¿Juntos o separados? ¿Incluyéndonos o excluyéndonos? ¿Mirándonos los unos a los otros o ignorándonos?
Interrogantes de ese tipo plantean el problema crucial de todas las épocas entre los seres humanos y el conocimiento.
Julio Cortázar es autor del libro de cuentos: Todos los fuegos el fuego.
El primer cuento de ese libro, “La autopista del sur”, concluye con esta inquietante pregunta: “por qué esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante.”
Sin embargo, en el título del libro Todos los fuegos el fuego, Cortázar parece responder al dilema que plantean aquellas preguntas : todos juntos, en la diversidad.
Esa es la respuestas que otros han dado desde diversos horizontes. Desde las ciencias en todas las orientaciones; desde las humanidades, las artes, la literatura.
El filósofo y esteta francés Étienne Souriau inicia su obra La correspondencia de las artes con un aforismo del también autor francés Víctor Hugo: “El viento, es todo el viento.”
Souriau, parafraseando al gran escritor, a su vez subrayaba en su obra la unicidad de todas las artes en su diversidad , empleando otro aforismo : “El arte es todas las artes”.
Asimismo, sería justo decir, que en el mundo literario la literatura es todas las literaturas, la obra de un autor es todas sus obras y que, en la biblioteca o en una feria del libro, el libro es todos los libros.
Y todo eso, en cada dominio, tiene la virtud de decirnos que no puede haber conflicto entre el todo y las partes, sino inevitable complementariedad y convivencia.
En sociología o en política, la palabra pueblo reúne a todos los pueblos, naciones, comunidades o clases sociales. Y en lexicografía, la palabra perro definida en el Drae como “Mamífero doméstico de la familia de los Cánidos”, convoca a todos los perros “de tamaño, forma y pelaje muy diversos, según las razas. “
¿Y son iguales todos pueblos? ¿Y los perros no son de razas y tamaños diferentes?
En retórica estamos ante los procedimientos de la reasignación de nombres y significados entre las cosas a través de tropos como la metonimia, que establece la relación semántica por la presencia o contigüidad.
Cervantes es igual a las obras de Cervantes, y la sinécdoque, que nombra las partes por el todo, matas por jardín, y el todo por las partes, ciudad por el conjunto de habitantes y cosas de la ciudad.
Pero, es, sin lugar a duda, la teología el área de pensamiento que mejor aplica e ilustra esos procedimientos de sustitución a través de la hipóstasis: la trinidad de Dios, Dios es uno y trino.
Dios reúne en sí, en una sola unidad en su persona, a las tres divinas personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Siguiendo la lógica de ampliación e inclusión del conocimiento, las artes y en todas las actividades humanas —la que debería primar en estos tiempos de reagrupamientos de los sentidos hacia la diversidad en totalidad— Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov proponen la idea de no “separar el estudio de la lengua de sus producciones”.
Es una idea que rompe con la ciencia lingüística estrictamente enmarcada en el estudio de la lengua, ampliando su cometido hacia una ciencia fundada a partir del concepto de lenguaje: ciencia del lenguaje o ciencia de los lenguajes.
Esa ciencia tendría un referente mucho más amplio que el de lengua en el sentido de la lingüística; ciencia que se había impuesto en el siglo XX como estudio estricto del sistema interno de la lengua.
Los autores expresan en tono desafiante la nueva visión de la ciencia en plural, las ciencias del lenguaje. Es fundamental esta advertencia contra la tendencia aislacionista en las ciencias del lenguaje:
“Toda tentativa de aislar el estudio de la lengua del estudio del discurso se revela, tarde o temprano, nefasto al y al otro.”
Consideradas en los momentos actuales y de cara al futuro, las ciencias del lenguaje habrían de comprender también, sin límite alguno, un conjunto disciplinas existentes, nuevas o por crear: lingüística aplicada, lingüística informática, lingüística cognitiva, neurolingüística, lingüística de la Inteligencia artificial, etc.
Pero también, habrían de recuperar, en permanente diálogo con las ciencias humanas y sociales, aspectos filosóficos, sociales, psicológicos, cognitivos, comunicacionales, políticos, culturales, etc.
Los campos de estudio de esas ciencias son ilimitados. Y en cada una las búsquedas son inimaginables.
Esa ciencia una y distinta a la vez, ciencia integradora, una vez se enarboló desde fundamentos diversos.
Celebro las ciencias integradoras como hoy se denominan: ciencias de la salud, y no sólo medicina; ciencias económicas, no solo economía; ciencias agrícolas y veterinarias, no sólo agronomía y veterinaria; ciencias sociales, no solo sociología, ciencias del lenguaje, no sólo lingüística.
Todas son ciencias que reúnen una condición esencial: son ciencias limítrofes, fronterizas y eclécticas.
Son ciencias puentes, ciencias madres que operan como correas de transmisión, circulación e integración de conocimientos diversos.
Vistas todas las ciencias reunidas, podemos decir con alguna certeza que todas giran en torno a la lengua y a sus productos.
Tienen como norte de su quehacer el estudio de la recepción y la producción de significación.
Procuran el sentido a través de los discursos y los textos.
Son el producto de la interacción de los sujetos en la comunicación verbal.
Las expresiones de autores y áreas del pensamiento nombrados, pertenecientes a culturas diversas, acuñan una misma búsqueda: la aspiración a la totalidad a través de la singularización de la diversidad, fijando un concepto aplicable a varias cosas.
En todos esos usos sucede el mismo acontecimiento: el todo es incluye a las partes, pero las partes son las que conforman el todo. Entonces, amas dimensiones son indispensables.
La unidad incluye y no anula a la diversidad. Una y otra forman parte de la misma órbita.
Así proceden las vertientes inclusivas contrariamente a las uniformadoras y totalizadoras.
Son vertientes que se inscriben en contra de la exclusión y el aislacionismo de todo tipo y cuyas respuestas no anulan lo distinto.
En su inconmensurable unidad-diversidad, en el lenguaje no se sacrifican las diferencias en nombre de la unidad totalitaria de cualquier naturaleza porque, en contra de cualquier dogma de manual o academia, la palabra lenguaje incluye todos los lenguaje.
Nada como el lenguaje es inclusivo. Todos los humanos caben en su universo sin negar condición alguna.
Y a la imagen de todos los fuegos el fuego de Cortázar (o, al contrario) él es todas las lenguas, todos los pueblos, todos los género, todas las razas, todas las culturas, todas las épocas… recíprocamente.