Desde su origen, el libro es refugio ante la nostalgia, oasis frente a la calamidad e injusticias que trae la vida; tribuna como medio de divulgación del conocimiento, savia creativa de disidentes, catapulta de voces de quienes por naturaleza son tímidos al expresarse. Por su valía, el libro está considerado patrimonio de la humanidad desde tiempos remotos, así lo expone Irene Vallejo en su ensayo “El infinito en un junco” (2022) en el que describe su proceso de evolución, y las batallas que se libraron en su búsqueda, en lugares recónditos.

La autora utiliza una narrativa culta, comprensible para que un lector crítico circule como falucas por diferentes áreas del conocimiento, cuando la monarquía utilizaba las ventajas que otorga el poder para enriquecer su colección (P.18) sin importar el medio, el fin era incautar todo ejemplar que fuera original, aunque en ello se violara la ética. Esto trajo como consecuencias vandalismos en busca de textos que consideran valiosos, actos delictivos por no aceptar el trueque o venta de textos de su interés. Ante tal obsesión, Alejandro motivó entre sus generales la preferencia por los libros, al punto tal que después de su muerte sus sucesores imitaban sus hábitos, creencias y costumbres (P.56).

Pero ¿quiénes fueron los buscadores de libros? ¿Quiénes fueron los reyes egipcios megalómanos? ¿Cuándo se escribe el primer libro?

En el pasado fue considerado el mayor tesoro de la humanidad, a tal punto que su búsqueda motivó grandes misiones con el fin de incautar, robar y llevar ejemplares únicos a las grandes bibliotecas de reyes poderosos que valoraban su contenido. Para esto, destinan cuantiosas fortunas, sin que fuera una limitante las bajas humanas que ocurrieran en las comitivas que se organizaban (P.17), el propósito era rastrearlos y adquirirlos. Lo importante era engrosar el botín con ejemplares auténticos que agradaran al organizador intelectual, es decir, al rey.

Para Ruiz Zafón (2001) los libros son amigos invisibles que incrementan los referentes y la creatividad comunicativa en el lector; compañeros de quien se cobija bajo la sombra de la soledad, compañía ideal en tardes lluviosas junto al calor de una fogata o chimenea. Albergue para levantar del duelo ante la muerte de un ser querido, como ocurrió con Daniel en la novela “La sombra del viento” (P.9, 10) que sumergirse en la lectura lo ayudó a no enloquecer ante la partida de su madre. Es por ello, que en la antigüedad los libros fueron el tesoro más valorado y lo que motivó que fueran arrebatados como botín; cuando el papiro era el recurso básico para su creación, llegando a creer que tenían almas (P.88).

Los primeros ejemplares fueron seductores para quienes sabían leer, por otro lado, el hecho de ser el junco la materia prima del papiro estimuló la economía del pueblo egipcio ya que, alcanzó una alta demanda. La fiebre por el conocimiento se inició con Alejandro Ptolomeo, época en que se consiguieron los grandes descubrimientos en matemáticas, geometría, física, anatomía, entre otras áreas (P.67) y, al tenerse facilidad para acceder a los libros, más pensadores se interesaron en la investigación; convirtiéndose el museo y la biblioteca en protagonistas del conocimiento.

Los palacios que contenían museos con la Revolución Francesa pasaron a ser entidad pública y el patrimonio cultural que hasta el momento fue exclusivo de una clase social pasó a ser parte de todos, y lo que se inició en Londres en 1759; 34 años después se extendió a Francia convirtiendo el palacio del Louvre con todas sus obras de arte en un museo. Esta acción fue imitada por un grupo de empresarios en Nueva York y fundaron el Metropolitana de Nueva York, Moma 77 años después.

Los cambios pueden demorar décadas y terminar surgiendo en un ambiente donde una clase social monopolice la cultura, donde la mayoría no accede al conocimiento, sin embargo, más tarde que nunca este será extrapolado, como ocurrió con el Moma en EE.UU., que fue el primer museo privado de arte moderno.

En la antigüedad los libros eran el tesoro más valorado, y precisamente por esto, eran arrebatados como si fueran un botín; aunque generaciones posteriores se le hizo imposible descifrar las lenguas en que fueron escritos. Sin embargo, el paso del tiempo, los recursos de vanguardia han conducido el objeto de batallas, en un medio de divulgación del pensamiento crítico en distintas disciplinas.

En suma, en El infinito en un junco se aborda el origen del libro desde una perspectiva distinta, su narrativa transporta a mundos fantásticos, de los que emergen grandes historias que denuncian problemáticas de la época.

 

Minerva González Germosén en Acento.com.do