Cuando cambian los saberes, cambian las éticas. Lo mismo sucede cuando cambian las maneras de auscultar la realidad también cambian las éticas. Las maneras de asumir los nuevos paradigmas sociales y económicos se convierten en fundamentos críticos para la educación superior. Se ha escrito sobre la desacralización y desmitificación de la realidad en el espacio posmoderno cuando tiemblan los imperativos categóricos. El empuje de la producción y acceso a contenidos y metodologías conminan a un replanteamiento de tradicionales formas de educar. La función del docente cada vez se estremece con los accesos a las bigdatas, con los múltiples avances del estudio del cerebro humano y sus posibilidades, con los movimientos sociales y migratorios, y con el uso de nuevas tecnologías, muchas de ellas reservadas a élites.

El abordaje de una sociedad con cambios tecnológicos acelerados incita al docente universitario a doblar sus esfuerzos de formación profesional cambiando y variando actitudes y aptitudes que permanecieron como modelo durante largo tiempo. Más que las propuestas filosóficas de abordaje metodológico, conceptual y ético de la educación superior, las cuales tardan tiempo en ser asimiladas, los cambios tecnológicos a escala creciente desafían las capacidades del educador.

El periodo de pandemia provocado por la infestación del virus SARS-CoV-2 fue de alta relevancia para que el docente, entre ellos el dominicano, pusieran a prueba su capacidad de respuestas ante emergencias como esas. Había que responder a todo ese alumnado confinado en sus casas, con alto índice de angustias e incertidumbres, temeroso del contagio.

El docente universitario dominicano puso a prueba su capacidad de resiliencia, desafiando métodos y técnicas de aprendizajes, manejo de nuevas tecnologías, enfrentando la carga emocional que significa estar amenazado por un ataque viral.

Las maneras de enseñanza y aprendizaje en el país registraron cambios abruptos. Las universidades tuvieron que formar en emergencia a su personal docente, instalar y fortalecer plataformas virtuales dentro de su contexto de gestión.

Después de la pandemia de la Covid-19 y la vuelta a la llamada nueva normalidad se disponen de pocos análisis y evaluaciones sobre el uso de las nuevas tecnologías en la educación superior en la República Dominicana. El mecanismo de supervisión y acompañamiento  de estos procesos es escaso o casi inexistente para algunas universidades dentro de las políticas del fortalecimiento de la calidad educativa como mandato de los acuerdos nacionales vigentes.

En las universidades dominicanas se presentan dualismos tecnológicos, entre ellas mismas y entre las de los países con el contexto socioeconómico parecido. Nada qué decir, con respecto a universidades de países desarrollados, las cuales apuntan a una educación basada en supremas conquistas nanotecnológicas e inteligencia artificial en todas las áreas científicas y humanas. Sin embargo, algunas universidades del país han despertado. Desarrollan acciones para el fortalecimiento de sus procesos institucionales, académicos, incorporando nuevas tecnologías; otras tendrán que ser evaluadas, acompañadas y apoyadas por políticas de estado para que los dualismos no se ensanchen cada vez más.

Ante la aplastante realidad del fenómeno global y la necesidad de fortalecer las áreas científicas en las universidades conmina al Estado y al empresariado a poner sus miradas en las universidades.

En un informe sobre el estado de la educación superior dos años después de la disrupción de la Covid-19 realizado por la UNESCO (2022) se revela: que las instituciones de enseñanza superior pueden aprovechar la base del rápido cambio a la enseñanza y el aprendizaje en línea para estar mejor preparadas para garantizar un aprendizaje ininterrumpido; que es necesario invertir en la formación de los instructores y en soluciones infraestructurales para que la calidad del aprendizaje en línea no se vea comprometida; que deben aplicarse mecanismos de revisión más sólidos para la recopilación de datos de investigación a fin de abordar la creciente preocupación por los sesgos sistémicos; que se necesitan más esfuerzos institucionales y nacionales para introducir diversas vertientes de internacionalización, entre otros.

En la educación superior dominicana existen universidades con experiencia e infraestructura apropiada para el aprendizaje en línea, aunque otras tendrán que hacer un gran esfuerzo para dar el salto. De lo contrario corren el riesgo en desperdiciar las fortalezas alcanzadas en tiempo de pandemia. Una evaluación situacional, un acompañamiento sistemático y  un apoyo estatal e interuniversitario facilitarían avances significativos en estos temas.

Las nuevas prácticas en la educación superior han generado cambios de saberes y actitudes en el docente dominicano. Ha de esperarse que los directivos de universidades aprovechen ese impulso dejado en el periodo de pandemia para ampliar sus plataformas en cuanto a los aprendizajes en línea, la incorporación de inteligencias artificiales, robótica y mecatrónica en la formación profesoral y en el currículo ofertado.

Ante el uso de las nuevas tecnologías no deben olvidarse los logros en los campos éticos del individuo humano, muchos de los cuales estarían en riesgos por sustitución e incorporación. Tanto el docente, el estudiante y el profesional egresado de las universidades, vistos desde el prisma del desarrollo integral, deben estar siempre alertas para que en la presente sociedad de cambios no comprometan negativamente el ambiente, la bioética y la supervivencia en el planeta en sentido general.

Domingo 8 de enero de 2023

Al autor es exrector universitario

 

Virgilio López Azuán en Acento.com.do