Mary Barton, de la escritora inglesa Elizabeth Gaskell (1810-1865), es una sorprendente novela que transcurre en el Manchester de la era victoriana, durante la primera mitad del siglo XIX y en plena revolución industrial. Publicada en 1848, primero como obra anónima, es una narración realista de espíritu romántico, que da cuenta de las penurias de la clase trabajadora y de sus enfrentamientos con los patronos. Es de destacar esta característica argumental, tratada de una forma directa muy poco común en la novela del XIX, sobre todo la escrita por mujeres.

Contemporánea de Charlote Brontë, su gran amiga, y de quien escribió una interesante biografía, Elizabeth Gaskell aborda la cuestión de la mujer dentro de la familia y en su medio social, en este caso, la clase trabajadora de las fábricas de tejidos de Manchester. Por entonces, la gran mayoría de las novelas se centraba en personajes de la burguesía y muy pocas con protagonistas de la clase trabajadora. El ejemplo más destacado es el de Dickens, gran amigo y admirador de Gaskell. En Francia, Germinie Lacerteux (1865), de los hermanos Goncourt, se centra en la empleada doméstica, y la novela Trabajo, de la norteamericana de Louise Mary Alcott, de 1873, trata ya de una mujer independiente y culta, que prueba todo tipo de oficios.

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Mary Barton, su protagonista, es hija de un trabajador de la fábrica de tejidos. El padre toma conciencia de la injusticia que supone que los trabajadores mueran de hambre, ante la indiferencia de los patronos, que viven con lujo y abundancia. Mary disfruta del amor de sus padres y del calor de la amistad entre sus vecinos, pero conoce bien la desgracia desde niña. Tras la muerte de la madre, debe abandonar los estudios y encargarse de las labores del hogar. Sin embargo, la miseria asecha y tiene que emplearse como aprendiz de modistilla en unas condiciones muy precarias.

Pero la desgracia mayor de Mary es, aunque pueda resultar paradójico, su belleza, que la sitúa en el punto de mira de seductores, quienes alimentan falsamente en ella la ilusión de acceder al mundo de los ricos, con sus lujos y comodidades. Este espejismo le impide, en cambio, apreciar durante mucho tiempo el amor verdadero de un joven humilde, de buen corazón, honesto y trabajador.

La autora maneja la intriga con gran pericia para poner a funcionar la maquinaria del relato, que adquiere tientes de novela policiaca. Advierte sobre la suerte de las jóvenes hermosas de las clases más humildes, susceptibles de dejarse engañar bajo promesa de matrimonio, como le ocurre a la bella Esther, tía de la protagonista. Además de con un hombre acosador y falso, Mary Barton tropieza también en su vida con mujeres intrigantes que la desvían del camino positivo que desearía, pero así mismo con amigas generosas y sabias que la guían hacia un correcto comportamiento social y personal.

Destacan en la protagonista femenina, Mary Barton, su bondad y fortaleza, así como la tenacidad para conseguir que se alcance justicia, sin sacrificar en su empresa a las personas más queridas. Y es que su pretendiente ha sido acusado falsamente de asesinar al hijo del patrón de su padre y, éste, por desgracia, es el verdadero autor del delito. Pese a que sea tan claramente positiva, la novela cuestiona sin maniqueísmos la injusticia social y logra que personajes contrarios alcancen a comprenderse. Se trata de una novela romántica, sin duda, pero inmersa en un universo social del que se aportan detalles tan duros como entrañables, personajes de férreos valores morales y, aunque la bajeza mancille a algunos, siempre se presentan como un modo de poner a prueba al individuo.

La mujer, en este contexto, y tal y como el género literario prácticamente imponía en la época, sólo puede aspirar a casarse con un hombre honrado y trabajador. Fuera del hogar, la esperan los oficios de lavandera, doncella o modista, en los que, si es hermosa, estará siempre expuesta a caer en desgracia. Por fortuna para Mary Barton y su esposo, en el horizonte aparece Canadá, país que se presenta como una promesa para los pobres que sueñan con un futuro mejor y que pueden, así, huir de la injusticia. Elizabeth Gaskell consigue fundir el testimonio social, la trama propia de la novela popular y el carácter romántico con inteligencia y especial maestría, sin prescindir de cierto humor.

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do

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