Trepado sobre un caballo blanco de palabras, Ike Méndez (José Enrique Méndez) galopa con el cuerno de un unicornio, “símbolo del principio de madurez y perfección de todas las cosas”. El cuerno es la flauta con la cual toca sus tonadas y nos introduce en la ciudad de sus poemas. Nos interpreta el canto de su mundo en el libro El joyero de ébano. A veces, se escucha su música en los palacios de su alma hecha de universos; otras, son los rubores de la existencia propagados en versos. Son palabras de la palabra, versos del verso; pasión de los secretos, que arde en los ecos del tiempo, cuando rumia el lenguaje, su última pasión transmutada. El autor utiliza un lenguaje poético como altavoz de lo inescrutable e inasible para tantos.
Ike Méndez, poeta de aliento insondable, es un decidor y constructor de mundos. Galopa por esas llanuras y montañas en su tránsito onírico para despertar los misterios de la vida. Cada palabra apunta como dardo al misterio de la creación poética. Enciende el fuego y al hacerse la luz deja al descubierto paisajes de formas con múltiples matices. El orfebre de ébano a veces se oculta o se hace transparente, levita, reaparece en el camino y pregona su verdad personal.
El joyero guarda el brillo del oro con olor a madera, a casa recién exorcizada. A lo lejos, en lo alto, “Emoción y forma / conviven en la cumbre encantada / que enhebra la palabra / que crea un espacio al verso / en la hacienda del sueño”. El verso sale de la palabra enhebrada, tejida. Con él sale en forma de rayo la poesía, arrastra sus misterios y, con el sonido abismal de los submundos, llena de mariposas el paraíso.
El autor de los poemarios Al despertar, Flor de utopía, Ruptura del semblante, Baúl de viaje y Al borde de la luz, nos trae en El joyero de ébano, un perfume poético con un lenguaje imperdible, ubicado en las profundidades del verso. Lo hace para movernos. Nos incita a redescubrirnos en los intersticios del lenguaje, a contemplar las utopías que creíamos perdidas.
Méndez es un curtidor de la palabra; deslizado por los intersticios del inconsciente, repta en los campos oníricos, y despierta en los balcones de la consciencia. Nos seduce con una mezcla de poemas donde plantea su “subjetiva verdad” desde su “receptáculo sensorial del lenguaje” y pone bajo asedio el pensamiento, como lo muestra en el poema “Suspiro gélido en el silencio.”
En el poema “Cuerpo que toma forma en otro cuerpo” el poeta se muestra sin medias tintas, planta sus tonadas sobre su identidad creativa: “Tarareo melodías tiernas y sinceras / gozo percibir / todo gesto que se derrama en poesía”. Además, en el “Podador de versos” nos dice: “Cultivo palabras / encanto en versos sencillos / siembro abstracciones nuevas / estructuras del lenguaje / sin tregua. / Experimento en lo emocional / arte original / sin rimbombancia ni aplausos”. Algo interesante trae consigo el poema citado anteriormente. Es la experimentación del arte original en lo emocional, con clara alusión a un lenguaje intuitivo, donde el estructuralismo y el conceptualismo ocupan otro nivel en el discurso. Se aprecia en aquellos versos de tipo descriptivo y narrativo. El autor es un ferviente cantor de revelaciones, de los mundos convulsos, en plena desesperación. En el poema “Segundo arribo del capitán” es donde aparecen los versos: “No poder contener la realidad / es cierto, pero sí celebrar / y cantar con fervor revelaciones / que brillan en nuestro / interior / los gritos y alaridos que nos / consumen”.
Revela el autor poeta la dificultad de retener su realidad percibida. Se sumerge en su océano de palabras y versos con el fin de develar sus secretos. Viaja a las regiones del sueño, congelado en un letargo, y ese paisaje lo toma como materia prima para sus poemas, como lo hace en “Suspiro gélido en el silencio”. Leamos: “… viaje al sueño / receptáculo sensorial del lenguaje / congelado en su letargo / (con el que hago mis poemas)”. La fragua de sus versos dista del plano real; el autor es quien los trae con un metalenguaje no público. Eso es más notorio en los primeros poemas del libro. Después, el poeta, aunque no sale de las regiones donde está sumergido, permite la emersión de una poesía con un lenguaje más social y de contexto público.
En el texto, ¿qué referencia tiene la palabra joyero? Entre tantas de carácter abstracto, porque la frase “joyero de ébano” funciona como metáfora, dos acepciones pueden ser posibles desde lo concreto en el plano real. El primero, como se conoce hoy, se refiere a un joyero o alhajero; pequeña caja para guardar bisuterías y joyas de todo tipo. El segundo, se refiere a la persona o sujeto que hace o vende joyas.
En la antigüedad, los joyeros para guardar prendas, tenían muchas formas, eran regularmente de madera, aunque los había en marfil. En el siglo XVIII, María Antonieta tenía gabinetes de joyas (joyeros de enormes tamaños), creados por el ebanista Schwerdfeger. Nótese, el oficio de “ebanista”, refiriéndose a quien trabajaba con el ébano, una madera aromática, en que la industria explota las esencias de sus olores. Por este lado, ya le encontramos un sentido al título del libro El joyero de ébano. Ya sabemos que, si se refiere a la caja o al objeto para guardar joyas, es de ébano y posee la cualidad de emanar sus esencias. Si es una caja donde se guardan prendas, ¿qué simboliza la caja y cuáles son las prendas? Si trasladamos el sentido al lenguaje metafórico, donde florece la poesía, una posible interpretación sería que “el joyero” sea la caja, el “receptáculo sensorial del lenguaje”. Aquí podría referirse a la conciencia, a lo inconsciente o a la creación poética, propiamente dicha. Las perlas serían las palabras con su “áureo florecer”, aquellas poseedoras del ébano, de la naturaleza, en su prístina vocación. Esa taumaturga capaz de sacar las notas claves del alma y al mismo tiempo de desarraigar “los gritos y alaridos que nos consumen”.
Otra interpretación, como se ha entredicho en el primer párrafo del presente texto, es que el joyero de ébano se refiera al poeta mismo, al sujeto-creador. El sentido del lenguaje semeja al poeta como una caja de ébano, que porta perlas hechas palabras, como si este fuera un taumaturgo.
En los siguientes versos, el poeta no indica si se refiere al objeto joyero o al sujeto joyero, quien hace o vende joyas, o al sujeto-poeta como metáfora referida a una caja de ébano, con las palabras como joyas y el olor de la madera como esencia. “Un joyero de ébano transita / su cotidiano espacio / donde navega en sueño / escribe con tinta sepia / un horizonte pálido / un océano de nada / donde todo es olvido”. Con más certeza y menos dudas, estos versos nos refieren al sujeto-poeta como metáfora, si se toma de forma literal. Con esta exégesis se apela a las ansias del lector, en este caso de quien escribe, a la búsqueda de sentidos en el acto creativo de tipo poético. Puede ser un error desde la filosofía del lenguaje, porque en el caso de este poemario hay una fuerte tensión lingüística. Lo observamos en lo siguiente: se hace un ejercicio de encontrar “la verdad” del discurso metapoético. O sea, se hace crítica al lenguaje del metalenguaje. Algunos podrían calificar todos estos juicios como un sinsentido, y no dejan de tener razón en primera instancia.
No podríamos explicar la poesía desde ese prisma. Serían desafíos, caminos encerrados, conducentes al vacío, no tanto así a lo absurdo. Por eso, la definición de poesía es de carácter complejo. La poesía es poesía y ya. Solo tendría explicación como traducción a partir del contexto lingüístico del segundo Wittgenstein, aquel de Investigaciones filosóficas, donde se supera el sentido de referencia de las palabras por el de su uso. En ese sentido, se presenta una teoría del lenguaje que lo saca de su habitación privada y analítica, para instalarlo en el parque público del contexto hablante.
Algo sucede con el poema “Ojo de agua” al intentar interpretarlo a partir de un lector sin referentes históricos de la época del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina en la República Dominicana. Existe en el poema un verso llamado “verso clave”, el cual sirve de ruta crítica para la elaboración de conceptos y funciona como el velero que preside las naves de palabras en los océanos poéticos.
Leamos un par de estrofas: (1) “En todo rincón genuino / del ser / hay un parto de conciencia / la fuente cristalina / que revela un Ojo de Agua”. (2) “Ríos que susurran secretos / piedras que acarician su lecho / flores / que en el camino / guardan sueños de mariposas”. En la primera estrofa aparece el verso que dice “que revela un Ojo de Agua”.
Como se aprecia, tanto la palabra ojo como agua, aparecen escritas con mayúsculas e indican un nombre propio. Así es, Ojo de Agua es una comunidad de República Dominicana donde, en época de Trujillo, fueron asesinadas las tres hermanas Mirabal. Este crimen marcó el inicio del fin de la dictadura.
En el imaginario popular, la palabra mariposas, es una metáfora que hace alusión a estas heroínas. En novelas, canciones, poemas y artes visuales, se nombran a las mariposas como un símbolo de libertad. “Toda mariposa / que en su vuelo cae / inspira libertad”. También: “La esencia se rebela / en trazos de justicia / en mirabales / mariposas de memoria”, expresa el poeta Méndez.
La palabra mariposas en República Dominicana es, como si se dijera, las hermanas Mirabal. Si el autor no hubiera escrito ese nombre propio y, “ojo de agua”, lo hubiera escrito con minúscula, indiscutiblemente estuviéramos ante otro poema, con otros sentidos. Diferentes serían las emociones que despertase en el lector. Para este estudio lo leí de las dos maneras, le quité las mayúsculas y la catarsis estética fue otra.
El hecho constituye el referente, el motivo de la creación poética, la chispa que enciende en llamas el pensamiento. Quizá para el público del contexto dominicano esta poesía constituya un fenómeno de exaltación o evocación de un sentimiento de resistencia y despertar de un letargo. Sería la Ruptura del semblante, de la máscara opresiva, del aparato represivo, personalizado del sátrapa. Es con el asesinato de las hermanas Mirabal donde se devela la Flor de utopía. En vez de preparar nuestro Baúl de viaje, coloca al pueblo dominicano Al borde de la luz, para dar paso, a la alucinación democrática, atesorada en El joyero de ébano, donde las ideas de libertad y progreso esperan el despertar del sueño de un país con vocación de libertad…
Como se ha notado, solo ese poema de Ike Méndez abrió la puerta del descriptivismo con un lenguaje epistemológico, holístico, apoyado en los referentes que permite el ejercicio exegético… Por eso, lo extra textual en esta propuesta podría revelar riquezas del lenguaje y se trasvasarían conceptos de su análisis desde la filosofía analítica, creadora de sentidos.
En El joyero de ébano, encontraremos la poesía trepidante de un poeta en el cenit de su expresión literaria. Es voz y pensamiento, es palabra y camino verbal a las esencias del ser. El poeta tiene fijo el horizonte donde alcanzará lo deseado, el culmen, lo posible. Ya el recorrido está hecho. Experimenta “lo emocional del arte original” y “celebra cada pensamiento” que le nace. En el ser hay un “parto de conciencia de la fuente cristalina”, y lo proclama en un paisaje contemplativo. “Oh, estación profunda y etérea / alrededor de un poético sol”.
Ike Méndez, montado en un caballo blanco de palabras, nos regala un texto donde consolida su estética de campos expresivos y hondas reflexiones. Su lenguaje poético sale de una flauta con tonadas imperdibles.
¡Escuchemos su canto!
Virgilio López Azuán
Domingo 25 de agosto de 2024
En Acento: Publicación No. 116
Virgilio López Azuán en Acento.com.do