Cuando, por razones de un alto grado de sensibilidad, alguien comienza a vibrar en una escala energética que le empalma con un plano superior, su conciencia se expande y entra en comunión con la esencia de lo viviente; y experimenta vivencias naturales a las altas frecuencias de la Energía Pura que quisiera testimoniar. Esto último no es posible, si no es a través del lenguaje de los símbolos, no mediante el modo ordinario de la comunicación o el banal fósil del lenguaje de poca suerte que no trasciende la forma, careciendo de abismo que anide la esencia de la poesía, de lo que ya llevamos dentro y que pugna por revelarse; necesariamente, tendría que ser gracia al fluir de un decir que entrañe la sustancia esencial de lo enunciado. Y es a esto que se abraza al ideal que postula la taocuántica.
La intuición no es el resultado del intelecto, sino el acceso directo a la verdad del Ser de las cosas, fruto de orbitar altas frecuencias en la espiral toroidal que orienta el regreso a casa, al origen que nos llama; y si se nos hace posible articular el necesario lenguaje que permita testimoniar la vivencia, brota la poesía taocuántica, se nos hace cierto que todo es una global manifestación de la Conciencia Cósmica Universal, La Fuente, el Tao, Realidad Suprema en la que se entraña todo lo viviente. Y en cuanto a tal, no se trata de una suerte de menores categorías simbólicas, sino, de la realidad misma en su discurrir sin agotamiento, al cual llamaremos lenguaje de la conciencia, una certeza de imágenes arquetípicas, arcanos mayores develados, tal como es concebido en el ideal estético taocuántico… Ya hemos dicho: la conciencia se enuncia a sí misma para seguir siendo la entrañable belleza de la verdad del Ser Absoluto, El Uno, El Tao.
El lenguaje en el ideal taocuántico no es una construcción andamiada de conceptos, ni una gimnasia de imaginería, sin la hondura del sentido que en la vivencia toca a la puerta con su ciego resplandor, herido en la blancura de un lirio que no vemos. Se trata de una expresión del plano causal en su danza creativa, ebrio de ser música para las emanaciones que despiertan para ser en La Manifestación, donde todos y todo somos Uno en el plural concierto de latidos.
La poesía, esto digo, nos ha permitido salir para encontrarnos dentro y apaciguarnos con el amor por el cual danzamos. Y nos hemos visto con nosotros, enamorados de todas las cosas, diciendo sin carne nuestras raíces. Sabemos ahora que de verdades de vida está hecho el lenguaje de la conciencia, de la blanda imantación por la cual nada está separado. Ya no es colocarse en una perspectiva de la conciencia para avistar realidades colaterales, sino tener consciencia de que se es la conciencia en plenitud, contemplándose a sí misma, y no una experiencia fragmentada y anacrónica.
Dados a la taocuántica como estilo de vida, el Ser de las cosas siempre nos está hablando a través de la música del Cosmos, y a la cual llamamos música de la vida. Ese es el lenguaje de la Conciencia Cósmica, que igual que está en nosotros, está también en cada cosa, por lo que, cuando la vivencia se hace un permanente proceso experiencial y natural, participamos de un modo supraconsciente de La Manifestación, y no tenemos por lenguaje otro que no sea el lenguaje de la conciencia, a partir de ciertos ejercicios reflexivos, intuitivos, de creación y de convivencia; lo que no solo es una nueva vertiente de la realidad en el quehacer poético, sino una visión global de esta, que moldea aun nuestro estilo de vida.
Ahondados en nuestras vivencias, en nuestro modo de ser natural con todas las cosas, los taocuánticos participamos con ellas enunciando de amor primordial, eternamente, Yo Soy… Y ya no hay misterio, interrogaciones ni temores, solo un permanente contento, primordial en el placer de la conciencia contemplándose a sí misma… Entonces, las palabras están hechas de luz, de sustancia sonora, en el útero causal donde todo es primero.
Los símbolos le hablan al inconsciente. La poesía es el misterio que nos apela, la comunión con ese costado de la realidad en la cual estamos siempre siendo esencia en la sustancia de La Manifestación.
La poesía no es el poema. Este es una suerte de elaboraciones simbólicas para un entramado del lenguaje intuido, para testimoniar vivencias. La poesía es un orbe cerrado de eternidad, donde las imágenes arquetípicas dicen lo que solo a través de ella es posible con solo ser enunciadas. Lo que no dicen la religión, Ia filosofía y la ciencia, lo canta la poesía. Ella es oráculo que devela lo inédito, gracia a Ia intuición, sentido de la conciencia expandida hacia lo que somos: un solo latido en el pentagrama del Universo, en el que resuena la eterna música que crea, sostiene y transforma. La poesía dice lo sagrado, la memoria del Uno, del akasha que cifra en energía pura lo acontecido y lo que acontecerá, en cuanto todo está aconteciendo sin agotamiento y sin dolor en un solo instante de eternidad. La poesía nos ha salvado aun de nosotros mismos en esta búsqueda permanente del sentido.
Llamarse Natalia
A una niña llamada Natalia
(sobrina de La Comunidad)
Ven contigo y dime tú a esta ahora
quién eras fuera del miedo
casa mía que siempre regresa
con tus verdes tatuajes
menudas arañas
que dicen tu voz con las manos
pequeñísimos hongos de nada
estallidos de burbujas
que brotan por momento
y me dejan
hecho cántaro de mi sed
derramado de mí
con tu breve boca de flor amarilla
sellada por una mariposa
como si gustara posarse en el aire
Quién eras tú esa tarde y última vez
qué Nirvana para estar nosotros
qué mujer resuelta en ternura
qué llamado de tibieza
y último y primer beso temblando
Qué hechizo de alas eras
para hacer descalzo de mí un niño
tenue como lluvia de violines
exacta de tiempo
camino deseoso de llagar
que se curva y se pierde a voluntad
Desde dentro caían en mí las hojas
goteantes memorias empinadas
hacia el balcón de mis ojos
leve tacto que la luz ocultaba
Quién en esa tarde eras tú
por quien me contuve despacio
para no salir huyendo
entre tantas miradas oblicuas
interrogaciones del sigilo
insomnes ocupaciones de todos
los que han quedado afuera
de este círculo que tastas contigo
Y más aun y sobre todo a esa hora
quién era yo conmigo
que pude sentir callado la belleza