dinastía XII (siglo XIII a.C.) o en textos bíblicos que son considerados como actos fundacionales de la fe cristiana. También, narraciones místicas y mitológicas de culturas ancestrales y modernas.

Nadie olvida las famosas obras donde la tragedia era el centro temático y el desenlace violento alcanzaba el clímax narrativo. Ha permeado la temática en casi todas las expresiones humanas, como si fuera una condición ontológica, indisociable de la condición humana. La encontramos hasta en los movimientos y tendencias literarias “nobles” y de exaltación como el romanticismo, pero con más fuerza expresiva en las narraciones históricas que cuentan episodios, reales o imaginarios, de la construcción de las sociedades arcaicas y modernas donde la barbarie es un común denominador.

Juan Rulfo.

La violencia como tema casi nunca está ausente del drama, de la acción narrativa. Cientos de caminos conducen a ella, cientos de razones se comportan como pilares para construir sus simientes. Los personajes narrados alcanzan el límite y lo trasgreden. La confrontación es permanente, establecen luchas feroces por la vida y el poder, por la paz y la emancipación. A veces, se encuentran en la hondura de sus soledades y también les asaltan los hechos violentos como forma de sacudimiento, como si el llamado del “ser social” los azuzara. Son personajes del ámbito rural y aunque las narraciones de El llano en llamas de Rulfo hayan sido ubicadas “rápida y equivocadamente en el regionalismo de la literatura mexicana, pero no pronto se advirtió que Rulfo manejaba con soltura y hasta con maestría nuevas estructuras de la narración que nada tenían que ver con las del regionalismo, ni con el indigenismo” (Ruffinelli et. al, 2009).

Traemos dos títulos, uno de un cuento y otro de una novela: “Diles que no me maten” incluido en el libro El llano en llamas  (1953) de Juan Rulfo (1917-1986) y Cien años de soledad (1962) de Gabriel García Márquez (1927-2014).  El cuento rulfiano, no es más que una muestra sobre violencia, el hambre y la soledad, y la novela de García Márquez, es un ejemplo de los conceptos violencia y soledad, los cuales estamos manejando en este escrito.

Aunque personajes de los cuentos escritos en  El llano en llamas, están impactados por la violencia, no solo entre ellos mismos, sino institucional; también sufren la violencia del paisaje, del medio rural y de la naturaleza misma. Sin embargo, la palabra violencia como tal, no aparece en el texto, solo “violenta”, como sucede en el cuento “Talpa”: “Nunca había sentido que fuera más lenta y violenta la vida como caminar entre un amontonadero de gente; igual que si fuéramos un hervidero de gusanos apelotonados bajo el sol…” (pág. 76). 

Motivos para una iniciación literaria

Son tan generalizadores estos temas, principalmente el de la violencia, que sería difícil excluir los autores que no los han tratado. Por eso, siempre serán motivos para el análisis, de miradas escrutadoras y creativas, con el fin de establecer sus orígenes, sus límites y su desarrollo en los individuos (personajes) y colectivos actuantes en la acción narrativa. No queremos ser excluyentes ni eclécticos, pero el tema nos empuja por su abundancia y por sus límites.

Sin embargo, en la narrativa hispanoamericana, ha habido autores que tratan los temas de la violencia y la soledad, como el venezolano Arturo Uslar Pietri (1906-2001), y Juan Rulfo que siempre me llamaron la atención. (No así Gabriel García Márquez, para mi iniciación). Obedece esto a dos razones: la primera es que recuerdo esa mañana de mi edad impúber en que leí uno de mis primeros cuentos. Se trata de “Luvina” de Juan Rulfo, y la identificación con la narración fue tan grande, que el impacto me zarandeó, y jamás he dejado de pensar en “Luvina”. Creo que al leerlo abandoné la idea de ser pintor, como era mi ilusión de infancia. Esa lectura fue tan brutal, tan impactante que despertó mis ansias por la lectura que llevaba libros a todas partes para no perderme ninguna escena.

¿Por qué el impacto? Está en el primer párrafo del cuento “Luvina”: “De los cerros altos del sur, el de Luvina es el más alto y el más pedregoso”. Dos palabras claves: El sur y pedregoso. Lo primero fue que en mi inocencia pensé que el narrador estaba describiendo mi pueblo: Azua. Azua está en la región sur de la República Dominicana y se caracteriza por las piedras, al ser un valle de aluviones. Y más, hacia el norte se divisan, altas estribaciones de la Cordillera Central. Bueno, ahí tenemos. Me atrapó de inmediato ese relato. Luego descubrí que en “Luvina los días son tan fríos como las noches y el rocío se cuaja en el cielo antes que llegue a caer sobre la tierra”, contrario al clima de Azua que era seco pero desolador como el que dejaba la nieve en “Luvina”. Encontré similitud no solo con el paisaje, sino con la profunda soledad que se vivía en Azua en la década de los 70s, un pueblo totalmente ausente, donde el viento seco resoplaba, no frío como en “Luvina”, pero caliente como de volcán.

Nada, esta narración de Juan Rulfo, fue mi punto de partida para descubrirme como escritor y mi primera estructura para tratar al género lo encontré en otro maestro: Juan Bosch. Choqué con el drama violento en Latinoamérica, al encontrarlo en la mayoría de los cuentos de El llano en llamas, principalmente en “Diles que no me maten”, “El hombre” y “No oyes ladrar los perros”.  Para este tema, también fue aleccionador y apasionante la lectura de Las lanzas coloradas (1931), de Arturo Uslar Pietri que es vista como por algunos como una “novela histórica tradicional”, encarna el fenómeno de la violencia donde la retrata con una fuerza expresiva, con una trama acabada y apasionante. La historia de un episodio de las luchas independentistas del pueblo venezolano, la fiereza de los personajes y su carácter fundacional hacen de Las lanzas coloradas una obra de importancia en la narrativa hispanoamericana. La narración de la violencia en este libro fue motivo que hizo despertar importantes inquietudes para conocer ese fenómeno en la literatura, el texto que sigue es suficiente: “El amo era él. Podía violar las mujeres, incendiar las casas, matar los hombres. Era un macho. Yo haré real en la guerra…”. Porque a decir de Ilinca Ilian Ţăranu, en su artículo Tiempo y narración en Las lanzas coloradas de Arturo Uslar Pietri:

“En la guerra descrita en Las lanzas coloradas no hay ´justos` e `injustos´ absolutos, porque la crueldad es el común denominador de los dos frentes y porque el vocablo ´la libertad` se entiende de forma distinta si lo pronuncian los insurgentes provenidos de la clase media o alta o si lo dicen los negros –esclavos o libertos–, los pardos, los cholos, los indios, cuyo principal afán lo constituye la emancipación de su condición de servidumbre y que se alistan en el ejército realista de manera un tanto azarosa” (Ţăranu, 2011).

En fin, el tema de la violencia, en cualquiera de sus formas, la personal, social, política, de género; o ya sea por sus manifestaciones, física, verbal o psicológica, acaparan grandes obras narrativas. Lo mismo que las novelas o relatos que en su trama incluyen los viajes, las migraciones y las ansias de búsquedas de una vida y un mundo mejor. Casi todas las grandes novelas y relatos incluyen temas como el amor, odio, violencia, paz, migraciones, viajes, aventuras, poder y gloria. La herencia americana ha sido el resultado de luchas y hegemonías, de personas y colectivos de cultura subalternas, de resistencia y de victorias. Por ejemplo, en el cuento “Anacleto Morones” de El llano en llamas, Rulfo describe un estado de hegemonía donde la Iglesia y el Estado manipulan para crear, restablecer y reforzar la ideología que conviene y confirme su propia permanencia como cúpula de poder. (Manzo-Robledo, 2002).

El autor es escritor y educador.
Domingo, 2 de octubre de 2022

Virgilio López Azuán en Acento.com.do