Un símbolo y dos mil pesos. En ocasiones esto es lo que queda de un hombre: el recuerdo de un símbolo y una mísera pensión de RD$2,000.00. A ver, ¿qué se consigue con dos mil pesos? Con dos mil pesos se compra dos funditas de comida en el supermercado, acaso tres, que se acaban en dos días. Dos mil pesos sirven para unas cuantas cervezas tipo jumbo, que se consumen en un par de horas. Dos mil pesos es otra cifra de la nada. Pero un símbolo es mucho. Un símbolo es un fijador en la memoria. Es una historia, una parte de la vida social que se queda por mucho tiempo en la mente colectiva. Un símbolo es el punto de vida para un relato en el que una comunidad se refleja.
Antes de seguir dando vueltas, advertiré que este artículo no es de interés nacional ni mucho menos global. De alguna manera lo es, pero a lo mejor sólo pueda suceder así cuando haya concluido. Por esta razón probablemente no tenga ningún sentido que lo lea un pedernalense, un sanjuanero, un montecristeño, un samanaense e, incluso, la mayoría de los capitaleños. Este artículo a lo mejor sólo deba ser leído en el Cibao Central, particularmente en La Vega. Es así. No todos los relatos se construyen para la generalidad. Hay relatos que son solamente para una región, para una ciudad, para un grupito… a veces solo y en secreto para dos personas.
Cuando yo era chiquito de edad, en los atardeceres escuchaba con fruición un programa radial. Se llamaba “Cosas típicas de mi tierra”. Quienes no sean del Cibao Central y de mi época, y todavía anden por estas alturas del artículo, deben tomar de referencia el “Romance campesino” (https://bit.ly/3tPiHv1) de Macario y Felipa y con eso entenderán de qué trataba el programa. Yo había nacido y criado en dos barrios de La Vega, entre Joyo Jediondo y Enriquillo, por lo que mis referentes eran urbanos. Aunque los campos más cercanos quedaban a no más allá de dos quilómetros de distancia, la cultura citadina era la que me circundaba. Fue sobre todo a través de aquel programa radial que tuve mi primer acceso importante a la cultura campesina, que me complementaba en la extensión familiar y social.
El símbolo: ¿Qué era “Cosas típicas de mi tierra”?
“Cosas típicas de mi tierra”, como ya supondrán, presentaba en cada emisión un suceso jocoso de enredo rural. Tras la cortina de un pimentoso merengue del Conjunto Típico Vegano (https:// shorturl.at/vEJO2), se introducía las ocurrencias del protagonista Celedonio Galifaña, interpretado por el actor popular José Manuel Grullón Alba. Celedonio era como el Macario de estos relatos, de los que siempre se establecía como sujeto central. Con una gracia desternillante, se recreaba allí la lengua campesina del Cibao Central, desde el imaginario de la Loma de la Tayota. Desde la sublimación estética, por recreación me enteraba de las flexiones en la pronunciación de las palabras y frases. Esta cristalización del español dominicano me permitía conocer y saborear los arcaísmos que quedaran extraviados, como advirtiera Pedro Henríquez Ureña, en la profundidad de los campos cibaeños. Así mismo, las astracanadas me conectaban con el imaginario rural, con la reinvención de los deseos y los sueños de una parte de la dominicanidad. Los conflictos por la tierra, la ambición por la lotería, la búsqueda de la botija, las lejanas estrategias para el enamoramiento y la visión típica de la gastronomía, me ayudaban a complementar el mapa sociocultural de la dominicanidad.
En el juego de voces con que se construía el relato radiofónico, el actor José Manuel Grullón Alba representaba con gracia histriónica los personajes de Celedonio Galifaña, Don Severo, Toñeco y la Vieja Clementina. Otros personajes que amueblaban el programa narrativo eran Palmira, el Chinito Molongo, Plutarco, el Bombillo, el Recluta Pata de Yuca, Gucéfalo y Simón Fonfón, entre muchos más que se sumaban a los enredos. Por supuesto, como parte del libreto abierto constantemente Celedonio hacía mención a diferentes empresas que daban algún patrocinio, como era el caso de cierta carnicería cuyo dueño, a cambio, pagaba con libras de carne.
“Cosas típicas de mi tierra” es un símbolo de la cultura regional del Cibao Central. Como todo símbolo, no vive en todos los miembros de la comunidad, pero si en una parte de ella, con lo que se valida. Simboliza el hito de la vida campesina. Simboliza el recuerdo de la palabra. Simboliza la evocación de un conjunto importante de situaciones de comunicación en las que habita la experiencia social de una región. Simboliza las variantes de un ecosistema. Simboliza la raíz y la risa de la dominicanidad. Simboliza, además, el papel del arte como cristalizador de la historia de las comunidades.
Los dos mil pesos: José Manuel Grullón Alba
¿Cuánto cuesta la construcción de un símbolo? Eso, recordando el comercial de la tarjeta de crédito, no tiene precio. Como constructo de la historia, juega un papel fundamental en la memoria colectiva. También en su realidad. En el caso de “Cosas típicas de mi tierra” el símbolo fue creado por un hombre: José Manuel Grullón Alba, un actor construido desde el talento natural. Cuando chiquito, siempre escuché que ese hombre se dedicaba a manejar un camión de basura para el ayuntamiento municipal. Como nunca lo vi -por más que en ocasiones traté de otear hacia el interior de la cabina del camión en que amarraban sobre el capó cuanta muñeca recogían de los basureros-, llegué a pensar que la noticia era un mito.
Sin embargo, esta mañana descubrí que era cierto. Me enteré gracias a un vídeo publicado por Jochy Rey en Facebook, en el que realiza una entrevista reciente a este artista (http:// shorturl.at/fiyHX). En ese audiovisual me enteré de que José Manuel Grullón Alba está vivo. En general, luce de buena salud. En la entrevista recrea algunas de las voces campesinas del programa, de las que conserva el mismo timbre y la antigua chispa.
En la entrevista, el actor confirma que era el conductor del camión de basura. Y aquí entran, como una dolorosa maldición de la miseria, aquellos dos mil pesos. Al Ya en una entrevista previa al comunicador Fantomas, en 2021, el actor había expresado su queja. Este hombre trabajó para el Ayuntamiento de La Vega durante 30 años, día por día. Tomó el guía de ese camión en 1963 y lo soltó en 1993. Entonces le llegó una pensión que al día de hoy son dos mil pesos. Ya vimos al inicio de este artículo la casinadez que se hace con dos mil pesos. ¿Cómo diablos un país se da el miserable lujo de condenar con dos mil pesos a un trabajador que lo ha dado puntualmente todo durante tres décadas? Nuestra nación está llena de esta clase de traiciones al contrato social de la dominicanidad. Trabaja, sé honesto, ayuda a tu país… que al final de mataremos de hambre. Se trata de una filosofía del mal.
En este punto, lamentablemente, este artículo toma un matiz nacional. José Manuel Grullón Alba representa a los tantos hombres y mujeres que son liquidados, de forma literal liquidados, económicamente por nuestro sistema. Esta es una de las tantas cosas que deben cambiar en este país. Ese sacarle la lengua a la gente. Esa burla radical que hace que incluso muchos jóvenes de hoy, más informados y conscientes de ese chiste sin gracia, decidan no ejecutar su parte del contrato y perderse en la delincuencia, aunque eso también por lo regular conduzca a la misma pobreza material. Si queremos un país diferente, se debe sustituir esta clase de amarguras. Ahora bien, en el caso de José Manuel Grullón Alba el asunto es doblemente desalmado, porque recordemos que se trata de un hombre que ha construido un símbolo. Y a ese hombre se le está pagando con dos mil pesos al mes. Y ese hombre, dice en la entrevista, tiene un hijo, un ciudadano con un problema de salud mental cuyos medicamentos no se pueden comprar con esa miseria.
Retomando el carácter regional y municipal de este artículo, quizás pasando al plano barrial, procederemos a pedir por un cambio en la pensión de José Manuel Grullón Alba, el chofer del camión de basura, el artista, el constructor de un símbolo. El alcalde de La Vega se llama Kelvin Cruz. No lo conozco personalmente, pero es vecino de Enriquillo, mi barrio de crianza. Su trabajo ha sido bueno, lo cual habla bien de él y del barrio. Kelvin: Yo voté por ti en la boleta municipal. Me apoyo en la calidad de tu trabajo para que tengas un detalle de humanidad hacia la memoria y el arte popular de la ciudad, ajustando a una suma digna la pensión de José Manuel Grullón Alba. Eso es algo que debe hacerse ahora mismo, ya, ayer, no mañana, ni mucho menos en el próximo viernes del cuento “El presupuesto” de Mario Benedetti, porque se trata de un dominicano que, aunque luce saludable, tiene 78 años. Como votante tuyo, de ser necesario, tómalo como la solicitud de una prebenda a mi persona. Por favor, que no se te ocurra, por tratarse de un artista, rebotarlo al Ministerio de Cultura, pues esa vaca se mamó. La pelota está en tu cancha. Está en tus manos hacer que una comunidad reconozca, al menos mediante un aumento digno a una pensión, el valor de sus trabajadores. Porque un hombre y un símbolo no pueden caber en dos mil pesos.