El espionaje podría ser tolerable, si fuera realizado por gente honrada. Montesquieu.
Mentirosos y simuladores con talento, oficio de difunto algunas veces. Así es el mundo de los espías. El espionaje es uno de los temas que más despierta interés y provoca morbosidad. El periodista y escritor español Fernando Martínez Laínez, sostiene que el mejor espía es, seguramente, aquel de quien nunca oiremos hablar, y del que ignoramos todo, hasta su nombre, porque conocer la identidad de un informante secreto, descubrirlo, ya implica un fracaso. Pienso que el primero en entender la importancia de un servicio secreto de información fue el papado, cuando en 1566, el inquisidor Pío V creó La Santa Alianza. La formación de este servicio tuvo como propósitos principales, combatir el protestantismo inglés representado por la reina Isabel I, imponer en el trono a la católica María Estuardo, y detectar a los que consideraran herejes para juzgarlos en la Santa Inquisición.
Si observamos que en el siglo XX ocurrieron dos guerras mundiales, en las cuales estuvo involucrada una gran cantidad de países, puede asegurarse que dicho siglo fue la época dorada del espionaje. Esto indica, que el triunfo efectivo en una contienda, va a depender de la eficiencia de sus servicios secretos. Las actuaciones realizadas por los espías cambian el curso de la historia. No cabe dudas que la mejor herramienta para un espía es su convicción, es decir, creer en una causa. Si lo hace por dinero es como una mercancía en pública subasta al mejor postor. Un ejemplo de esto es el siguiente: cuando Estados Unidos, apoyado por el Reino Unido y Canadá desarrolló el Proyecto Manhattan para la construcción de la Bomba Atómica, ese plan de trabajo estuvo formado por prominentes científicos, entre ellos, Oppenheimer, Enrico Fermi y otros. A muchos de ellos los sedujo el servicio de inteligencia soviético (N. K. V. D. para la época), y les facilitaron información. El más importante a destacar, fue el alemán nacionalizado británico Klaus Fusch, conocido como el espía atómico. Fusch colaboró con la Unión Soviética dando información secreta sobre el programa de trabajo y se negó a recibir remuneración económica. Lo mismo sucedió con Donald MacLean, espía y diplomático británico que proporcionó todos los mapas al N. K. V. D., aportando información valiosa sobre la fecha que Estados Unidos tenía previsto lograr el objetivo propuesto.
El reverso de la moneda respecto de Klaus Fusch y McLean, fue el ruso Oleg Penkovski. Penkovski espió a favor de Occidente, era miembro de la élite gobernante como oficial del Ejército, y fue un especialista en proyectiles dirigidos, pero no creía en el sistema comunista. Lo consideraba una plaga. Esto significa, que también hizo su labor de espionaje por convicción. Cabe destacar, que este espía, fue el primero que predijo el derrumbamiento del Imperio Soviético al decir de Sánchez Laínez. Le proporcionó información valiosa tanto a la inteligencia estadounidense, así como al servicio de inteligencia inglés MI6. La más relevante, fue la advertencia a Occidente de que la Unión Soviética estaba instalando misiles nucleares de alcance medio en Cuba. Dicha información determinó que Estados Unidos se adelantara, y desencadenara lo que se conoce como la Crisis de los Misiles del año 1962. Esto evidencia un hecho a todas luces ostensible: la Guerra Fría estaba en su punto más candente. De otro lado, se generó una competencia de espionaje entre la CIA de Estados Unidos, y el KGB de la URSS.
Cuando los vencedores dividieron Alemania, el lado oriental estuvo bajo control de la URSS. En Alemania del Este, en el año 1950 se creó la Stasi, un servicio de espionaje considerado en la época el más eficaz de Europa. Lo dirigió durante 34 años Markus Wolf, un maestro del espionaje. Rodeado de misterio, fue conocido como el hombre sin rostro, ya que durante más de dos décadas Occidente nunca pudo identificarlo. La Stasi logró conseguir los más altos secretos estratégicos de los ejércitos que estaban desplegados contra la Alemania comunista, por esa vía, los transmitía a la inteligencia soviética para que llegaran a los centros de comando del Pacto de Varsovia en Moscú. En esa guerra de inteligencia, Wolf logró infiltrar un espía en Alemania Occidental, llegando a convertirse en secretario personal del canciller Willy Brand, situación que provocó su renuncia. Tanto en el Este como en el Oeste, el universo de la inteligencia era el reino de las sombras.
En 1986 Markus Wolf se jubiló. Si es cierto lo que dice Martínez Laínez, que Oleg Penkovski predijo el derrumbamiento del Imperio Soviético, el hombre sin rostro presintió la debacle de la Alemania del Este, y en consecuencia, de la URSS. El 4 de noviembre de 1989, se realizó la manifestación de Alexanderplatz, una actividad, donde sus manifestantes reclamaron reformas políticas. Markus Wolf participó en ella. Este hecho fue el preludio del derrumbamiento del Muro de Berlín, pues el nueve del mismo mes cayó lo que fue un símbolo de la separación de Alemania y de la Guerra Fría. Después de la caída de la Unión Soviética, en colaboración con la periodista británica Anne McElvoy, Markus Wolf escribió El hombre sin rostro, La autobiografía del gran maestro del espionaje comunista. En ella hizo un mea culpa. Se refirió a los espías que sirvieron a un sistema en el cual él creyó. Dice textualmente en sus memorias: La gran tragedia de la vida de estos hombres fue que sirvieron a un sistema que no toleraba la existencia de espíritus críticos. Asumo que también fue sincero al dar detalles de los errores cometidos por el sistema. Cuando a su vez manifiesta, que el tiempo para la idea utópica incubada en Rusia allá por 1917 se había agotado.
Cuenta que después de los acontecimientos de 1989, se preguntaba por qué la República Democrática Alemana fracasó de manera tan miserable y espectacular, y que guardó silencio no por falta de coraje, si no por lo inútil de la protesta en ese sistema. El ex hombre grande concluye, que la gran lección que aprendió de la decadencia y caída de Alemania Oriental, es que la libertad de pensamiento y expresión son tan fundamentales para una sociedad moderna como las ventajas que habían conquistado y de las cuales estaban tan orgullosos. Admito sin cortapisas que el sistema era incomparablemente inferior a la mayoría de las democracias pluralistas del Oeste, agregó. Aun admitiendo los errores, también cuestionó al sistema capitalista diciendo que no es justo una sociedad donde los ricos se enriquecen cada vez más, una sociedad basada exclusivamente en el dinero. Al respecto, personalmente creo que en esa competencia, el capitalismo triunfó porque fue más eficiente.
La Guerra Fría terminó supuestamente con la caída del Imperio Soviético, el espionaje no ha desaparecido ni desaparecerá. Solo que el avance tecnológico y una nueva correlación de fuerzas han cambiado el escenario internacional. De todos modos, seguimos soñando con un mundo mejor.