CIUDAD DE MÉXICO (MÉXICO), 31/03/2022.- La escritora española Irene Vallejo posa con su libro durante una entrevista con Efe, hoy, en el Tec de Monterrey Campus Santa Fe, en Ciudad de México (México). La escritora española Irene Vallejo, autora del reconocido ensayo "El infinito en un junco", sugirió este jueves que los políticos deberían leer a los clásicos de la antigüedad, cuyos pensamientos podrían ayudar a los líderes actuales del mundo. EFE/ Mario Guzmán

Hoy día quienes pueden manejar un celular, una computadora; leer un libro, una receta médica o simplemente el nombre de una calle, podrían suponer que es porque lo merecen y que es un derecho. Quizá ignoran que por largo tiempo fue un privilegio y que según la UNESCO, para el año 2015 el mundo contaba con un  índice de analfabetismo  de 758 millones de personas. La historia del libro y la lectoescritura tal y como se conocen hoy no ha sido un camino plagado de rosas, sino, un sinuoso recorrido a través de una evolución constante con implicaciones sociales y humanas de grandes dimensiones, pagada con creces por sus precursores y revolucionarios.   Dicha historia es la que recoge Irene Vallejo en su ensayo El infinito en un junco, la cual inicia con la imaginación de Grecia sobre el futuro, pasa por los diferentes intentos de preservar el pensamiento por medio de piedras, tablillas, lienzos pergaminos, rollos hasta llegar al libro tal y como lo conocemos hoy. El ensayo aborda la antigua Grecia, su mitología y el supuesto interés de Alejandro Magno por los poemas de Homero, las bibliotecas y todo el mundo cultural como muestra de su grandeza y base de la cultura escrita.

Desde antes de descubrir el junco del papiro el libro en su evolución constante ha venido experimentando una serie de transformaciones, peripecias y mejoras hasta llegar a lo que Irene llama libro de luz, o sea, los de pantalla que disfrutamos hoy. Siempre estuvo, en peligro de extinción debido al clima, la mala calidad de los materiales, las dificultades para manejarlos y trasladarlos de un lugar a otro, el costo y ningún acceso de las mayorías. En consecuencia, se necesitaba de copistas que tras largas horas de trabajo podían reproducir pocos ejemplares. Luego de una larga espera desenrollando enormes rollos para leer y copiar de pie en las bibliotecas y tratando de preservar los pergaminos llega la imprenta junto con otros cambios sociopolíticos y el mundo se acerca a un intento de democratización del libro, formas y tipos, hasta surgir lo que hoy conocemos como el libro electrónico o virtual.

Lo que convierte a esta brillante obra en una ambrosía para el espíritu es la forma de narrar de la escritora junto a los ingredientes culturales que la acompañan.

El otro aspecto, pero no menos importante, lo constituyen su símbolo y valor social en cada momento de su historia. Su adquisición y consumo fue privilegio de nobles y ricos, nunca fue un derecho, sino, privilegio, un bien que excluía a las mayorías, en especial a las mujeres como fue el caso de Enheduanna, poeta y sacerdotisa; escribió un conjunto de himnos, los rubricó con orgullo, pero fue ignorada.  La alfabetización de las mayorías ha sido producto de muchas luchas sociales, cambio de paradigmas, rupturas de esquemas mentales, inversión del orden político y revoluciones de todo tipo. Las escritoras fueron ignoradas, algunos autores censurados y exiliados, como fue caso de Ovidio por su obra El arte de amar, por ser considerado un atentado contra la moral de entonces. Algunos libros fueron a la hoguera y otros olvidados. Hubo otros considerados peligrosos ya sea por sus ideas revolucionarias o, por lo contrario. Hoy resulta paradójico saber que, en la antigüedad, los escritores, copistas, lectores, amanuenses fueron esclavos al servicio de nobles y ricos. Los dueños del conocimiento fueron asignados, comprados, vendidos para servir al poder político y económico.

Lo que convierte a esta brillante obra en una ambrosía para el espíritu es la forma de narrar de la escritora junto a los ingredientes culturales que la acompañan. Se vale de una amplia investigación sobre las culturas griega y Romana.  Las fascinantes historias sobre cada peldaño alcanzado por el libro en su recorrido y evolución. Las analogías que establece con otros autores, por ejemplo: Borges. Los detalles sobre los orígenes, linaje y genealogía de los protagonistas. La gracia con que cuenta sobre las complejas y aberrantes estructuras sociales. Su fascinación por la mitología griega que logra contagiar al lector y despierta el deseo de seguir leyendo.  La vinculación y comparaciones de hechos antiguos con los recientes, dejando ver que mucho de lo que se conoce en términos de redes e información tiene su base en la antigüedad. Por último, el análisis de libros que sus historias han sido mimetizadas por el cine y el teatro, lo que evidencia y garantiza su permanencia en tiempo.

En fin, leer El infinito en un junco es abrir los ojos al mundo antiguo y  reconocer la importancia e incidencia del pasado en el presente. Es sentirse, entenderse y reconocerse como parte de un todo. Es reconocer el libro como un puente confortable o peligroso, un ente conservador o revolucionario. Entender  por qué misántropos, como Miguel Ortega en Nicaragua, prohíben la entrada de escritores a su tierra. Entender que la censura es una reacción al miedo de perder el poder y que los verdugos podrán aplastar, exiliar y matar a los escritores, pero nunca las ideas, porque el libro se encarga de perpetuarlas en pro de un mundo más justo y humano.

 

Andrea Teanni Cuesta Ramón en Acento.com.do