La idea de la independencia había prendido entre los dominicanos en los inicios del siglo XIX. Así lo muestran los movimientos sediciosos liderados por Ciriaco Ramírez, Santiago Faleau, Fermín García, José Leocadio, Pedro de Seda. Este ciclo cerró a finales de 1821 con la independencia proclamada por José Núñez de Cáceres, llamándonos Estado Independiente de Haití Español. Su fracaso facilitó la dominación haitiana dirigida por Boyer (1822-1844), dominio que rechazamos desde temprano por diferencias culturales, y por el choque de intereses; siendo la acción revolucionaria de Duarte y los trinitarios la mejor respuesta.

El 27 de febrero se puso en escena la obra de la independencia, contenida en la ruptura con la ignominia y la cita con la libertad. Los actos de esta obra fueron múltiples, destacando las campañas militares contra los haitianos hasta 1855. Triunfaron los dominicanos, pero los conservadores, con Pedro Santana a la cabeza, anexaron la república a España en 1861. Este acto provocó el sentimiento nacional y, el 16 de agosto de 1863, Benito Monción, Santiago Rodríguez y José Cabrera, al mando de 116 hombres, según Monción, izaron la bandera nacional en los Cerros de las Patillas o Cerro de Capotillo. De ese campamento pasaron al control de Sabaneta, Dajabón, Partido, Montecristi, Loma de Chacuey, Guayacanes y La Culata. Así se incendió la llama de la guerra por la restauración de la independencia nacional, hasta la salida de las tropas españolas de Santo Domingo en julio de 1865.