Quiero asociar con el cuento La noche bocarriba de Julio Cortázar una imagen surrealista del poeta francés Saint Paul Roux quien antes de dormir colocaba en la puerta de su habitación un cartel que decía: cuidado, el poeta trabaja. Parecería una idea descabellada o irónica pensar que mientras duerme, el poeta produce, pero quizás pueda asociarse el hecho a que en la psiquis más profunda del poeta o escritor se anidan duendes o fantasmas, que intervienen sigilosos en el acto creativo o más bien, que mientras el poeta duerme, es posible que se produzcan en su cerebro una cantidad inigualable de imágenes y acontecimientos conectados con la realidad cotidiana que nada tienen que ver con la imaginación, pero que se pueden convertir luego en hechos extraordinarios o simbólicos en el momento despierto de la vigilancia del cerebro. ¿Está vigilante el cerebro, mientras el poeta duerme? ¿Produce imágenes, que luego pueden ser sugeridas en textos, lienzos o música? ¿O sólo sucede en la mente de los artistas? ¿A caso no suceden estos fenómenos en la mente del hombre común? ¿Hay un estado subconsciente del hombre mientras duerme, el cual actúa independientemente de nosotros? La neurociencia ha explicado con mucha propiedad que las células cerebrales siempre están despiertas aunque el hombre duerma. Quizás estudiando a Freud podemos tener alguna explicación que nos acerque un poco a los fenómenos que suceden en la mente y el cerebro de los creadores más osados. Es muy probable pues, que las obras más maravillosas de la creación humana y me refiero, en este caso, a las creaciones literarias y artísticas se hayan elaborado en los recodos más profundos del sueño, es decir, con el alma vigilante.
En un importante análisis que hace el ensayista mexicano Gonzalo Celorio sobre la poesía del también mexicano, Xavier Villaurrutia sostiene que “en última instancia, los nocturnos” (refiriéndose a los poemas de Villaurrutia) son ensoñaciones, que a propósito del sueño produjo el alma mientras este dormía, y que una vez despierto, el espíritu escribió vigilante y reflexivo.
Anima pensar entonces, que el espíritu onírico que envuelve el alma del creador es una condición neuronal, que afecta directamente a los escritores y poetas.
El propio Cortázar lo explica muy bien en algunos pasajes de su poética, cuando se refiere al origen del poema y del cuento ya que ambos casos son el resultado de una neurosis profunda que puede transgredir los límites de la conciencia, lo que implica una condición neuronal un tanto necesaria y que aún estando dormido, el creador escarba en el fondo de la psiquis cerebral, su banco de imágenes con la que va armando la obra. Pensemos pues que el sueño como técnica no es una epifanía. Muchos autores se valen de él como acicate, como arma valiosa para acercarse a una realidad estética que antes habían imaginado. El surrealismo francés a principio del siglo XX hizo gala de estas herramientas tan valiosas para los escritores a través de lo que ellos llamaban automatismo psíquico. El ejemplo más valioso lo constituye Nadja de André Breton que es al parecer la construcción de un mundo armado en el sub consciente profundo. En su libro Clases de literatur (Alfaguara 2013), Cortázar plantea que la mayoría de sus cuentos se basan en experiencias personales y se refiere a que los sueños han sido los motores principales de sus cuentos fantásticos. En Casa tomada por ejemplo fue el resultado de una pesadilla que tuvo en una mañana de verano. Más adelante apunta: “me acuerdo perfectamente de las circunstancias y la pesadilla era exactamente lo que luego fue el cuento, sólo que en la pesadilla yo estaba solo y en el cuento me desdoblé en una pareja de hermanos que viven en una casa en donde se produce un hecho de tipo fantástico. Recuerdo perfectamente el desarrollo de la pesadilla que sigue exactamente el cuento; más bien viceversa: el cuento sigue exactamente la pesadilla”. En cuanto a La noche bocarriba es casi un sueño y algo todavía más complejo, apunta Cortázar. Fue un accidente de motocicleta en París en el año de 1953, “una viejita que confundía el rojo con el verde y pensó que podía cruzar la avenida”, cuando trató de frenar se tiró la motocicleta encima y duró un mes y medio en el hospital. Sigue apuntando el autor que “en ese mes y medio con una pierna malamente rota, con una infección, una casi fractura en el cráneo y una temperatura espantosa, viví muchos días en un estado de semidelirio en el que todo lo que me rodeaba asumía contorno de pesadilla”.
De hecho, la mayoría de autores fantásticos del siglo XIX y principios del siglo XX abordaron el cuento desde el ámbito del sueño, la noche y lo macabro. Véase las obras de Arthur C. Clark, Edgar Allan Poe, Teophile Gautier, Nataniel Hawthorne, Ambrose Bierce, Jack London, Artur Conan Doyle entre otros. En el libro de sueños el propio Borges hace una alegoría en la que adopta el sueño como una especie de juego literario. En otros autores se puede ver como un recurso desde el cual se abordan los temas más insospechados, toda vez que lo fantástico, subvierte la realidad, la contamina y no hay mejor ámbito que el empleo del sueño para realizar, cambios mentales, usar nuevos tiempos psicológicos, y mudas espaciales y temporales que solo son posibles a través de un cambio de nivel de realidad. Es decir, desde el sueño los personajes de los cuentos fantásticos, abordan posturas, viven situaciones que desearían tener en la vida real. En definitiva, asumen instantes y momentos de la ficción que solo habitan en sus mentes soñadas. Un ejemplo clásico puede ser Un sueño realizado de Juan Carlos Onetti. Una mujer soñaba siempre con ser un personaje principal de una obra de teatro que ella misma escribió, pero durante el montaje de la obra la mujer muere, sin embargo en el libreto ella no puede explicar los motivos de su muerte porque la acción transcurre durante el sueño. Otra gran alegoría lo constituye una ficción de la argentina Ana María Shua: Un hombre sueña que ama a una mujer, pero la mujer escapa. Él envía a sus hombres a buscarla. Él sabe en el sueño más profundo que jamás podrá alcanzarla, cuando despierta por la mañana, descubre decepcionado que la mujer es suya.