El miércoles 25 de este mes el Premio Princesa de Asturias de las Letras fue otorgado al novelista y escritor japonés Haruki Murakami (Kioto 1949). En principio, Murakami daba la impresión de que era un escritor de culto, sin embargo, en los últimos años, el reconocimiento que ha merecido su literatura por parte de los lectores de todo el mundo ha hecho que aumenten significativamente sus traducciones y tiradas en miles de ejemplares, fenómeno este que lo ha convertido –a pesar de Yukio Mishima, Yasunari Kawabata y Quenzaburo Oe- en uno de los escritores más conocidos del mundo. En ocasiones su producción ha sido calificada como “literatura Light o muy liviana, sin peso específico”. Aunque en sus novelas (Tokio blues, Kafka en la otra orilla y Baila baila), no narra los pormenores de la cultura nipona, en cambio, nos cuenta la vida de un Japón occidentalizado. Sus temas me parecen muy apropiados y actuales y en el fondo maneja los mismos problemas que enfrentan las sociedades posmodernas del mundo actual. A mi me parece que sus personajes no son marionetas, ni mucho menos sufren de liviandad como malamente se ha querido señalar. Por el contrario, en muchas de sus novelas los personajes, están dotados de identidad propia y la carga de humanismo que poseen, nunca es ajena a los prototipos reales de la nación asiática. De manera que hablar de Murakami es hablar de un narrador ágil, con las garras de un maestro de la narración, que maneja deslumbrantes tramas, con una prosa fuerte y vigorosa para conquistar al más exigente de los lectores.
Lo primero que cayó en mis manos de Murakami fue Unos gatos antropófagos, un cuento que encontré en una página de internet, cuyo valor literario me parece digno de una pequeña obra maestra. Este cuento, es una historia fantástica, de factura poco común. La historia que cuenta el narrador es la de una anciana que en apariencia había sido devorada por sus tres gatos. El suceso había ocurrido en una pequeña aldea de las afueras de Atenas. La fallecida, vivía sola junto a sus tres gatos en un apartamento de una sola habitación. Pero un día, de repente tuvo un ataque cardíaco y por lo visto no volvió a recobrar el conocimiento.
Así que tardaron en torno a una semana para descubrir el cadáver. El que cuenta la historia es un narrador omnisciente inferido, porque está relatando la historia que ha encontrado en un artículo de periódico, al tiempo que se la lee a su mujer en voz alta. Mientras la cuenta, también nos la cuenta a nosotros, en un ejemplo extraordinario de la doble voz en la narración. Tanto así, porque su voz es la voz del otro, la del autor del artículo. Luego, la historia toma un giro extraño y lo que sigue es ejemplo de extraordianria belleza, al mejor estilo kafkiano. En un juego que no tiene precedentes en la literatura japonea, Murakami mezcla lo fantástico con los policíaco, entonces, la historia toma otro tono. Para seguir las bases de una buena anécdota, deben investigar a fondo las causas de la muerte de la anciana, pero al fin se supone, que la señora fue devorada por los gatos.
Después de este cuento cayó en mis manos una novela que merece mucha atención. Se trata de Baila,baila, una historia intrigante, de tono intimista, narrada en primera persona, en la que se mezclan, las pasiones, el amor, la tragedia y la muerte. Está ambientada en los años ochenta del siglo pasado y en ella el autor hace un registro pormenorizado de los símbolos que caracterizaron la cultura de esos años a nivel mundial.
La novela tiene como escenario a la ciudad de Tokio. Una metrópoli con millones de habitantes y donde la vida no es diferente a la de otras ciudades, no menos importantes y pobladas del planeta. Es por esta razón que los personajes de esta historia no están ajenos a los vericuetos de la vida cotidiana. Un poco hacia adentro, Murakami nos plantea los problemas existenciales del ser humano de hoy: patologías diversas, engaños, prostitución, desilusiones, desesperanzas, traiciones. Junto a las ilusiones de un mundo fatídico y macabro envuelto en la burbuja de la vida ligera. Como enclaves perfectos de las sociedades hipermodernas, son estas algunas de las coordenadas que trazan las líneas generales del relato.
Vista a grandes rasgos, Baila, baila no deja de ser aleccionadora y nos permite reflexionar, un poco sobre los diversos psicologismos que afectan la existencia del hombre actual. El personaje central, es un escritor de revistas, sobre temas de la vida rosa y su trabajo lo toma a menos, y no le da la menor importancia. Un personaje que vive su vida, filosoficamente unida al juego del azar y a lo que el destino le depare.
Las circunstancias en las que se envuelve resultan siempre complicadas, otras agradables. En sentido general, la historia se desarrolla en el hotel Delfin, a donde ha ido a buscar a una joven prostituta con la que había estado antes en este mismo lugar. Como toda gran ciudad, la tipa se ha desaparecido y él ha regresado allí como punto referencial para poder trazar los hilos conductores de la trama. Son frecuentes las apariciones fantasmas de esta misteriosa mujer, que se va perdiendo poco a poco en los vericuetos de la noche y en cada recodo de la ciudad, lo que hace que el protagonista retroceda en el tiempo narrativo, de manera constante como una vuelta de tuerca. A partir de aquí, en la novela, se inicia un periplo importante, en el que el autor va contando una historia dentro de la otra, pero que el lector avezado debe tratar de descubrir para no dejarse atrapar por la ilusión que crea el relato.
Estamos hablando que, dentro de la historia principal, que es la historia madre, podríamos decir, aparecen otras historias que son hijas de esa historia principal: La búsqueda de Kiki en el hotel Delfín, lo lleva a encontrar a Yuki, una niña semi abandonada por sus padres. En ese tramo de la vida de Yuki aparece Gotanda, un viejo amigo de infancia y compañero de colegio. Con la aparición de Gotanda que es un famoso actor de cine en Japón, el autor crea una especie de aguijón para tratar de descifrar los enigmas principales del relato. Este es un recurso escasamente empleado por los escritores, porque se trata de una técnica un poco difícil pero efectiva, que a su vez la encontramos en los cuentos de Las mil y una noches contados por Cherezade. Se trata de la famosa caja china: El protagonista anda desesperadamente buscando a Kiki, por eso llega al hotel Delfín, pero en ese trayecto de su estadía allí, también se enamora de Yumishosi que es la recepcionista del hotel.
Cuando va de regreso hacia la ciudad de Tokio, Yumishosi le pide que acompañe a Yuki, una niña cuya madre la ha dejado abandonada en el hotel. Durante el trayecto, el protagonista de treinta y cuatro años y una adolescente de trece se hacen entrañablemente amigos. Naturalmente, este nuevo ejercicio del protagonista puede crear algunas sospechas y conjeturas, las mismas que crea un adulto acompañado por una adolescente. Aunque se siente un poco atraído por Yuki, que en definitiva es una menor de edad, él sabe que, debido a un problema moral no puede violentar las reglas del juego y debe seguir desempeñando su papel de tío, y de forma paciente.
En ocasiones y debido a los encuentros en las playas y restaurantes que visitan, el lector tiene la ilusión de que algo sucederá entre ellos al doblar de la página, pero no es así. Murakami es un maestro de la intriga, y la fantasía que uno va cocinando en la mente, mientras el relato avanza. Es una falsa ilusión que crea la ficción, la que al final se desvanece para armar la trampa en la que nos ha metido.
Después vienen los aderezos y las circunstancias que rodean el relato: Por esta vía nos enteramos del pasado de los padres de Yuki, y de que Gotanda, además de ser un afamado actor de Tokio es, un vulgar psicópata, que después de tener sexo con las mujeres (Kiki y Mei) las asesina y luego se suicida. En algunos pasajes, me parece que la novela tiene también algo de los mejores relatos perturbadores, al estilo de A sangre fría de Capote, Un mundo feliz de Huxley y La caja negra de Amos Oz
Estos relatos aparecidos en la intrahistoria novelesca son por lo general episodios representativos de la moderna cultura japonesa, “porque el autor deja atrás las convenciones y expectativas de la literatura tradicional japonesa y examina la identidad de sus compatriotas a través de un lenguaje coloquial en el cual el pesimismo es un instrumento de reflexión y búsqueda de uno mismo”. Pienso que Murakami está cerca del mejor surrealismo. Pues aparecen en su novela algunos elementos extraños “que parecen no ser reales, pero que al final trastocan la vida de sus personajes”.
En su literatura hay mucho de improvisación musical: ritmo, armonía, sentido, rompimiento de las formas y sonido, pues Murakami es dueño de un estilo libérrimo en el que se advierte la maestría de un escritor con originalidad propia. Desbarata el lenguaje y lo deshace, sobre todo cuando esta, es la marca esencial de su identidad literaria.